Pedro Almodóvar. Foto: Nico Bustos

Si nos preguntamos a qué se parecería el cine de Pedro Almodóvar desasistido del exceso, del barroquismo, en definitiva, de la excentricidad almodovariana, la respuesta puede ser Julieta. Es su vigésimo largometraje en 35 años de carrera. Es su película más sobria, más depurada, más dramática. Es la película de Almodóvar que acaso hubiera aplaudido el propio Bergman, cuya poética y espiritualidad aparece y reaparece a lo largo de este terrible cuento sobre una madre abandonada por su hija. El cineasta manchego recibe a El Cultural en las oficinas de El Deseo para desentrañar su nuevo filme, que se estrena el próximo viernes, y hablarnos de su soledad, de su carrera y, entre otras cosas, de la incierta actualidad política.

"Acúfeno o tinnitus: Fenónemo perceptivo que consiste en notar golpes, sonidos o zumbidos en el oído que no proceden de ninguna fuente externa".



Por alguna sinrazón, me consta que al menos media docena de cineastas españoles padecen ese sonido interior. Una manifestación subjetiva, psicológica, psicosomática, si quieren. Una insoportable molestia. Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949) es uno de ellos. "Es una pesadilla -explica-. Se dispara de volumen y no puedes hacer nada al respecto. A mí además me provoca distorsiones. Escucho a Peggy Lee desafinada". Los que somos cautivos de los acúfenos (que se manifestan con virulencia en temporadas de estrés) podemos empatar con el director manchego cuando decide cambiar el lugar de la entrevista. En su despacho, los conductos de aire emiten un ruido prácticamente silencioso para todos los que estamos ahí -su hermano Agustín y otros trabajadores de El Deseo-, pero Almodóvar lo escucha como si martilleara con crueldad su cerebro. "Yo quería ponérselo en plan vengativo a un personaje que me caiga mal, como a un pederasta o algo así, pero no lo he logrado. Hay elementos de la realidad que combinan fatal con los elementos de ficción".



Pregunta.- Creo que también es usted fotosensible...

Respuesta.- Sí, pero a la fotofobia ya estoy acostumbrado. Me protejo con gafas oscuras. Es prima hermana de las migrañas, y es un tema que a pesar de lo perturbador que resulta, se ha tratado muy poco como elemento cinematográfico. Excepto en Al rojo vivo, de Raoul Walsh, una película que me apasiona. Lo cierto es que no es fácil. También he intentado endosarle a algún personaje mío las sibilancias que salen de los pulmones. Son como psicofonías de películas de terror, y me parece un elemento fisiológico que podría tener un sentido poético. Pero no acabo de dar con la forma de introducirlo en mis ficciones. Mi relación con la infernal tinntius viene de lejos, desde que estuve en la mili, donde solo disparé un tiro, pero la sufro desde entonces.



P.- El único antídoto contra el acúfeno es el aislamiento...

R.- Efectivamente, no puedes hacer otra cosa. Yo he comprobado que, en mi caso, en los momentos de mayor estrés se manifiesta a lo largo de tres días, con sus noches, y no para. Y lo único que puedes hacer es apartarte del mundo. Mi casa es por supuesto muy silenciosa.



P.- Desde Hable con ella (2002) prácticamente solo ha escrito películas de encierro, de personajes aislados, muy solitarios. Julieta también. ¿Tiene alguna relación?

R.- Seguro que la tiene. Y la verdad, más allá de los efectos del acúfeno, yo llevo una vida muy solitaria. Sin que la historia sea necesariamente autobiográfica, siempre que escribes aparece tu vida. A mí se me hace difícil imaginar un protagonista mío, sobre todo si es mujer, que no sienta la misma soledad que yo. Es algo que siempre ha estado en mi cine, aunque ahora sea más pronunciado. En Mujeres al borde de un ataque de nervios, por ejemplo, donde Pepa es una mujer abandonada.



También lo es Julieta. Pero no la abandona un amante, sino una hija, que es mucho más cruel y también inexplicable. Ese es el misterio esencial que recorre el vigésimo largometraje de Almodóvar, el resultado de 35 años haciendo cine, que llega a las salas el 8 de abril. Y se manifiesta desde la absoluta depuración. Digamos que Julieta -que mientras se rodaba, qué pertinente, se iba a titular Silencio- es la versión almodovariana menos barroca, más austera; menos excesiva, más sobria. "He arrancado cualquier elemento del melodrama para que fuera estrictamente un drama. Aquí nadie canta, no hay humor. Aunque no estoy seguro de ello, es posible que la austeridad sea a partir de ahora el camino que siga. Tengo la impresión de que con esta película termino un periodo y empieza otra cosa en mi filmografía".



Tengo la impresión de que con Julieta termino un periodo y empiezo otra cosa"

P.- La primera vez que la vi me costó encontrar a Almodóvar, estaba pero no estaba; la segunda vez, encontré a Bergman. ¿Tiene esto algún sentido?

R.- Pues seguramente lo tiene. La película la he hecho yo y también la he hecho mía. Me explico: aunque parto de unos relatos de Alice Munro, los he llevado a mi territorio, tanto geográfico como cultural y artístico. Y lo de Bergman no es raro. Me halaga incluso que lo mencione. He confesado muchas veces mi obsesión bergmaniana. Woody Allen también tiene esta obsesión con Bergman y Buñuel aunque haga un cine opuesto. Realmente no puedo eludir mi deuda con Persona (1966). No es una locura que Bergman esté en la película porque lo tengo muy presente. De hecho, Todo sobre mi madre se representó como obra teatral en el Teatro Nacional Sueco y mi ilusion era oír algo mío en el idioma de Bergman.



P.- Esta era otra oportunidad que tenía para rodar en inglés, pero al final decidió quedarse en España, ¿no es así?

R.- Sí. El origen geográfico de los relatos de Munro es Canadá. Visité Vancouver pero encontré el paisaje tan desolador y la luz tan opresiva que no me veía rodando ahí. Estaba haciendo promoción en Nueva York de La piel que habito (2011), y allí también busqué localizaciones, en pueblos de pescadores. Llegué a hablar con una actriz con muchos Oscar y me dijo que sí. Hubiera sido mi primera película en inglés, pero me dio miedo y no lo hice. A pesar de que no es un filme costumbrista, me entró el miedo de que yo no conozco tanto la cultura como para rodarla ahí. Hasta que hace dos años revisé el primer borrador que había escrito de la película, y como tenía tiempo porque me habían operado de la espalda, encontré la forma de juntar los tres relatos y llenar los huecos trayéndolo a nuestra cultura familiar, que en realidad es es lo opuesto a la cultura familiar de Estados Unidos.



Almodóvar con Adriana Ugarte y Susi Sánchez en el rodaje de Julieta

P.- El tema de las sectas podría haber abierto una subtrama en el filme, ¿abandona quizá esa parte de la historia por las diferencias culturales?

R.- Lo que quiero es narrar la peripecia de Julieta y no la de Antía, su hija. La sugerencia de la secta está ahí, pero la abandono deliberadamente. La hija es mayor de edad y por más que ella investigue no hay nada que hacer realmente. En caso de haber ido por ahí, la historia se hubiera convertido en una investigación. Hubiera empezado otra película y no habría podido volver al lugar que me interesaba.



Carácter espiritual

P.- En un cineasta asociado a la carne, es singularmente intrigante el carácter "espiritual" que ha otorgado a su cine en los últimos tiempos. ¿Se trata de una búsqueda consciente?

R.- Me gusta que utilices la palabra "espiritual", creo que es algo que empezó en Hable con ella. Soy consciente de muchos elementos en mis películas, pero no de todos. El propio sistema de trabajo en equipo te obliga a razonar y hasta a intelectualizar tus decisiones, pero en la gestación de la película soy lo más irracional e intuitivo posible. El contenido verdadero de la historia no está gobernado por la razón o la conciencia. Eso llega después, cuando ya la has hecho. Te ves obligado a verbalizar y explicar tus decisiones creativas, que me parece dificilísimo.



El cine español existe y resiste. Que no lo estigmaticen"


P.- El misterioso plano del ciervo siguiendo al tren, al principio del relato, introduce una atmósfera sobrenatural que deja poso en toda la película...

R.- Toda la parte del tren, que es la única en la que me he mantenido muy fiel a Munro, es muy importante. He tenido que defender tanto ese plano del ciervo que me alegraría que fuera apreciado. Pienso que todo lo que ocurre en el tren es como una especie de cuento fantástico y oscuro, forma parte de los recuerdos de Julieta. En sí, es como una set-piece de la película, y el ciervo acuña mejor que ninguna otra imagen esa vertiente fantástica o espiritual, como dices. Se puede interpretar de muchos modos y para mí se convirtió en un plano esencial para el filme, en el que hemos trabajado muchísimo.



P.- También reflexiona en Julieta sobre el complejo de culpa, el sexo y la muerte, la fatalidad de la existencia, que son temas muy "bergmanianos".

R.- Esta es la historia de un fracaso, en verdad. Julieta no se ha equivocado, no hay motivos para que su hija la abandone. Es de una educación laica, pero está abocada a un sentimiento de culpa brutal, lo que no deja de ser muy misterioso. Es una contradicción que está también dentro de mí, y que seguro que tiene que ver con la cultura católica a la que pertenecemos, la culpa y el castigo. He tratado de evitarlo pero no he podido. Hay un momento en que la historia me obligaba a seguir por ahí, y al final es casi lo que más me gusta de la película.



Dice Almodóvar que, si de él dependiera, invitaría a todos los espectadores a una segunda entrada. "Uno quiere que sus películas se vean más de una vez, pero con Julieta lo noto de un modo especial. Da la impresión de que es una historia lineal y sencilla, pero el tiempo va de un lado a otro sin cesar. Estoy orgulloso de que da la impresión de que todo fluye, y eso se lo debo en gran medida a mi montador, Pepe Salcedo", sostiene. Adriana Ugarte y Emma Suárez se desdoblan en diferentes edades en el cuerpo de Julieta a lo largo del relato, desde los 25 a los 55 años, desde 1985 a 2015. Coincide con el periodo de treinta años que Almodóvar lleva haciendo cine. "Mi relación con la vida, con las otras cosas que me importaban, como el deseo, la familia, la paternidad, el dolor, la propia sociedad que me ha tocado vivir... todo eso ha ido cambiando en estos años, y creo que mi cine también ha cambiado junto a ello. Yo estoy ahí, en todo mi cine, al desnudo".



Iba a ser mi primera película en inglés, pero al final me entró el miedo"

P.- ¿Le impulsan todavía las mismas motivaciones que cuando empezó?

R.- Yo diría que mi vocación se ha robustecido. Es ahora mucho más sólida que cuando estaba haciendo Super-8, y ya entonces era muy vocacional. Yo hubiera sido una persona terriblemente desdichada si no me hubiera podido dedicar a esto. El cine, desde muy pronto, era lo que quería hacer. El cine está más allá del negocio, del trabajo, es sobre todo mi forma de vida. Me he ido retirando de todo lo demás y me he recluido en el cine. De hecho, creo que es lo único para lo que vivo. Si me cuido, si adelgazo, es en función de seguir haciendo películas. Iván Zulueta lo describió muy bien en Arrebato (1979), esa vertiente vampírica del cine, solo que en mi caso, al no intermediar la heroína ni droga alguna, mi adicción al cine es total y exclusiva. La vida es un día tras otro, sin más. Antes era una vida muy coral, y ahora es una vida muy solitaria, yo solo en mi casa con mi gato y todos los fantasmas que me voy encontrando. La diferencia es que ahora soy mucho más consciente de esta obsesión. He abrazado al vampiro del cine y me entrego conscientemente a él.



Lobos esteparios





P.- ¿Y esa soledad también la siente en el cine español?

R.- La verdad es que los directores no hemos sido capaces de crear una asociación para defender lo que nos une. Somos todos lobos esteparios pero producimos y estrenamos bajo los mismos protocolos y las mismas leyes. En mi caso puede que esa soledad esté también relacionado con mi propia personalidad, y que yo me he aislado, pero de eso no quiero hablar, cada uno asume las aventuras en solitario. Lo mejor que se puede decir del cine español es que existe y resiste. No hablo ya de que lo ayuden con subvenciones, sino de que no lo estigmaticen, que se reconozca de una vez su aportación fundamental a la cultura española. En su apreciación por parte del Gobierno, vivimos una situación de absoluta inferioridad con respecto a cualquier otro país de Europa.



P.- ¿Cree que habrá Gobierno para cuando se estrene la película, el próximo 8 de abril?

R.- A mí no me gustaría que hubiera nuevas elecciones. Creo que quema tanto a los partidos como al electorado. No voy a decir a quién voté, pero sí tengo claro que si hubiera nuevas elecciones cambiaría el voto. A mí me gustaría que los partidos consiguieran un consenso en sus territorios comunes, sobre todo porque es terreno común de la ciudadanía, de todos nosotros. Las urnas han hablado y creo que el ciudadano español quiere un gobierno plural, multicolor y estable, pero me da la impresión de que ni va a tener muchos colores ni va a ser estable. Ahora, por ejemplo, con todo el asunto de los refugiados con el que Europa se está portando tan mal, yo no quiero que sea un Gobierno en funciones el que decida la política a seguir. El español es solidario, siempre lo ha sido, y queremos que se les ayude. Ya de momento Rajoy ha dicho que no va al Congreso a discutir este tema, y es algo que me deja perplejo. Soy partidario de que termine el bipartidismo de una vez, porque esta situación sí indica que el ciudadano español no quiere la alternancia o el cónclave entre los partidos mayoritarios. Dicho esto, creo que para cuando se estrene la película, todavía no vamos a tener gobierno en España.



@carlosreviriego