Itsaso Arana en el rodaje de 'Las chicas están bien'

Itsaso Arana en el rodaje de 'Las chicas están bien'

Cine

Itsaso Arana: "El arte y el amor nos invitan a arriesgar, son los lugares en los que la vida es más vida"

La actriz debuta en la dirección con 'Las chicas están bien', donde se reapropia de los cuentos clásicos para ofrecer un nuevo tipo de camaradería femenina

25 agosto, 2023 01:22

Tras una larga trayectoria en el teatro como uno de los rostros principales del colectivo La Tristura, Itsaso Arana (Navarra,1985) dio el salto al cine de la mano de Jonás Trueba, con el que ha trabajado en La Reconquista (2016), La virgen de agosto (2019) y Tenéis que venir a verla (2022). También la hemos podido ver en series como Reyes de la noche o Las últimas de la fila y otros filmes como Diecisiete (Daniel Sánchez Arévalo, 2019) y La voluntaria (Nely Reguera, 2022).

Ahora, se lanza a la dirección con Las chicas están bien, un filme con el sello de Los Ilusos, la productora de Jonás Trueba, en el que cinco actrices ensayan una obra de teatro en una casa de campo, apartada del mundo. Irene Escolar, Bárbara Lennie, Itziar Manero, Helena Ezquerro y la propia Arana interpretan versiones ficticias de ellas mismas, mientras debaten sobre la muerte, el amor, la actuación, la belleza, el deseo… Vida y cine se dan la mano en esta película que opta por reapropiarse de los cuentos clásicos para ofrecer un nuevo tipo de camaradería femenina y que tuvo una gran acogida a su paso por la sección oficial del Festival de Karlovy Vary.

Pregunta. Las chicas están bien es difícil de clasificar en cuanto al género…

Respuesta. Cuando estás viendo la película no sabes si es un documental, un cuento de verano, un relato confesional, teatro leído, un filme de época… Tiene muchos costados. Supongo que es como entrar en mi cabeza. Hay un bagaje de teatro, de cine y de metaficción que para mí es natural.

P. ¿Cuál fue la idea que dio pie a la película?

R. Nace de una vivencia que es muy común. En mi familia hay muchas mujeres y todas estuvimos alrededor de la cama de mi padre a lo largo de una semana cuando se estaba muriendo. Es una imagen que se quedó reverberando dentro de mí y una vivencia que cambió mi existencia y me hizo ver lo que me rodeaba desde otro punto de vista. De alguna manera, la muerte de un ser querido te despierta. Y de ese despertar y de esa imagen surgió una conexión con esas historias de mujeres encerradas desesperadas, como puede ser La casa de Bernarda Alba u otros relatos victorianos. Todo ese imaginario siempre me había apelado, aunque no sabía por qué, y de repente me di cuenta de que ese era mi mundo y que había algo ahí que yo podía explicar.

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P. ¿A partir de ahí, cómo se va desarrollando el proyecto?

R. Tardé cinco años en hacer la película, y no porque estuviera financiandola. Tuve que reunir el valor y la confianza para convencerme de que podía hacer algo con todo esto, que era muy particular y personal y, al mismo tiempo, muy universal. La clave fue identificar toda esa capa estética literaria que me permitía despegar esa vivencia tan profunda, honda y solemne, aligerarla y darle un tono en el que me podía sentir cómoda. La elección de las actrices también fue clave, ya que fue algo previo al guion. Son irremplazables.

P. Hábleme del proceso de desarrollo del guion. ¿Cómo de involucradas estuvieron las actrices para elaborar esa versión de ellas mismas?

R. Todas eran amigas y yo ya había trabajado con ellas. Entraron a ciegas en el proyecto, de una manera poco convencional. La confianza, una confianza recíproca, fue clave para este juego en el que todas nos transparentamos, la primera yo. Les sedujo mi necesidad profunda de hacer la película, y de hacerla con ellas y no estar negociando esa posibilidad. Sentía que solo podía hacerla con ellas, y creo que eso no le pasa tantas veces a una actriz. Hicimos entrevistas filmadas sobre los temas de la película y ahí acabamos recopilando una especie de álbum o anecdotario de lecciones de vida que cada una ha tenido sobre la muerte, el amor, la actuación, la belleza, el deseo… Y, a partir de ahí, escribí la película. Evidentemente, está todo muy escrito, muy seleccionado y muy cuidado.

P. La película sugiere una cierta fascinación por el acto de ensayar. ¿Es así?

R. Más que el ensayo, diría que me interesa cómo los procesos creativos te van transformando. Para la película, quería indagar en cómo un colectivo se aparta del mundo para repensarse. Me fascinan las cuestiones vitales que se generan alrededor de las obras. Los materiales a los que nos enfrentamos en este arte extraño y alquímico de la actuación siempre nos cambian. Y a una escritora le pasa lo mismo. El arte y el amor nos invitan a arriesgar y, aunque suene un poco cursi, son los lugares en los que la vida es más vida, zumo concentrado de vida. Los ensayos, por tanto, eran una excusa para atender a la transformación de este grupo.

»Me gusta y me repele la repetición tanto en el teatro, disciplina a la que dediqué toda mi veintena, como en el cine, en donde trabajo desde los treinta. Pero en las variaciones que se producen creo que hay algo super interesante. En la película hay una especie de álbum de formas diferentes de actuación: a veces estamos distanciadas, a veces más encarnadas, en otras ocasiones da la impresión de que se trata de un rodaje… Me interesan mucho esas distintas texturas de la actuación.

P. Hay varias referencias a los cuentos infantiles de princesas, desde la historia del guisante, la aparición del sapo o la cita final de Vivian Gornick. ¿Que trataba de hacer al introducirlos en la película desde una perspectiva diferente a la habitual?

R. Es esa capa literaria que me permitía despegarme de la realidad. He intentado reapropiarme de ciertos cuentos, como el de la princesa y el guisante, que siempre me ha generado fascinación e inquietud al mismo tiempo. Los cuentos siempre tienen algo tenebroso, algo que no acabas de comprender, y este cuento me volvía loca. La cita de Vivian Gornick me despertó porque lo hilaba con una sensación de insatisfacción y de incomodidad que arrastro. Hay algo que siempre me molesta y que no me permite encajar del todo en este mundo y me doy cuenta que ese guisante también ha sido un motor en mi vida, un motor de esa insatisfacción que me lleva a todas las locuras en las que me meto. Y hace más presente una delicadeza y una fragilidad a la que te puedes agarrar. Esta película nace de una fragilidad, que en realidad viene de la fuerza.

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P. ¿El tema principal de la película es la amistad femenina y sus dinámicas?

R. La película tiene muchos temas, pero sí me gustaría que ese fuera el aire con el que el espectador se quede. Buscaba capturar esa sensación de formar parte de un grupo, una camaradería entre mujeres y actrices. Las chicas están bien respira eso, es lo que vehicula los temas que se tratan, temas hondos tratados de manera ligera a través de una empatía que van trabajando.

P. Se habla mucho del tono en el filme. ¿Fue difícil encontrarlo?

R. Sí, es lo más difícil de encontrar en una película. En apariencia el tono es algo sonoro, pero en realidad tiene que ver con desde donde dices las cosas, desde donde haces la película, que escala estás imaginando. Tiene que ver con la producción y, por eso, puede recordar a otras películas ilusas, porque esa ha sido mi escuela y es la filosofía de trabajo que me ha hecho imaginarme como directora a una escala tan pequeña. Sí, el tono es el quid de la cuestión. Creo que lo he encontrado una vez terminada la película, pero tenía una intuición muy potente respecto a desde dónde quería que hablasen las actrices, desde donde quería filmar, como me quería posicionar, que luz usar, que lugar… El tono lo es todo: es el espacio, es el ritmo…

Itziar Manero, Bárbara Lennie, Itsaso Arana, Helena Ezquerro e Irene Escolar

Itziar Manero, Bárbara Lennie, Itsaso Arana, Helena Ezquerro e Irene Escolar

P. ¿Tenías referencias concretas de otras películas o directores?

R. Sí, la verdad es que tenía muchos referentes, pero al mismo tiempo el proyecto es bastante silvestre, no ha pasado ningún control. A parte de las películas ilusas, que siempre digo que han sido mi escuela, encontré inspiración en cineastas que admiro como Mia Hansen-Love, Sophie Letourner, por el tono desenfadado con el que retrata la amistad y la locura femenina, Matias Piñeiro y esos filmes sobre ensayos de obras de Shakespeare con repartos femeninos, Céline Schiamma y su Retrato de una mujer en llamas, con su tratamiento de época minimalista y muy contemporánea… Tengo muchos estéticos y éticos.

P. ¿Que has tratado de aportar como directora que quizá no has visto en otros rodajes?

R. He tratado de rodar sin estar a expensas de lo que se supone que tiene que ser una película o de cómo se tiene que producir, incluso poniéndome trampas como actuar yo misma, lo que hacía que no tuviera el control total. Es una película muy abocetada y hecha con mucho atrevimiento. Tampoco quería ser demasiado exigente o perfeccionista, dentro de que lo soy, pero no quería atrapar la película, sino dejarla ser, eso ha sido uno de mis mantras. También he intentado generar un ecosistema de trabajo donde la gente se sintiera cuidada, donde los valores de la película estuvieran en la propia película sin ser un manifiesto ni ilustrar una idea con el aire feminista de los tiempo, ni decir es de mujeres, de amigas… Para mi eso tenía que estar dentro de la película. Todos los valores e ideas de la película tenían que formar parte de la filosofía y la forma de trabajar y del trato en el rodaje.