Las leyes de la termodinámica

¿Qué tienen que ver la atracción de los planetas, las leyes de la gravedad o la radiación de los agujeros negros con las relaciones de pareja? Todo, o casi todo, o al menos esa es la premisa de la ligera Las leyes de la termodinámica en la que Mateo Gil propone una historia de amor y desamor en la que lo que guía a los personajes no es la voluntad, el capricho o el deseo sino unas leyes cósmicas lejanas e inmutables a las que estamos sometidos todos los seres humanos. Es un punto de vista tan original como arriesgado, en el que Gil logra encontrar el sentido al sinsentido de la irracionalidad humana partiendo de física cuántica y teoría de la relatividad general. El resultado es a ratos estimulante, en otros un desvaído, y finalmente simpática en una película agradable de ver a la que le falta soltarse un poco el pelo.



El protagonista es Manel, un treintañero perdido y con un trabajo en la universidad más que precario que está obsesionado al mismo tiempo con su doctorado en astrofísica como con lograr una relación estable con la mujer de su vida. Primero, corta con su novia de siempre (Irene Escolar), y después conoce a una fabulosa modelo (Berta Vázquez) con la que comienza una relación en la que ejerce el papel de novio obsesivo y celoso. Mientras, como un espejo para el protagonista, su mejor amigo (Chino Darín) es un ligón sin remedio al que le importa un bledo las teorías de Einstein y se pasa la vida ligando compulsivamente en Tinder. Todo ello, trufado de declaraciones de astrofísicos que vienen a ilustrar las leyes que guían a las desventuras de los personajes.



Célebre por sus guiones con Alejandro Amenábar, con el que colaboró en películas tan exitosas como TesisMar adentro (2004), Mateo Gil ha desarrollado como director una sólida trayectoria que incluye westerns como Blackthorn (2011) o películas de ciencia ficción fuera de la norma como la gélida Proyecto Lázaro (2016). En realidad toda la trayectoria de Mateo Gil ha estado muy relacionada con la ciencia y en una peculiar manera de entender la ciencia ficción que obtuvo reconocimiento universal. En este caso, Las leyes de la termodinámica funciona como película de entretenimiento y gracias a unos actores simpáticos y guapos te la tragas. Se echa en falta un poco más de ambición aunque quizá era esa la intención.



Arranca de esta manera un Festival de Málaga en el que no se sabe muy bien qué cabe esperar. Muy esclavo de la propia calidad de la cosecha del cine español de los últimos meses, salvo experimentos como los de David Trueba con Casi 40, el Festival se lo juega todo al fulgor de los debutantes, lo cual siempre resulta tan excitante como arriesgado. Cineastas nobeles, o casi, como Pau Durà, Elena Trapé o Carlos Fernández de Vigo podrían tener la clave. Mientras prosigue un engranaje con Latinoamérica de resultados inciertos. Pocas veces se ha jugado Málaga su propio prestigio aunque si falla, la culpa no será suya sino de un cine español que cada vez más condena a un cine de perfil más autoral o simplemente menos comercial a unos presupuestos raquíticos. Los debutantes necesitan rodar y lo están haciendo. Cabe esperar que mejoren pronto también las condiciones. En Málaga brillará, o no, el nuevo talento. Siempre cabe esperar lo mejor, por supuesto.



@juansarda