Moby. Foto: Melissa Danis

Aquí puedes leer y descargar las primeras páginas de Porcelain

El músico Richard Melville Hall (Nueva York, 1965), mejor conocido como Moby, se ha involucrado más que nunca en las últimas elecciones de los Estados Unidos. Ha participado en eventos de recaudación de fondos para la campaña de Hillary Clinton e incluso le ha dedicado a Donald Trump una canción en la que le llama "pequeño fracaso". La composición se llama así, "Little Failure", y fue publicada en el recopilatorio 30 days, 30 songs, en el que músicos y bandas como R.E.M., Franz Ferdinand, Sun Kil Moon o Death Cab for Cutie se unieron "por una América libre de Trump". De nada ha servido.



La mañana siguiente a la victoria del magnate y próximo presidente de Estados Unidos, a Moby le toca hacer de tripas corazón y ponerse a atender las entrevistas telefónicas programadas, aunque se ha desahogado con una carta abierta publicada en la web de Billboard. "Me siento como debe de sentirse medio país ahora mismo: completamente confundido, enfadado y asustado. Todo el mundo que conozco está buscando en Google cómo emigrar a Canadá", confiesa el músico en conversación telefónica con El Cultural desde Los Ángeles, donde reside desde hace ocho años.



El motivo principal de la entrevista es en realidad la publicación en nuestro país de Porcelain, el primer volumen de sus memorias, por parte de la editorial Sexto Piso y con traducción de Jesús Gómez Gutiérrez. En el libro, el sobrino-bisnieto de Herman Melville (tomó su nombre artístico del libro más famoso de su pariente, Moby Dick) narra algunos acontecimientos de su infancia marcada por la pobreza, pero se centra sobre todo en los diez primeros años de su carrera musical, abriéndose paso en el mundo de la música electrónica en la Nueva York criminal y drogadicta -y aun así, amada- de finales de los 80 y principios de los 90. Siendo aún un adolescente, Moby se mudó a una fábrica abandonada sin agua corriente en la que los vigilantes de seguridad cobraban 50 dólares mensuales a los okupas a cambio de hacer la vista gorda y dejarles vivir allí. Su habitación tenía todo lo que necesitaba: una tostadora y electricidad gratis para enchufar su modesto equipo compuesto por un teclado, un sampler y una caja de ritmos.



A pesar de la precariedad, Moby era feliz. "Me crié siendo muy pobre en una ciudad rica (Darien, Connecticut), así que siempre me he visto como un outsider". Aquella actitud le vino bien cuando quiso entrar en el subterráneo mundo de la música techno y house de finales de los 80. Él era normalmente el único chico blanco heterosexual, y encima cristiano, vegano y abstemio (había dejado la bebida pronto, porque había empezado a abusar de ella más pronto aún). "Me sentía honrado al ser admitido en aquel mar de negros, latinos y gays. Sentía como un privilegio tener acceso a esta escena que era mágica y que nadie que fuera ajeno a ella conocía".



Moby cuenta en el libro cómo consiguió sus primeros trabajos como DJ. Aceptaba cualquier encargo y al precio que fuera. Podía pinchar en la terraza de un club en el distrito más peligroso de Manhattan y luego coger un taxi para amenizar con sus discos una orgía en la otra punta de la isla. La fama le llegó con "Go!", y empezó a viajar a Europa con frecuencia. "Lo que más ha cambiado en el mundillo de la música electrónica no es la música, porque el house y el techno que se hacen hoy no difieren tanto de lo que se hacía entonces. Lo que más ha cambiado es que las superestrellas de hoy viajan por todo el planeta en avión privado y ganan millones y millones de dólares. En 1989, las estrellas cobraban 100 dólares por actuación", compara el DJ y compositor, conocido también por su activismo por los derechos de los animales, el proyecto al que reconoce dedicarle más esfuerzos hoy en día. Hace unos días dio su único concierto de 2016 en Circle V, un festival de música y veganismo creado por él mismo a beneficio de la causa animal.



Electrónica inteligente

¿Han aceptado ya las élites culturales la música electrónica? "El criterio para juzgar la música ha cambiado mucho. Antes la música se juzgaba por cómo se hacía, mucha gente temía la música electrónica porque no se hacía de una manera tradicional, así que no sabía cómo evaluarla. Pero ahora ya se ha admitido que el modo subjetivo en que respondes a la música es el único criterio con el que puede ser juzgada. Lo que ocurre es que mucha gente no se atreve a confiar en su propia reacción, necesita comprobar si lo que está oyendo ha sido culturalmente ratificado", opina Moby. "Es un fenómeno similar al del arte contemporáneo. El fauvismo, el puntillismo, el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo o el expresionismo abstracto fueron modos de expresión muy criticados cuando surgieron, y ahora son los movimientos a los que pertenecen las obras de arte más caras del mercado".



La primera parte de las memorias de Moby termina justo antes de la publicación de Play, el disco que le consagró definitivamente en 1999 como uno de los creadores más brillantes del panorama musical del cambio de siglo. "Play fue una broma del universo. Me mostró un mundo de fama y de riqueza, pero también me enseñó que estas no dan la felicidad". Pero antes de aquello vivió algunos fracasos, como su segundo álbum, Animal Rights, en el que dio un giro de 180° hacia un oscuro y furioso post-punk que no fue entendido ni por su discográfica, ni por la crítica, ni por el público. Todo ello aderezado con sus inseguridades, sus ataques de pánico, su atormentada religiosidad y sus recaídas en el alcohol.



En su último y más político disco hasta la fecha, These Systems Are Failing, Moby ha recuperado el espíritu punk de su adolescencia y de aquel Animal Rights, demostrando una vez más su capacidad para reinventarse. "Estamos en 2016 y tengo 51 años. No hago giras y ya nadie compra discos. No espero ganar dinero, simplemente me encanta hacer discos y usarlos como oportunidad para compartir música, pero también para incitar conversaciones sobre cosas que me importan". Aunque en general se considera una persona "casi" optimista -dice que "la humanidad está tocando fondo ahora antes de alcanzar todo su potencial en el futuro"-, este álbum se centra de momento en este hundimiento moral aderezado con un toque de distopía a lo Black Mirror. Un buen ejemplo es la canción Are you lost in the world like me?, acompañada de un video de animación realizado por Steve Cutts y que se ha hecho viral en las redes en los últimos días.







Porcelain es también una carta de amor a la ciudad de Nueva York, el segundo personaje más importante del libro después del propio Moby. "La Nueva York con la que yo crecí era una meca para la creatividad, para el arte, para la música, era barata y estaba sucia. Ahora es una ciudad donde Trump es el rey y donde la creatividad ha sido reemplazada por las finanzas", protesta el autor de otros discos como Wait for Me y 18, que narra en Porcelain multitud de anécdotas vividas en la Gran Manzana en aquellos años en los que la capital del mundo, o al menos la parte de ella en la que se movía Moby, era una verdadera jungla.



El músico ha escrito este libro como ejercicio terapéutico y porque pensó que su experiencia en la Nueva York de aquellos años y, especialmente, en el ambiente de la música underground y las raves era una historia lo suficientemente "potente e interesante" como para ser contada públicamente. "Si yo fuera Chris Martin, de Coldplay, no necesitaría escribir mis memorias. Es un tipo muy majo, pero viene de una buena familia, su primer disco ya fue un éxito y sigue teniendo éxito. Es una historia aburrida. Mi vida, en cambio ha sido muy extraña, idónea para escribir un libro", opina el autor. En un próximo volumen el músico abordará la siguiente década de su vida y de su carrera, de 1999 a 2009. "Estoy pensando cómo escribirlo de manera honesta y que a la vez resulte interesante, porque la verdad es que mi historia de aquellos años fue un cliché de fama, giras, alcoholismo y drogadicción que ya ha sido escrito por todo el mundo, desde Robbie Williams a Axl Rose, de los Guns N' Roses".



@FDQuijano

Aquí puedes leer y descargar las primeras páginas de Porcelain