Vícto Gaviria durante el rodaje de la película

El director colombiano estrena La mujer del animal, un duro retrato de la violencia de género en Colombia premiada en el Festival de Málaga.

Tras ser descubierta disfrazándose de Virgen, Amparo huye por miedo a su padre del internado de monjas que la acogían. Se marcha a un barrio marginal de Medellín, donde su hermana la cobija. Allí conoce a Libardo, un delincuente que amedrenta a la comunidad, especialmente agresivo con las mujeres, que queda prendado de Amparo y la rapta para obligarla a vivir con ella. Así arranca La mujer del animal, una cruda y durísima historia de violencia de género basada en una historia real con la que el director colombiano Víctor Gaviria (Liborina, 1955), que compitió en Cannes con Rodrigo D: No futuro (1990) y La vendedora de rosas (1998), regresa a las pantallas tras once años del estreno de Sumas y restas (2005). En su cuarta película continua con su fórmula de cine hiperrealista que se vale de actores no profesionales para imprimirle verdad a las imágenes. La película fue premiada en el Festival de Málaga con las Biznagas de Plata a Mejor Director y Mejor Montaje.



P.- Ver La mujer del animal es una experiencia realmente dura. ¿Por qué ha sido tan crudo a la hora de retratar la historia de esta mujer?

R.- El testimonio de Margarita Gómez, la mujer que inspiró la película, era desde el principio muy crudo. El animal, desde que la rapto mediante el uso de burundanga, no dejó ningún resquicio de humanidad en su trato con ella y Margarita no vivió ningún episodio agradable con él. Era un hombre que nunca conversó con ella, ni le pidió nada y no hacía sino odiarla, mortificarla y agredirla desde el día que decidió convertirla en su mujer. Solo hay un diálogo con algo de humanidad al final de la película, al que Margarita hacía referencia a menudo, pero en general no había espacio para la ternura. Llegué a la conclusión de que el retrato que uno podía hacer de esta situación es muy similar al de un campo de concentración, pero en este caso para una sola persona. Las modalidades de maltrato podían ir de la vigilancia a los celos delirantes, pasando por el aislamiento, el hambre, las palizas…



P.- ¿Era un caso muy concreto el del animal que aborda la película o es algo más habitual de lo que podemos pensar?

R.- Durante el casting para la película, buscando a los actores naturales para los papeles entre personas que hubieran estado en circunstancias similares en los mismos universos sociales, empiezo a encontrarme animales por todas partes: abuelos, guerrilleros, milicianos, sicarios, paramilitares… Y mujeres de todo tipo agredidas de una manera salvaje, radical y extrema.



P.- Sin embargo es habitual que el relato de estas mujeres sea puesto en duda…

R.- Sí, los hombres en general no creen los relatos de estas mujeres y siempre dicen que algo habrán hecho para merecérselo. Para mí fue muy importante comprender que el dolor de Margarita no solo procedía del maltrato sino también del hecho de que nadie la hubiese ayudado. Ni sus familiares ni sus vecinos salieron en su defensa en ningún momento en los siete años que estuvo con el animal. Me parecía un aspecto digno de retratar. Sin embargo yo no era consciente de que la película iba a ser tan difícil de ver.



Una imagen de la película

P.- ¿Por qué nadie ayuda a Amparo?

R.- La historia ocurre de 1975 a 1981. En esa época estos barrios estaban muy abandonados, los caminos eran de tierra y la gente tenía que construir sus casas de cualquier manera. Al mismo tiempo no había ninguna autoridad presente y el miedo provocaba que nadie interviniera. Nadie quería añadir a la supervivencia tan dura y a la pobreza tan abrumadora un enemigo como el animal, que te podía agredir e incluso matar. El miedo además va produciendo una especie de normalización. Estos tipos son aceptados como son y todos son bandidos en su trato con las mujeres.



P.- Al espectador español seguro que le sorprende el lenguaje tan violento de la película. ¿Cómo lo trabajó?

P.- Todos los actores son interpretes naturales y en el casting se imponen aquellos que tiene talento para una dramaturgia cotidiana y aquellos que están bien frente a la cámara y no sufren pánico escénico. No son profesionales por lo que trabajan a partir de improvisaciones ya que conocen perfectamente cómo son sus personajes. En el caso del animal muchos de los diálogos están propuestos por el actor, que estaba todo el tiempo imbuido de una agresividad tremenda. Yo les concedo mucha autonomía porque de eso depende que estén con confianza y agreguen aspectos de sus vivencias.



P.- ¿En algún momento se planteó salir del realismo para ofrecer una escapatoria a la sensibilidad el espectador?

R.- No, en ningún momento. En el montaje inicial había más secuencias violentas, de la misma naturaleza de las que ya están en la película, pero me parecía ya muy abrumador. Los amigos a los que les mostraba la película me decían que era insoportable y traté de rebajar la carga.



P.- La vida en ese barrio marginal de Medellin parece tan dura como la agreste y afilada geografía del lugar. ¿Cómo fue el rodaje?

R.- Rodamos en el barrio de Nueva Jerusalén, en los límites de Medellín. Todas esas laderas están copadas por barrios y yo buscaba uno que estuviera en la misma dinámica de 1975. Tenía que ser autoconstruido, con caminos de tierra que impiden saber si uno está en la ciudad o en el campo, con gente muy pobre, con cafetales y matas de plátano… Subir hasta allí era dificilísimo y la pobreza golpeaba a todo el equipo. Los que visitaban el rodaje casi nunca volvían.



P.- ¿Ha mejorado la situación de la mujer en Colombia en los últimos años?

R.- La mujer se ha empoderado en todo el mundo y en Colombia y en Medellín también. Las autoridades están más presentes pero es cierto que hay muchas regiones, incluso dentro de la capital, en las que la situación es muy parecida a lo que se relata en la película. Hace 10 años, cuando había conflictos muy importantes con los paramilitares, las mujeres eran un botín de guerra. Y además, durante la investigación, me contaron muchas historias recientes de abusos. El animal es un alias casual que encontré en el relato de Margarita, pero sigue designando a personajes que existen hoy en día.



P.- ¿Cuál cree que es el caldo de cultivo para que surja este tipo de persona, este animal con un nivel de empatía tan ínfimo?

R.- La historia del país. El verdadero animal, el personaje real, viene directamente de unas zonas campesinas del oriente de Antioquia, ese departamento en el que está la ciudad de Medellín en el que hubo una violencia política muy cruel de asesinatos que empezaron en la década del 50 y que terminaron como en el 65. La guerra insensibilizó a la gente y les dejó un grado cero de empatía hacia los demás.



@JavierYusteTosi