Octavio Paz con el poeta español José Miguel Ullán

Prólogo de Alberto Ruy Sánchez. Atalanta. Gerona, 2014. 215 páginas, 19 euros

La primera sorpresa ante este hermoso libro, es que Octavio Paz (1914-1998) que no era un hombre desordenado sino más bien metódico, dejara inéditas estas seis conferencias (también lectura de poemas) que dio en el Colegio Nacional de México entre el 4 y el 20 de marzo de 1975, al filo de sus 61 años. Cierto que -desde ahora- a Paz le quedaban aún más de veinte años de vida activa, y que este recorrido comentado por su poesía, desde 1933 a 1975, hoy debiera tener al menos dos conferencias más. Cierto que parte notable del texto son poemas que Paz lee ante su auditorio y que, en amplia parte, están publicados y lo estaban entonces. Excepciones: un par de inéditos hacia el final y bastantes poemas de su primera época, éditos pero que Paz no salvó en reediciones revisadas. Es cierto que un ochenta por ciento de lo leído está al alcance del lector. Pero sus comentarios son impagables; porque lejos de cualquier pedantería, mezcla biografía real, el recuerdo vívido de tantas amistades y el repaso crítico y directo a sus lecturas, influjos y maestros que cambian con el tiempo, aunque jamás olvide a los anteriores.



Todos estos comentarios y juicios se hacen con crítica llaneza, con sabio poder de evocación y con cierta voluntad de justicia en la que se incluye (no podría ser de otro modo) el autoanálisis. Se me ocurre que el referente más próximo en español a este Itinerario sería Historial de un libro (1958), el atinadísimo texto de Cernuda sobre La Realidad y el Deseo que sin duda Paz conocía, como conoció personalmente y admiró a Luis Cernuda. Estamos ante modos paralelos, sólo que en Cernuda no se reproducen los poemas y la reflexión no se hace de cara a una inmediata lectura.



He disfrutado mucho leyendo este libro, porque he vuelto a oír a Paz (en la prosa se oye su habla), porque he leído o releído una escogida antología de sus versos hasta 1975, y porque me ha contado muchas cosas, sabidas o no, que cobran relieve en su coloquialismo. Paz comienza evocando la biblioteca de su abuelo y de su padre, donde comienza su vida lectora, con la sorpresa de encontrar un ejemplar de los "Poemas rústicos" del modernista Manuel José Othón dedicado a un tío suyo. A Paz le gustó el modernismo (Tablada será un caso expresivo) porque vio que la modernidad nacía allí. Vemos cómo se hace amigo y lector de los "Contemporáneos" mexicanos y de los poetas españoles del 27.



Su relación con España fue siempre rica. Su viaje a EEUU, en los 40, le permite conocer la nueva poesía anglosajona, acaso ya mejor que la francesa pero aún menos de moda. En París, Paz es consciente de asistir a la agonía del surrealismo, que le interesa lejos de la escritura automática. Conoce y trata a Breton, pero le interesan más Char o Michaux. Constantemente se interesa por la evolución moderna de la poesía y de su propia poesía, en contacto (lo vemos) con el lenguaje como materia motriz y con la vida.



Paz es un gran intelectual, pero no hay torre de marfil. Habla del México D. F. de su juventud, ciudad atractiva, y del México al que regresa en los 70: "Mi vuelta fue a una ciudad destruida por el falso progreso." Aparece el Paz de la India y de Oriente ("Ladera Este", el haiku, la poesía china) y también el amigo de tantos latinonamericanos por el mundo: bellas palabras sobre Vargas Llosa, a quien compara con Camus, al que también conoció. No falta Marie-Jo, la amada encontrada en la India y con la que viajó por un Afganistán pacífico y remoto…



Me dejo mucho. Baste decir (poemas aparte) que será difícil hablar desde hoy de Octavio Paz sin conocer estas conferencias inteligentes y sápidas.