Santiago Mitre

El director argentino estrena La cordillera, un filme que aborda el poder con mayúsculas a partir de una cumbre de líderes latinoamericanos que se celebra en los Andes chilenos. Ricardo Darín interpreta en la película al presidente argentino.

Fue en 2011 cuando Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980) debutó con un filme fantástico, El estudiante, en el que indagaba en las profundidades del juego político a partir del reparto de cargos y la militancia en una universidad de Buenos Aires. Después llegó Paulina (2015), donde veíamos la odisea de una mujer que después de sufrir una violación se negaba a abortar. Y ahora Mitre regresa al mundo de la política en La cordillera para contarnos no los entresijos de la lucha de poder en una facultad sino para hablarnos del poder con mayúsculas a partir de una cumbre de líderes latinoamericanos que se celebra en los Andes chilenos. Una cumbre de esas que estamos acostumbrados a ver por las noticias en la que los mandatarios deben decidir si crean, o no, una unión suramericana de empresas petrolíferas. El protagonista es el presidente de Argentina (Ricardo Darín), quien además de lidiar con las negociaciones de la cumbre y las presiones de Estados Unidos también debe resolver un problema personal ya que el ex marido de su inestable hija (Dolores Fonzi) lo ha amenazado con desvelar irregularidades que cometió durante su etapa como alcalde de una ciudad de la Pampa. Un filme con formas de thriller en el que lo público y lo personal se enlazan creando una sensación de misterio electrizante.



P.- De los pasillos de la universidad en El estudiante a una cumbre con los líderes latinoamericanos con un protagonista como Ricardo Darín. Casi parece una metáfora de la propia evolución de su trayectoria.

R.- Espero no haber vendido el alma al diablo. Es una película realmente grande, pero quiero pensar que la he hecho sin haberme traicionado a mí mismo. Veo la película y me siento muy representado. Pude poner sobre la mesa las cosas que quería poner sobre la mesa. Como filme es un objeto singular y creo que hemos conseguido que sea crítico con los problemas de las altas esferas.



P.- Es curioso porque tanto en España como en el cine latinoamericano hay muy pocas películas que reflejen esas altas esferas al contrario de lo que sucede en Estados Unidos. ¿Tiene alguna idea de por qué?

R.- En Argentina es la primera vez que se hace una película de este estilo y por eso es un problema y un desafío. Sí se han hecho películas históricas sobre el poder pero no como esta que crea un contexto de ficción en el mundo contemporáneo. No se trata de recrear sucesos más o menos recientes, por eso diseñamos esa primera secuencia. Me parece que la ficción política es un modo de intervenir, no es necesario hablar de los problemas concretos.



P.- ¿Es imposible hacer una película sobre política y que no aparezca la corrupción y aún más en el mundo latino?

R.- No creo que sea algo exclusivo del mundo latino. Es inevitable cuando retratas el mundo político que surja la propia corrupción. La política en democracia está tan atravesada por el negocio que es muy difícil que no aparezca. Ese el gran problema.



P.- ¿De qué manera se ha documentado para reflejar ese mundo de las cumbres internacionales?

R.- Mi padre ha trabajado en política internacional y fue mi asesor sobre los detalles concretos. También leí un libro de Max Weber, La política como vocación. Es un texto muy claro en cómo caracteriza el ejercicio de la política moderna y a la hora de hablar de esas fuerzas diabólicas que están interviniendo. Por lo demás me dejé guiar por mi intuición y hay mucho de invención.



P.- Hablando de esas fuerzas diabólicas, ¿quería hacer una suerte de manifiesto maniqueísta con esa invocación a la existencia del mal?

R.- Cuando el personaje de la periodista que interpreta Elena Anaya le pregunta al presidente por eso es una escena interesante pero osada. En general no vemos a los poderosos ser confrontados de esta manera y me gusta que se le pregunte por esto. Los políticos no hablan nunca de eso pero están acostumbrados a lidiar con el bien y el mal. No me dan miedo los diálogos elaborados y el trabajo sobre cierta moral.



Una imagen de La cordillera

P.- ¿El protagonista es un presidente de izquierdas porque si fuera de derechas le hubieran dicho que es un filme partidista?

R.- Probablemente eso es cierto. Yo lo veo como un político de estos que vemos en el siglo XXI que tienen un discurso vacío y aunque se suponga que son progresistas se les olvida en seguida. Podríamos decir que es un Macron.



P.- Es un presidente que apenas habla, ¿es eso del "silencio del poder"?

P.- Vemos cómo Darín espera su momento y mientras escucha y calla. Está jugando al póker y deja que el canciller haga por su cuenta, cuando se reúne con el presidente mexicano no contesta… está esperando y armándose para finalmente actuar. Es un tópico pero la soledad del poder existe, y cuanto más arriba estás, más solo también.



P.- En el filme vemos cómo lo público y lo privado se superponen. ¿Cómo se establece la relación entre ambas esferas?

R.- Ese péndulo entre lo público y lo privado me interesa mucho. Vemos a un presidente retraído en su ámbito personal y que públicamente se convierte en otra cosa. Me interesa ver cómo funciona de manera distintas según dónde se coloca. Creo que expresa muy bien la máscara de los políticos de ahora. Por eso me gusta mucho el personaje de la hija, viene a decir las cosas de una manera un poco loca pero expresa un síntoma de lo que sucede. El personaje de Elana Anaya hace un poco lo mismo desde un lugar más racional. Ambas se encargan de plantear alguna verdad sobre lo que estamos viendo.



P.- Las escenas de la hipnosis de la hija del presidente cambian el tono completamente. ¿Cómo surgen?

R.- Hay dos cosas. El inconsciente es un abismo, representa algo que no sabemos muy bien qué es, si es la verdad, no importa tanto, lo que importa es cómo rebota en él. En el filme también importa como procedimiento de extrañamiento porque hay algo de enrarecer la peli y liberarme del realismo que ya estaba en El estudiante. Veo la política como una zona de misterio, un lugar inquietante. Pienso en esos crímenes recientes irresueltos que seguimos sin saber cómo sucedieron. La hipnosis nos permite que la película trabaje en un lugar más libre.



P.- Al final deja muchos cabos irresueltos…

R.- Entiendo que para algún tipo de espectador eso sea pedir demasiado pero a mí me gustan esos agujeros negros en el guión, me gusta crear zonas interesantes expresándome mediante la metonimia.



P.- Vemos también la política en su aspecto representativo, como forma de espectáculo.

R.- Es indicativo que el avión presidencial tenga un salón de peluquero y una sala de maquillaje. Hay elementos en común porque hay una puesta en escena y eso es parte del trabajo de los políticos. Una cumbre en realidad es un lugar en el que casi no pasa nada, en este filme sí pasa porque es una película, pero en realidad se llega con todo acordado y hablado y en las reuniones solo hay discursos políticamente correctos, es por detrás donde sucede todo y eso también lo vemos.



@juansarda