Michael Moore

Con sus habituales reflejos para encontrar el chiste inmediato y el humor envenenado que caracterizan sus documentales, el peculiar Michale Moore estrena ¿Qué invadimos ahora?, un viaje por Europa que se presenta como una síntesis de las preocupaciones políticas y sociales del cineasta.

Michael Moore se abandera como el comandante en jefe de las fuerzas sociales y emprende camino a Europa no tanto para invadir países, como para exportar sus ideas. En su última película, ¿Qué invadimos ahora?, el orondo documentalista del ego y de la comedia como comentario político de la realidad envía postales desde Italia, Francia, Alemania, Portugal, Noruega, Finlandia y hasta Túnez con las entrevistas de diversos ciudadanos explicando los beneficios de las vacaciones pagadas, el menú escolar sano y gratuito, la educación pública universitaria, las políticas de rehabilitación social, el servicio sanitario universal o el consumo de drogas no delictivo. Para Moore, Europa es poco menos que el paraíso de la civilización. "Los italianos siempre parece que acaban de tener sexo", dice sin complejos después de haber asociado a Italia con Mario Bros y Don Corleone.



El autor de Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11 -acaso la Palma de Oro más vergonzosa- siempre ha hecho sus películas pensando en sus compatriotas, el americano medio adicto a las retóricas del lenguaje televisivo, el periodismo amarillista, la lectura simplista de la politología y los reality shows. De ahí que su "investigación" sociopolítica por el viejo continente se contagie del tono sosegado y festivo de un americano de vacaciones, reaccionando con sorpresa fingida a las supuestas panaceas de los beneficios sociales europeos y diseminando, con sus habituales reflejos para encontrar el chiste inmediato, el humor envenenado que caracteriza a sus documentales. Para el director que ridiculizó a Charlton Heston en su exhibicionista reflexión sobre la cultura de las armas en Estados Unidos, Europa es un jardín utópico, el edén de la política del bienestar, que permanece completamente óbice al creciente empobrecimiento de sus ciudadanos y al desmantelamiento de las políticas sociales por parte de la UE, por no hablar de los muros selectivos que levanta en sus fronteras.



Michael Moore, como David Simon, se coloca en el espectro más a la izquierda posible del pensamiento ideológico norteamericano, pero allí donde el autor de The Wire opta por la radiografía de la complejidad para corregir el sistema, el director de Michigan, convencido de que el optimismo y la ilusión mueven montañas, celebra la banalidad, incluso la ignorancia, como discurso de transformación. El riesgo pasa por expulsar de su discurso hasta a aquellos espectadores que están en su misma cuerda ideológica. En el tramo berlinés del filme, paseando por donde estuvo el muro, propone armarse de un martillo y un cincel y empezar a golpear, porque toda revolución empieza siempre con la fe. Es en este tramo donde, en todo caso, encuentra una idea valiosa -el modo en que Alemania ha negociado con sus traumas genocidas en contraste con la amnesia americana de sus propios exterminios históricos- y sentimos la honestidad de un genuino patriota que siente una profunda tristeza por el rumbo que ha tomado su país, la llamada tierra de las oportunidades.



En todo caso, y ahí reside la solvencia y eficacia de su cine, Moore hila su discurso intelectualmente pop con dinamismo narrativo, extrayendo provecho de la naturaleza itinerante del filme, construyendo un pensamiento que integra con armonía y humor todas aquellas ideas preconcebidas con las que el cineasta emprende su supuesta investigación. A su modo, ¿Qué invadimos ahora? se ofrece como suma y síntesis, en modo sosegado, de las preocupaciones políticas, sociales y cinematográficas del cineasta. Si el prólogo arranca la película en el punto donde desembocó Fahrenheit 9/11 -la inutilidad y los terrores sembrados con las invasiones de Irak y Afganistán-, luego revisita los asuntos explorados en Sicko y Capitalismo: una historia de amor con la determinación de ofrecernos el contraplano de América, es decir, el lado luminoso de un sueño europeo hoy en franca decadencia, pero de cuya agonía el director no quiere saber nada.



@carlosreviriego