Un ensayo de Julio César.

La mayor parte de los expertos en Shakespeare coinciden en que el lenguaje de Julio César es tosco y directo, alejado de la riqueza estilística habitual en el dramaturgo inglés. Muy probablemente optó por esta austeridad formal para darle a la pieza mayor fuerza y violencia. Sobre esta idea se ha enfrentado al montaje del clásico su director Paco Azorín, que la estrena el jueves 23 en el Teatro Circo de Murcia protagonizada por Mario Gas (Julio César) y Sergio Mencheta (Marco Antonio). Puede atribuirse a este trío de talentos la paternidad de la puesta en escena, pues la idearon hace seis años en el Festival Shakespeare que dirigía el propio Azorín. A ellos se suma ahora Tristán Ulloa en el papel de Bruto. "Me gustaría poner el acento precisamente en las palabras, en su fuerza poética y evocadora y, de manera muy especial, en su capacidad para la provocación, capaz de modificar el ánimo de los que asisten a la obra", señala el director, que cree firmemente en la oportunidad de su lectura en clave contemporánea en un momento de banalización del lenguaje y de pérdida de valor de las palabras y de las ideas. "Asistimos a una manipulación, la verbal, que casi siempre está al servicio del más fuerte, del que ostenta el poder", añade.



Para Mario Gas, esta vez intérprete, es una reflexión sobre el poder, la tiranía y el secuestro de la democracia: "Tiene mucha actualidad, no solamente por aspectos coyunturales sino porque se enfrenta a los motivos que mueven a actuar a los conjurados". Y en medio del escenario, un obelisco casi como único elemento escenográfico. Su simbología, que va más allá de la representación del poder, es, para Azorín, una metáfora reveladora de cómo la hegemonía cambia de manos: "Aunque en los primeros actos pone en evidencia el inmovilismo al final cae despedazado para significar la guerra civil que se desencadena".