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Si a Mel Brooks cuando era pequeño no lo hubiese fascinado la película Frankenstein de James Whale (1931), probablemente el mundo sería un lugar mucho más aburrido sin la existencia de El jovencito Frankenstein.

Esa cima de la parodia que tomó al monstruo clásico del terror de los años 30 y lo sumergió en un torbellino de carcajadas, profanando el mito con la característica irreverencia de Brooks y, de paso, creando la primera comedia terrorífica de culto. (Inserte aquí un efecto de caballo relinchando.)

Estrenada un 15 de diciembre de 1974 (a nuestro país llegaría al año siguiente), esta delirante comedia nació de la complicidad creativa surgida entre Brooks y el actor Gene Wilder, que, aparte de tener pinta de loco encantador y una ternura subyacente perfecta para encarnar al particularísimo Frederick Frankenstein (¡Fronkensteen!), también coescribió el guion junto al director.

De hecho, la idea sobre un familiar de Frankenstein que no quiere saber nada de su antepasado fue del mismo Wilder, surgida entre los descansos del rodaje de Sillas de montar calientes (1974), el anterior filme que hicieron juntos. Y aunque los ejecutivos desde el principio no vieron muy clara la elección de Wilder, Brooks, fiel a su instinto, ignoró las presiones y, como no podía ser de otra manera, apostó por su amigo.

Combinando la adaptación cinematográfica de la novela de Mary Shelley con las míticas películas de la Universal de los años 30, para plasmar más eficazmente la atmósfera de aquellas películas inolvidables, Brooks rodó esta producción en blanco y negro, una rara elección en ese momento que disgustó profundamente a los productores.

Pero Brooks no cedió y finalmente se salió con la suya gracias al gran olfato del productor Alan Ladd Jr. y las bromas que lanzaba al espectador el mismo tráiler de la película: "¡En blanco y negro! ¡No se ofendan!" al estilo más puramente Brooks.

Un monstruo viene a verte.

En El jovencito Frankenstein, Gene Wilder interpreta a Frederick, un profesor universitario y neurocirujano, nieto del infame Victor Frankenstein, que está profundamente avergonzado de su linaje mientras insiste a todo el mundo en que su apellido se pronuncia ‘Fronkonsteen’.

Al heredar el castillo de su abuelo en Transilvania y, pese a su resistencia inicial, terminará cediendo a la tentación de seguir los pasos de su ancestro y emprender el experimento de devolver la vida a un cadáver. Y claro, no todo saldrá de la manera esperada, dando lugar a un monstruo algo desastroso pero entrañable, interpretado por el gran Peter Boyle.

Fotograma de 'El jovencito Frankestein'.

Y es que Brooks y Wilder lograron un equilibrio perfecto entre homenaje y parodia con todos los ticks del género en esta historia de un hombre que juega a ser Dios mientras deja un inevitable rastro de carcajadas a su paso.

La elección de rodarla en blanco y negro para capturar la atmósfera de las películas de terror clásicas fue fundamental, de hecho, el laboratorio que aparece en pantalla es el mismo que utilizó el director James Whale en su versión de 1931. Este detalle, más que un guiño, es una declaración de amor al cine. "Quería que todo se sintiera auténtico, aunque fuera una comedia", relata Brooks en sus memorias ¡Todo sobre mí!.

La cinta contó con un reparto inolvidable: Marty Feldman como el legendario Igor (¡Aigor!), que acabaría convirtiéndose en el ‘robaplanos’ oficial y el personaje más querido de la película gracias a su extraordinaria vis cómica y a su inconfundible mirada; Cloris Leachman, como la Frau Blücher, cuyo nombre hace instantáneamente relinchar a los caballos y que venía de ganar un Oscar como mejor actriz de reparto por La última película (1971); la recientemente desaparecida Teri Garr, como la sensual e inocente Inga y el gran (al parecer, en todos los sentidos) Peter Boyle encarnando al particular monstruo.

Eso sí, también hubo una sorprendente e inesperada aparición en la película. Gene Hackman jugaba al tenis con Gene Wilder y cuando supo en qué estaba trabajando le preguntó si había algo para él, ya que nunca había hecho comedia. El caso es que lo había, pero era un cameo tan pequeño, que a Wilder y Brooks les daba vergüenza ofrecérselo.

Finalmente, Hackman aceptó encantado y el ganador de un Oscar por French Connection (1971) acabó interpretando al ciego ermitaño, un papel diminuto y cómico que solo se hace reconocible por su voz.

Un rodaje a prueba de mandíbulas.

Que la filmación de El jovencito Frankenstein tuvo que ser extremadamente divertida y diferente se puede intuir en muchos momentos de la película, pero donde queda perfectamente reflejado es en las numerosas tomas falsas disponibles en Youtube.

De hecho, el mayor problema al que tuvo que enfrentarse su director Mel Brooks no fueron batallas de egos ni desastres naturales, sino que los miembros del equipo estallaban en carcajadas prácticamente en cada plano y arruinaban las tomas.

Para solucionarlo decidió comprar cien pañuelos blancos instándoles a que se los metieran en la boca cuando no pudiesen aguantar más las carcajadas.

En ese momento se dio cuenta de que había creado algo desternillante y muy especial tal y como demuestra que el último día de rodaje, su director Mel Brooks se encontrase a Gene Wilder escribiendo notas solo en un rincón del estudio. "Tengo ideas para más escenas", le dijo. Brooks le puso una mano en el hombro: "Se acabó, Gene. Hemos terminado". "Pero, Mel, ¡no quiero que esto termine nunca!" se lamentó Wilder.

A pesar de estrenarse a la vez que El coloso en llamas y El Padrino II, la película tuvo un gran éxito con un presupuesto inicial de menos de 3 millones de dólares que consiguió recaudar en taquilla más de 86 millones.

La crítica la acogió entre sus brazos desde el principio y recibió dos posteriores nominaciones al Oscar, a mejor guion adaptado y mejor sonido. Además, con el paso de los años, se convertiría también en exitoso musical de Broadway, consiguiendo la carcajada de diferentes generaciones.

El jovencito Frankenstein supuso la constatación del inmenso talento de dos genios, Brooks y Wilder, a quien la famosa crítica de cine Pauline Kael definió como "un borrón magnético" por su capacidad para difuminarse y a la vez capturar la atención del espectador.

No olvidemos que Wilder ya había sido el Willy Wonka de Un mundo de fantasía (1971) volviendo más tarde a demostrar su magia para la comedia en un puñado de clásicos como El hermano más listo de Sherlock Holmes (1975), La mujer de rojo (1984) o No me chilles que no te veo (1989).

Fronkonsteen contraataca.

Pero Mel Brooks, a pesar de estar cerca de ser un hombre centenario, parece continuar con la misma mentalidad que Clint Eastwood de querer seguir haciendo películas y está desarrollando una nueva serie de comedia basada en este gran hito de culto.

El nonagenario director será el productor ejecutivo de Very Young Frankenstein, una serie producida por 20th Television (propiedad de Disney) con el director Taika Waititi ( Jo Jo Rabbit, Boy) a los mandos del primer episodio, con el que ya trabajó anteriormente en la comedia Lo que hacemos en las sombras.

Además, también será el productor ejecutivo de Spaceballs 2, la secuela de la paródica La loca historia de las galaxias donde algunos actores como Bill Pullman regresarán a sus papeles originales en 2027.

Lo que está claro es que a sus 98 años, el creador de la mítica serie televisiva Superagente 86 y el primer productor que confió en un jovencísimo David Lynch para que dirigiese El hombre elefante no tiene previsto parar de momento. "A veces me preguntan: ‘Mel, ¿cuál es el secreto de una vida larga?’ y siempre respondo: ‘No morir".