Publicada

“La cámara es maravillosa porque hace la mitad del trabajo”, asegura Carmen Maura (Madrid, 1945). Esta lección la aprendió casi al principio de todo, rodando junto a Emilio Gutiérrez Caba el cortometraje Ir a por lana (Miguel Ángel Díez, 1976), en los tiempos en que estas producciones se hacían en la más absoluta precariedad, “en una noche y con todo prestado”.

Hoy, convertida en un absoluto mito del cine europeo, la actriz ha aprendido también que hay que tener cuidado con el invento de los Lumière, a través del cual la han inmortalizado directores como Pedro Almodóvar, Fernando Trueba, Carlos Saura y hasta Francis Ford Coppola.

“La cámara hace la mitad del trabajo, sí, pero la tienes que respetar”, explica. “Hay actrices que dicen que lo mejor es ignorarla, pero si la ignoras también puede tener muy mala leche. Si la tratas bien, si la miras, si sabes que existe y que es más que un instrumento, si eres consciente de que la cámara es también toda la gente que la rodea y que está ahí para ayudarte, desde el foquista al de la grúa, entonces es un chollo”.

Esta íntima relación entre Maura y la cámara nos ha dejado algunos momentos imborrables, como aquellas liberadoras caladas a un canuto en Tigres de papel (Fernando Colomo, 1976), la película fundacional de la comedia madrileña que abría un debate generacional en la España de la Transición; el “¡Riégueme, no se corte, riégueme!” que el transexual al que interpreta lanza a un barrendero en La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1980); el caótico llanto en el taxi de Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988); la interpretación, cargada de dignidad y de dolor, de Suspiros de España en ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990); la trepidante persecución por los tejados en La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000)...

“No volvería a interpretar estos papeles, pero me siento muy orgullosa de haberlos hecho”, asegura Maura. “Lo que más me gusta de la profesión es cuando haces una película, te lo has pasado de puta madre, el público va a verla, y te dan goyas. A la gente le encantan los goyas”.

¿Puede otorgarle su quinto cabezón su nueva película, Vieja loca, y así desempatar con Verónica Forqué como la actriz más laureada del cine español? Las propuestas de género no suelen ser del gusto de los académicos, pero la actriz realiza un auténtico tour de force en la tensa y claustrofóbica ópera prima del guionista argentino Martín Máuregui, producida por J. A. Bayona.

Maura interpreta a Alicia, una anciana senil que se convierte en la peor pesadilla de su antiguo yerno, Pedro (Daniel Hendler), quien la va a ver a su escalofriante casa con jardín por hacerle un favor a su antigua novia. El filme, en la línea de Misery (Rob Reiner, 1987), aborda la transmisión de la violencia de generación en generación con una propuesta con mala leche y mucha sangre. Y una actuación muy física de Maura. “Tuve que empezar a hacer pesas para estar en forma, y no lo he dejado”, asegura la intérprete. “Lo odio, pero es muy positivo para mi salud”.

La película llega a las salas este viernes, tras una première en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, que ha aprovechado la coyuntura para convertir a Maura en una musa del terror, otorgándole su Premio Honorífico. Allí celebrará también La comunidad, que ha regresado a los cines por su 25 aniversario. “Fue uno de los rodajes más apasionantes que he vivido”, rememora. “Fue incluso un poco peligroso, con mucho trajín. Recuerdo que se me cayó encima una persiana que no me arrancó un brazo de puro milagro”.

En absoluta plenitud a sus 80 años recién cumplidos, olvidados antiguos dramas vitales y rupturas profesionales (fue muy sonada la que tuvo con Almodóvar), la actriz encadena una protagonista tras otra. En Venecia presentó Calle Málaga, película de Maryam Touzani que se llevó el Premio del Público y que representa a Marruecos en los Oscar, aunque no llegará a las salas españolas hasta 2026. Lo mismo ocurre con La cuidadora, nueva alianza con Álex de la Iglesia.

Pregunta. Cumplió 80 años el pasado 15 de septiembre. ¿Cómo lo lleva?

Respuesta. Noté menos los 70, pero estoy bien. La edad tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado, ya no tienes la misma energía. Por otro lado, de viejecita te puedes permitir decir y hacer lo que te dé la gana. Además, a esta edad, todo el mundo te trata como si fueras de porcelana, sobre todo en los rodajes. En Vieja loca me decían: “Haz un trocito y luego sigue tu doble”. Pero al final lo rodé casi todo yo.

Carmen Maura. Foto: Nieves Díaz

P. Tiene tres protagonistas preparados para asaltar las salas de cine…

R. Son, además, tres de los personajes más difíciles que he hecho. Tengo la suerte de que nunca he estado en el paro. En la primera parte de mi carrera hice muchísimas sustituciones. Cuando la actriz que consideraban ideal no estaba disponible, me llamaban a mí, porque siempre he servido lo mismo para un roto que para un descosido.

»La vocación me viene desde pequeña, cuando ya montaba teatritos con mis amigas, me inventaba comedias, las dirigía, me daba a mí misma el papel de mala… Y no sé de dónde me viene porque en mi familia nadie se dedica a esto. Simplemente se me da bien, porque no cursé estudios ni nada.

P. ¿Cuál es su sistema de trabajo?

R. Me preparo mucho los papeles en casa. Le doy mucha importancia al texto, aunque luego hay directores que sabes que te lo van a cambiar. En eso tuve una buena escuela con Almodóvar, que te llegaba por la mañana con dos hojas nuevas. Memorizar esos tochos es una lata, pero es lo que te da seguridad.

“No me parece justo que ahora las chicas lo tengan más fácil que los chicos para rodar”

P. ¿Cómo llegó a Vieja loca?

R. Pues a través del director, Martín Mauregui, con el que me he llevado genial. Me envió el guion acompañado de una carta en la que me decía que no siguiera leyendo si no estaba convencida ya en la página 3. Pero me hizo gracia y me fui para allá. Y me lo he pasado fenomenal. Era como estar en un parque de atracciones.

P. ¿Cómo se ha llevado con su partenaire, Daniel Hendler, que se pasa buena parte del filme atado a un sillón?

R. Me ayudó muchísimo en la película, a pesar de que como intérpretes y como personas somos completamente diferentes. El pobre se tiró inmovilizado casi todo el rodaje y a veces me pedía que le rascara la oreja. Y él me ayudaba a levantarme del suelo si yo no podía.

P. ¿Qué significa para usted el Premio Honorífico de Sitges?

R. Me apetece mucho ir al festival, porque está lleno de gente loca y con muchas ganas de ver cine. Pero, si te digo la verdad, lo de los premios honoríficos me tiene un poco agotada. ¿Qué le vamos a hacer? Es lo que toca cuando te haces mayor. Para mí, mucho más importante que este tipo de galardones, es que el público vaya a las salas a ver mis películas. Esa es mi obsesión, mucho más que recibir buenas críticas. Es algo que noto por la calle, porque a mí todo el mundo me habla y enseguida me entero si lo que he hecho está funcionando o no.

»De Vieja loca he percibido que, además de dar miedo, también provoca risas, y es algo que me parece muy positivo. El mayor piropo que me pueden soltar es: “¡Ay, cómo me he reído contigo!”. Eso me encanta.

P. ¿Cómo es su relación con el cine de terror y fantástico como espectadora?

R. El cine fantástico puede tener un pase, pero el terror… De hecho, Vieja loca la he visto una vez y me puse mala. No creo que repita.

P. Su vinculación al género está sobre todo en sus filmes con De la Iglesia...

R. Con Álex siempre me lo paso bien porque nos entendemos, tenemos un sentido del humor parecido. A él le gusta mucho lo que hago.

P. ¿Qué podemos esperar de su nueva colaboración, La cuidadora?

R. Vengo a representar a la madre de Álex, que era una señora que estaba siempre arregladita en casa, desde por la mañana. A esta señora le ponen una cuidadora que parece fantástica y que luego resulta que no lo es tanto. Así que la primera mitad de la película estoy como relajada, y después empieza algo más terrorífico.

»Es curioso porque en estas tres películas tengo un aspecto físico muy diferente. En La cuidadora tengo unas pintas que no se parecen a nada que haya hecho hasta ahora.

Álex de la Iglesia, Asier Etxeandía, David Comrie, Marta Hazas, Carmen Maura y Blanca Suárez, en el rodaje de 'La cuidadora'

P. ¿Y cómo es el personaje que interpreta en Calle Málaga?

R. Pues es una mujer que vive súperfeliz en Tánger. Y entonces llega su hija, que se la quiere llevar a España. Lo bonito es que ella se enamora y tiene un amor muy intenso con un hombre muy guapo. Eso sí, fue un trabajo muy duro porque estoy en todas las secuencias y no era fácil trabajar con la directora, que insistía mucho, repetía mucho. Pero me he enamorado de Tánger.

P. En Calle Málaga se atreve con su primer desnudo completo.

R. Bueno, es muy discreto, porque está oscurito y tal. Pero me dijeron que tenía que desnudarme y acepté. Ahora me siento más liberada en todos los sentidos. Si me lo hubieran planteado hace cuatro años, a lo mejor hubiese dicho que no. No lo sé. Ahora no me importó, no sentí ningún apuro. Es curioso, pero con todas las películas que he hecho, con tantas comedias, nunca me lo habían pedido. El único problema es que tardamos un buen rato en rodarlo, pero ha quedado muy bien. No es nada escandaloso. Mucho más escandalosa es Vieja loca.

P. Hay incluso una violación en la película que lleva a Sitges…

R. Creo que pocas veces hemos visto una escena así, con una señora violando a un hombre. El rodaje de la escena fue duro porque yo me había preparado bien mi parte, pero no había pensado cómo iba a reaccionar Daniel. Y cuando lo vi gritar, llorar y todo eso, me quedé un poco hecha polvo. Esa noche me costó conciliar el sueño. Él lo hizo muy bien. Por suerte, solo tuvimos que rodarla una vez.

P. En Calle Málaga interpreta a una mujer que no quiere volver a España. ¿A usted le entran a veces ganas de abandonar también este país?

R. No, porque a dónde irías. Es que está todo fatal. Me horroriza lo que está pasando en Gaza. ¿Cómo se pueden repetir ciertas cosas que pensábamos que estaban olvidadas? Es alucinante. Y no se puede hacer nada desde nuestro sitio, lo que es un poco deprimente. Solo puedes sobrevivir e intentar hacer el menor daño posible. La verdad es que nunca he sentido ganas de irme de España, me gusta mi país, aunque en algunas cosas estamos haciendo el ridículo.

Carmen Maura, en 'Calle Málaga'

P. ¿En qué cosas?

R. No me voy a explayar porque no vamos a solucionar nada con ello.

P. ¿Cómo ve al cine español?

R. Ha dado un cambiazo enorme, hemos logrado muchísimo. Me acuerdo cuando salí por primera vez con Pedro a Estados Unidos. La gente no sabía ni dónde estaba España. Ahora nuestros directores están muy bien considerados. Lo que no me parece justo es que, con todo esto de la defensa de la mujer, ahora las chicas que empiezan lo tengan mucho más fácil que los chicos para hacer una película. Es algo que espero que se solucione. Fíjate en Fernando Colomo, por ejemplo, rodando ahora con no sé cuántos móviles…

P. ¿Se refiere a su último estreno, Las delicias del jardín?

R. Sí, me ha encantado. Y, además, no se nota nada lo de los móviles. Pero pienso que para un actor debe de ser difícil no ver la cámara. Con Colomo siempre he tenido la misma relación. Sigo siendo muy amiga suya y él sigue contando los mismos chistes tontos que ha contado siempre. Estoy muy orgullosa de él.

P. ¿Y de qué papel se siente usted más orgullosa?

R. He tenido grandes éxitos como ¡Ay, Carmela! o La comunidad. Y también he rodado películas fuera de España que me encantan que aquí no las ha visto nadie, porque no han encontrado distribución o por cualquier otra cosa. Y es una pena. Pero estoy contenta con todo lo que he hecho.

»Lo que me parece más positivo es que he trabajado continuamente. He tenido mucha suerte, porque me han dado papeles muy inspiradores, en los que siempre había mucho que hacer. Creo que la clave ha estado en tener un físico normalito, que no es espectacular por ningún lado. No soy ni muy guapa, ni muy alta, ni muy baja… Eso ha facilitado que pueda disfrazarme de muchas cosas distintas.