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Tras horas de visionado de entrevistas al escritor y político ruso Eduard Limónov, y de lectura de sus ensayos, poesías y novelas, el actor Ben Whishaw le preguntó al director que le había encomendado encarnarlo, el también ruso Kirill Serébrennikov (Rostov del Don, 1969), cuáles eran sus planes. “Vamos a rodar una ópera punk sobre el Joker ruso”, respondió.

Así, Limonov es una balada fílmica en torno a una personalidad desmesurada que concentra el siglo XX “en su forma de resolver los problemas derramando sangre, en su apego al imperialismo, al fascismo y a la guerra y, al mismo tiempo, en su ensalzamiento de la literatura, el arte, la poesía y el amor, su ideas sobre el sexo, la búsqueda de libertad y su estancia en prisión”, en palabras del director.

La película es una versión libérrima, escrita a seis manos junto a Ben Hopkins y Pawel Pawlikowski, de la biografía novelada de Emmanuel Carrère sobre este estrafalario y bohemio intelectual devenido reaccionario militarista y nostálgico de las glorias de la Unión Soviética. No en vano, su seudónimo responde a una palabra polisémica rusa que significa tanto lima como granada.

Pregunta. ¿Dista mucho su Limónov del sublimado acercamiento de Carrère?

Respuesta. Su intención era acercar a la audiencia occidental a este extraño y desquiciado escritor ruso. Para hacerlo posible, Carrère creó su propia criatura a partir de sus novelas, de sus entrevistas y echándole imaginación. Así que lo que aparece en el libro es una especie de Frankenstein, pero mejor así, porque seguir una biografía real nos hubiera complicado el proyecto.

P. ¿Cómo surgió el cameo de Carrère en la película?

R. Para mí era importante tenerlo a bordo. Le convencí para venir a Rusia en un momento doloroso y complicado: era el segundo día después de que estallara la guerra en Ucrania y todo el equipo se había marchado de Moscú por sugerencia de las embajadas. Sé que después del rodaje se quedó más tiempo para grabar entrevistas en las que preguntó a la gente lo que sentían en esos días. En aquel momento todos pensábamos que la guerra solo se extendería dos o tres días, pero fíjate el tiempo que ha pasado y no parece tener fin.

P. ¿Cómo afectó la guerra al rodaje?

R. Ya habíamos construido el set de Nueva York en Moscú, pero no pudimos terminar de rodar porque se quedó vacío. Paramos el proyecto y todos nos dispersamos por Europa para empezar una nueva vida. Pero, de repente, uno de los productores italianos llamó para decirme que la película seguía adelante y que íbamos a reconstruir Nueva York en Riga, con menos presupuesto.

P. ¿Qué nueva luz arrojó la invasión de Ucrania al filme?

R. Ya no solo trataba sobre un poeta punk, sino de una personalidad pública que anima a la agresión en un momento en el que Rusia está ejerciendo una violencia terrible. De modo que la película podía apuntar al origen de la guerra, ofrecer una mayor comprensión sobre el odio y sobre cómo surgen los fascistas rusos.

Un héroe en la actualidad

P. ¿Cómo se percibe a Limónov en Rusia en estos momentos?

R. Como un héroe. De hecho, todo lo que predijo se ha hecho realidad. Vivimos en el mundo que anticipó. Él abrazaba la guerra, la anexión de Crimea… Hablaba sobre reconstruir la Unión Soviética, el muro de Berlín y el telón de acero y el regreso a los tiempos estalinistas.

Ben WInshaw caracterizado como 'Limonov'

P. Ben Whishaw parece el actor idóneo para el personaje. ¿Lo tuvo usted tan claro sobre el guion?

R. No lo intenté con ningún otro actor. No hice casting. Fue una decisión rotunda. Antes de conocernos, ponía sus fotos junto a las del rostro de Limónov y quedaba claro que este papel le pertenecía. Pero Ben nunca había oído hablar de él. Limónov no era en absoluto relevante para él, así que tuvimos que hacer un gran trabajo de inmersión antes de rodar.

P. Más allá de su parecido físico, ¿qué cualidades actorales apreciaba en Wishaw?

R. Es de la vieja escuela. Ben no actúa, se convierte en una nueva persona, lo cual fue una ventaja, porque no quería que fingiera ser Limónov.

P. ¿Qué primó al escoger las canciones, sus letras o las bandas que las interpretan?

R. Ambas. Normalmente construyo la estructura de las películas solo con la música, y después nos servimos de las canciones en el set.

P. Ha mezclado formatos: blanco y negro, color, códigos de cómic... ¿A qué responde esta amalgama estética?

R. Limónov es un embaucador, un bromista, así que teníamos que encontrar la forma de narrar sus aventuras y su transformación de poeta punk en fascista, nacionalista y agente destructor del mundo.

P. ¿Hay algún director de aquella época que le haya servido de inspiración para la atmósfera?

R. Cuando era joven me conmovía el director británico Ken Russell y sus alocadas biografías sobre compositores, las de Chaikovski, Debussy, Mahler y Schubert, pero también las de Valentino, Isadora Duncan… Hizo perlas audiovisuales sobre personajes famosos de la cultura. Coincido con él en que a través de esta vía, del retrato de personas reales, puedes abordar una época y los problemas de su siglo, mucho mejor incluso que a través de la ficción.