La crisis de refugiados que asoló Europa hace seis años ha sido reflejada en numerosos documentales de gran valor como Fuego en el mar (Gianfranco Rosi, 2016), Nacido en Siria (Hernán Zin, 2016) o Mr. Gay Syria (Ayse Toprak, 2017). En la reciente Cartas mojadas, de Paula Palacios, la directora reflejaba el trabajo del barco Open Arms ayudando a migrantes que surcan el mar Mediterráneo buscando una vida mejor y encontrando muchas veces la muerte. Ahora, el cine regresa a este drama humano que aún no ha terminado reflejando los inicios de esa organización con actores interpretando a los personajes reales.

Eduard Fernández se mete en la piel de Oscar Camps, líder y fundador de la ONG, mientras conocemos también a su hija Esther (Anna Castillo) y otros futuros miembros de la tripulación como Gerard (Dani Rovira) o Nico (Sergi López). Todo comienza cuando el dueño de una empresa de socorristas (Fernández) decide viajar a Lesbos después de ver la famosa fotografía de Aylan, el niño que apareció muerto en una playa turca. Acompañado de Gerard y después por la propia Esther, en la isla griega deberán salvar a los náufragos pero también se enfrentarán a unas autoridades locales desbordadas.

Tras el éxito de 100 metros (2016), en la que Dani Rovira interpretaba a un paciente de esclerosis múltiple que participa en una prueba deportiva de gran dureza, Marcel Barrena (Barcelona, 1981) vuelve a inspirarse en personajes reales para contar una historia de gran calado humano. En Mediterráneo, preseleccionada por la Academia de Cine española como candidata al Oscar junto a Madres paralelas de AlmodóvarEl buen patrón de Fernando León de Aranoa, vemos heroísmo y buenos sentimientos pero también a un personaje como Camps que no controla su ira y se mete en líos o las complejidades de una situación explosiva en la que los habitantes y las autoridades de una pequeña isla turística como Lesbos deben lidiar con una tragedia que les excede.  

Pregunta. ¿Por qué quiso hacer una película sobre los inicios de Open Arms?

Respuesta. Quiero reflejar la lucha contra la ignorancia, que es la creadora del miedo y del odio. Quiero reivindicar la dignidad de los oficios porque todos podemos aportar nuestro granito de arena: carnicero, cartero, o en este caso, el socorrista que decide actuar para cambiar algo. Y lo hace ligado a su profesión porque es lo que sabe hacer. No sabe hacer más que ser socorrista pero utiliza su arma para ir más allá de su obligación. Mi arma es el cine.

Anna Castillo, Dani Rovira y Eduard Fernández en un momento de 'Meditarráneo'

P. Vemos, por ejemplo, que los refugiados revientan sus propias embarcaciones para que los rescaten en el mar y no dentro de ellas y así poder quedarse en Europa. ¿Se plantean situaciones complejas donde no es tan sencillo saber cómo actuar?

R. Hay una línea muy clara que separa el bien del mal, cuando tienes a un náufrago que puede morir ahogado, ¿lo rescatas o no? Aquí hay una decisión incuestionable. A partir de aquí, surgen mil complejidades para las que no hay una respuesta. Yo no quería que Mediterráneo fuera una película política para centrarme en lo humano pero plantea un problema que solo puede resolverse desde la política. En este caso, lo que pasa en tierra no puede ser responsabilidad de los socorristas. Veamos por ejemplo el caso de la dueña de un hotel en Lesbos con la que estuve hablando. Cuando comenzó la crisis y escaseaban los turistas comenzó a alojar refugiados en las habitaciones libres. A medida que llegaban cada vez más, todo el hotel estaba lleno con ellos. ¿Qué hacer? La mujer también tenía un negocio que mantener. Ella me decía “no puedo ayudar más” con el corazón roto pero lo entendías perfectamente.

P. ¿Se obligó a los habitantes de Lesbos de manera cruel a escoger entre ser unos héroes o unos villanos?

R. Todos estaban desbordados, la gente que vive del turismo porque se acabó la estampa del pueblo griego pintoresco de pescadores con su casita y su iglesia para convertirse en el centro de la tragedia. Las gentes del mar porque constantemente tenían que rescatar a los refugiados sin poder hacer su trabajo y se llenó de flotadores y de plásticos. Los guardacostas y la policía local también se enfrentaban a una situación que va mucho más de ellos mismos como la guerra en Siria, el tráfico de armas internacional o la situación en Afganistán. No se puede trasladar a la población de una pequeña isla un problema que es global y que va mucho más allá de sus posibilidades. Seguro que un pescador de Lesbos no tiene la culpa. Al mismo tiempo, los refugiados tienen que ser salvados, tienen que vivir, es muy injusto. La complejidad es grande.

P. El fundador, Oscar Camps (Fernández), se mete en líos porque no controla su ira. ¿No quería un retrato edulcorado?

R. Somos muy amigos. Es que él es así. Cuando le enseñé el primer corte me dijo, “yo no tengo tan mal humor”. Pero es tal cual. Es un personaje muy complejo, no todos somos buenos o malos. Los grandes personajes necesitan de un carácter duro para esquivar los obstáculos que se levantan en su camino. No quería hacer una película blanca o que los socorristas parecieran modelos a seguir. Los seres humanos no siempre somos ideales en todo.

P. ¿Es más complicado hacer una película basada en una historia real cuando los personajes están vivos?

R. Venía con un poco de experiencia por un documental que rodé, Món petit (2012), que trata sobre un niño en una silla de ruedas. Ese trabajo fue una inspiración en la vida porque aprendí a empatizar, ese chaval es un genio a pesar de lo que tiene que superar. 100 metros (2016) es una película más transparente que Mediterráneo en la que queríamos dar a conocer al público la esclerosis múltiple. Allí también trabajamos con un personaje real. Plantea un problema, sin duda. Yo he tenido pesadillas con la idea de presentar alguna de estas películas y que los personajes reales digan en la rueda de prensa que la película es una mierda. Por supuesto, adquieres un compromiso. Si dejamos mal a Open Arms los hundimos para siempre. Al mismo tiempo, ellos comprendieron que en una película de ficción tienes que tomarte ciertas licencias para que funcione dramáticamente.

MEDITERRÁNEO Tráiler Oficial | 1 octubre solo cines

P. Vemos muchas escenas con los naufragios y el salvamento. ¿Fueron muy complicadas de rodar?

R. Muchísimo. Había que poner orden en el caos más absoluto. Se caían las cámaras al agua y las perdíamos, era espantoso. Luego teníamos el problema de los contraplanos. ¿Si en plano tienes una ola y luego cuando das la vuelta para el contraplano ya no está, qué haces? No siempre podíamos rodar en mar abierto, por una cuestión legal de aguas territoriales. Así que teníamos que rodar cerca de la costa con lo cual en el contraplano se veía el pueblo. Había que darle la vuelta a todo para rodar desde el mismo ángulo pero que se viera al revés. Había que girar la barca, a la gente, los flotadores y trescientos tíos en el agua. Fue horrible, horroroso. Al final quería utilizar el caos a nuestro favor pero fue lo más duro que he hecho en mi vida.

P. A la hora de abordar un tema tan dramático en sí mismo, ¿le preocupaba ser demasiado sentimental o cursi?

R. Teníamos que luchar contra nosotros mismos para no caer en lo cursi o lo demasiado dramático porque la habríamos cagado. También tienes que luchar contra el guionista que llevas dentro. Por ejemplo, hubiera sido un error montar un lío romántico entre el personaje de Esther (Anna Castillo) y el fotógrafo por mucho que son cosas que te surgen como guionista cuando estás escribiendo. Lo que tenía que ganar en importancia es el realismo. Por eso trabajamos con refugiados reales.

@juansarda