Estrella Morente en el centro del escenario. Foto: Javier del Real

Arrebato y esencias andalusíes. En 2015 se cumple un siglo desde que Manuel de Falla firmara la primera versión de El amor brujo. Víctor Ullate aprovecha la efeméride para renovar su coreografía inspirada en la emblemática partitura, con el potente reclamo de Estrella Morente sobre el escenario del Teatro Real a partir del 29 de diciembre.

Víctor Ullate se quedó prendado de Estrella Morente en un recital de la cantaora granadina hace ya unos cuantos años. El coreógrafo alucinó con la sutileza y la contundencia (referidos a Morente estos dos adjetivos se reconcilian) de sus movimientos sobre el escenario, con sus hechuras elegantes y cadenciosas. A su término, se acercó para felicitarla. Elogió con hipérboles su actuación. "Todo te lo debo a ti", le advirtió Estrella. Ullate se quedó de piedra cuando la cantaora le reveló que de pequeña su padre, el inolvidable Enrique Morente, la había matriculado en su escuela. Allí se curtió con el clásico, una formación que, escanciada en destellos, ha desplegado a lo largo de toda su flamenquísima carrera. Y que ahora, llamada a filas por Ullate para su revisada versión de El amor brujo, le resultará muy útil. La nueva coreografía la estrenan el lunes (29) en el Real bajo el patrocinio de la Fundación Loewe.



Ullate ha decidido exprimir el potencial artístico que atesora Estrella Morente. Aparte de cantar (Canción del amor dolido, Romance del pescador, Canción del fuego fatuo...), la ha embarcado en alguno de los pasos de su formación. Un reto al que se añade, además, una vertiente interpretativa, explícita en los pasajes recitados que debe acometer. En este último requerimiento, la cantaora granadina ya puede exhibir sus primeras credenciales: fue galardonada recientemente en el Festival de Almería por su trabajo en el corto Caen piedras del cielo. "Aunque con mucho respeto, sí querría desarrollarme también por este camino. No creo que moleste a nadie mi intención de seguir aprendiendo", confiesa a El Cultural. Lo que sí se tiene bien aprendido, e interiorizado en su código genético, son las canciones de El amor brujo, que acaba de registrar con la Orquesta Nacional de España a las órdenes del maestro Josep Pons.



Puede decirse que la emblemática partitura de Falla, y la figura del propio compositor, le han acompañado toda su vida. "Me acuerdo que de niña entraba en su casa con toda libertad. Antes no estaba tan controlado el acceso como ahora, que tan bien organizada la tiene su fundación: con sus gafas, sus partituras, su correspondencia... Correteaba por allí con toda naturalidad". Morente explica que Candela, la muchacha gitana que protagoniza una trama cuajada de hechizos y presencias espectrales, la transporta a su infancia derramada por las callejuelas del Albaicín: "A ese tiempo en que Estrellita era una niña fuerte, salvaje y libre. Lo sigo siendo pero, claro, con muchas responsabilidades más. Candela me devuelve siempre aquella frescura juvenil".



El carmen de la Antequeruela Alta donde se instaló el compositor gaditano no dista demasiado de su casa familiar, en el célebre barrio gitano. En él también tiene casa Víctor Ullate, que mantuvo una estrecha relación con la familia Morente. Con el patriarca, Enrique, llegó a alumbrar algunas coreografías en alianza con sus cantes, como El sur, intuida por ambos una noche inspirada a los pies de la Alhambra y que compendia las esencias andalusíes. Esa complicidad antigua ha desembocado ahora en este encuentro entre Ullate y su hija mayor, que estos días devora la autobiografía de María Lejárraga Gregorio y yo (Pre-Textos), en la que se desvelan los misterios de la autoría del libreto de El amor brujo, firmado por su marido Gregorio Martínez Sierra pero escrito en realidad por ella. "Yo siempre tuve esa sospecha, algo me decía que el texto era de una mujer", afirma Estrella Morente.



Hay que recordar que Ullate ya levantó El amor brujo hace dos décadas. Lo estrenó en el Teatro de la Maestranza en 1994. Ahora ha retomado oportunamente el drama, justo cuando se va a cumplir su centenario (Falla firmó su primera versión en 1915 con el nombre de Gitanerías y 10 años después lo moldeó como ballet). No se ha limitado a pulir detalles. "Es una coreografía del todo nueva. He cambiado los pasos, el vestuario, la escenografía...". Esta última, por cierto, a cargo del infatigable y ubicuo Paco Azorín, que ya ha colaborado con Ullate en Samsara, Wonderland, El arte de la danza y, este verano, en la Salomé estrenada en Teatro Romano de Mérida.



En aquel montaje primigenio las distintas escenas eran subrayadas por un total de seis telones. Una solución escénica que al coreógrafo madrileño le parecía ya demasiado añeja. Para la cita del Real ha preparado una serie de proyecciones que refuerzan las atmósferas de ultratumba y oníricas. También ha incrustado una curiosa aportación musical en mitad de los pentagramas de Falla: los acordes dark ambient del grupo sueco In Slaughter Natives. Y ha añadido tres canciones populares del músico gaditano: Nana, Polo y Asturiana, así como alguna variación de Paco de Lucía.



Perfume andalusí sin folclore

"Tenía ganas de retomar El amor brujo para imprimirle una mayor sobriedad, hacerlo más profundo y atemporal. He huido de una estética folclórica para trazar algo más sutil y envolver la historia en el perfume andaluz que destilan los cuadros de Julio Romero de Torres", apunta Ullate, confiado en que con estos mimbres el estreno sea un éxito que catapulte una gira internacional.



"Sería una gran noticia. El amor brujo es un monumento de nuestro país, al que radiografía al detalle: paisajes, sentimientos, tabúes, magia, costumbres... Y que todavía hoy, cien años después, nos sigue conmoviendo".