Mussolini contado por sí mismo. Qué menos se puede esperar de uno de los dictadores más encantados de conocerse. El ególatra disfruta relatando su ascenso al poder, más aún cuando lo hace en un continuo monólogo frente al espectador, sobre el que clava sus ojos y proyecta su voz. "Me habéis amado", proclama antes de salir a escena, mientras desfila una sucesión de imágenes de archivo, incluida la de su cadáver colgado por los pies en Piazzale Loreto. Un hecho que el narrador—Duce despacha así: "Os asustó lo que me queríais".
Tras dedicarse tal panegírico, no se puede hacer esperar más su mirada penetrante. Viajamos entonces al 23 de julio de 1919, momento de la creación en Milán de los Fasci Italiani di Combattimento, embrión del Partido Nacional Fascista. Es este el punto de partida de M, el hijo del siglo, la serie —emitida por SkyShowtime— que adapta la aclamada novela homónima de Antonio Scurati.
Con un brillante Luca Marinelli encarnando a Mussolini, los ocho capítulos de esta producción televisiva llevan la firma del director Joe Wright, conocido por filmes de temática tan diferente a esta obra como los dramas románticos Orgullo y prejuicio y Ana Karenina. Sin embargo, el cineasta británico también es responsable del biopic sobre Churchill El instante más oscuro, luego ha quedado probada su experiencia en el drama político.
La huella de Sorrentino
Aunque en M, el hijo del siglo se advierte, y mucho, otra huella, la de uno de sus productores ejecutivos. Nada menos que Paolo Sorrentino, quien, como director, ha demostrado ser todo un maestro a la hora de capturar la atención del público con sus movimientos de cámara, luz y teatralidad, algo que esta serie ofrece a raudales. Il Divo o La gran belleza pueden recordarse como ejemplos de esa forma de hacer cine.
Pero retornemos a ese nacimiento oficial del fascismo. Mussolini hace su entrada ante su legión de tullidos. Son veteranos de la Primera Guerra Mundial. Los olvidados en una época de destrucción y escombros. El caldo de cultivo perfecto para los extremismos. De ellos se servirá para auparse al poder mediante la "antipolítica", como él mismo define a su fascismo. La que plasma en las páginas de Il Popolo d'Italia, el periódico que dirige y usará de altavoz para sus nuevas ideas.
Sí, nuevas. Benito Amilcare Andrea Mussolini procede de una tradición socialista. Su padre se encargó de rubricarlo en sus tres nombres, todos inspirados en dirigentes progresistas —Benito Juárez, el primer presidente indígena de México— o revolucionarios. Y el futuro líder fascista dirigió antes de la Gran Guerra el periódico socialista Avanti, del que sería despedido precisamente por defender la participación de Italia en el conflicto europeo.
Ahora, los socialistas son sus enemigos y objetivo, por tanto, de las porras y pistolas de los camisas negras fascistas. Y aunque en algún momento de su fulgurante ascenso político se verá obligado a firmar treguas con sus antiguos correligionarios, "quien traiciona traicionará", como lee en una pintada que estos le han dedicado.
Licencias y verdad histórica
Mussolini, el hijo del siglo se toma licencias y aplica anacronismos. Vaya por delante un listado: en alguna intervención parlamentaria de Mussolini suena el Can't Help Falling in Love de Elvis Presley. Porque Mussolini obraba cual estrella del rock, y en la serie se lanza, literalmente, sobre sus fans, que lo llevan en volandas como a cualquier cantante en un concierto. Y durante otro de sus baños de multitudes, adapta una frase utilizada hasta la saciedad por otro político megalómano como él: "Make Italy great again".
Sin embargo, ello no impide que la trama respete el rigor histórico. Por ejemplo, muestra la toma de Fiume (península de Istria, actual Croacia) por un grupo de soldados al mando del poeta Gabriele D'Annunzio, al que Mussolini admiraba y envidiaba a partes iguales. También es cierta la detención del líder fascista por tenencia de armas y explosivos. Su pronta liberación por el gobierno le irrita, porque perjudica sus planes de tomar el poder. "Mussolini está destrozado, no lo convirtamos en mártir".
Sigamos con la trama histórica: en las elecciones de mayo de 1921 consigue ser elegido diputado, y ya no habrá vuelta atrás. "Giolitti cree que nos ha domesticado", dice en referencia al primer ministro Giovanni Giolitti, quien ha cometido un grave error: "Nos ha dejado estar donde no debemos estar", es decir, en el Parlamento.
La Marcha sobre Roma
La serie tampoco se deja llevar por la creatividad al narrar la Marcha sobre Roma, cuando en 1922 Mussolini venció la resistencia del rey Víctor Manuel III, que lo nombró primer ministro. La propaganda fascista situó al Duce al frente de la marcha. La realidad, no, pues el político viajó a la capital desde Milán en tren y sólo se uniría a sus camisas negras después de que el monarca le encargara formar gobierno. Y así se refleja en la serie.
Otros hechos históricos aludidos son la manipulación de las elecciones de 1924, que dio a Mussolini una mayoría aplastante, y el posterior secuestro y asesinato del líder socialista Giacomo Matteotti, la voz que se atrevió a desafiar a los fascistas en el parlamento, aunque siendo consciente de que le costaría caro: "He dado mi discurso", le dice a un compañero de escaño. "Ahora prepara una frase para mi funeral".
Aunque, en cuanto a frases lapidarias, las que se le atribuyen al propio Duce: "Es la última vez que hay elecciones. La próxima vez votaré yo por todos". "La democracia es preciosa, da mucha libertad, incluso la de destruirla". Y que el fascismo "siempre está en contra de algo o de alguien". Unas sentencias que bien pueden atribuirse a los movimientos de ultraderecha de la actualidad.
Con esas elecciones amañadas y sus nefastas consecuencias concluye M, el hijo del siglo, pero la historia del creador del fascismo da para varias temporadas más. Y a buen seguro las veremos.
