Greil Marcus. Foto: Equipo Helmet.

Pionero de la crítica músical americana y dylanófilo empedernido -autor de los ensayos Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada (Global Rythm Press) y de Invisible Republic: Bob Dylan's The Basemente Tapes, entre otros estudios sobre la obra de Dylan-, Greil Marcus (San Francisco, 1945), que acudió al Festival SOS 4.8 de Murcia el pasado mayo, es un referente de los estudios culturales de la música popular con obras como Mystery Train o Rastros de carmín (Anagrama). Es profesor en la Universidad de California y escribe para las publicaciones Interview y The Believer.



-Usted escribió en el libreto de The Basement Tapes que las canciones eran más potentes hoy que cuando se grabaron. Eso fue en 1975. ¿Y cuarenta años después?

-Todavía no hay nada como la primera vez que escuchamos This Wheel's on Fire. Nunca he escuchado nada tan cargado de perdición y condena, tan "realmente no quieres saber cómo acaba esto, ¿a qué no?". Y todavía hay pozos muy profundos en el disco, en canciones que la gente no conoce, que todavía no han sido culturalmente absorbidas, como Baby Won't You Be My Baby, que no es exactamente lo que su título sugiere. Por no mencionar I'm a Teenage Prayer o All American Boy.



-¿En qué medida cree que la remasterización de los temas corre el riesgo de destruir el espíritu crudo de las interpretaciones de Dylan y The Hawks?

-Aún no he escuchado las pistas recientemente descubiertas, pero lo que he oído no suena en ningún caso limpio. Se conserva la pureza. Se ha respetado el trabajo de limpieza realizado en 1975. Los sonidos se pulieron, los tonos se afilaron, el siseo de las cintas se eliminó.. y así.



-¿Qué cree que añade esta edición a la mitología de The Basement Tapes?

-Creo que en gran medida desplaza su mitología para sustituirla con la evidencia de la actividad ordinaria de todos los días, pues ofrece la posibilidad de escuchar todas las tomas grabadas en la oficina del sótano.



-En su libro Invisible Republic analizó el misterio de The Basement Tapes. Desde entonces, ¿ha vuelto a sentir ese misterio y esa intensidad en otros músicos o artistas, o en alguno de los álbumes posteriores de Dylan?

-Sin duda, a lo largo de todo el álbum Time Out of Mind, y en los largos temas que clausuran los siguientes dos discos de Dylan, Sugar Baby y Ain't Talkin. Esas canciones están concebidas con la mente del sótano. También podemos escuchar lo mismo ocurriendo en varias interpretaciones de Will Oldham, The Handsome Family y en Shaken by a Low Sound de Crooked Still. También en el misterioso bloque de I'm Not There, la película de Todd Haynes: se trata de alcanzar algo que no está ahí, pero el gesto de intentarlo produce al menos la sombra de lo que se ha conseguido antes.



-¿Cree que la película de Todd Haynes es la película definitiva sobre las máscaras de Bob Dylan?

-Por la forma en que se hizo, el propio argumento de la película es que nunca habrá una película definitiva sobre Bob Dylan. Está en su propia naturaleza negar cualquier respuesta totalizadora. Todd se da cuenta de que una vez que ha establecido su promesa, puede hacer lo que realmente quiera, como que una mujer o un niño afroamericano interpreten a Dylan. Es una película fantástica, llena de invención y libertad crítica. Y también fue tremendamente instructiva para mí. Viéndola, aprendí cosas de Dylan que no sabía. Y no me refiero a hechos, sino a situaciones en su carrera que nunca entendí, y que el filme arroja luz sobre ellas.



-¿En qué jóvenes artistas americanos contemporáneos se puede escuchar hoy esa "vieja, extraña América" de la que ha escrito con tanta pasión?

-Es una pregunta que no sé muy bien cómo contestar, porque ya no sé qué es joven o no. Le diría que Cat Power, pero ella ya no es tan joven. En realidad creo que se puede escuchar en muchos más, y además en lugares inesperados. La versión de Lou Reed de See That My Grave Is Kept Clean, por ejemplo. Quizá en la banda Fucked Up y en la cantante Lydia Loveless.