Alejandro González Iñárritu, el triunfador de la noche.

La película del director mexicano se impone a Boyhood, la otra gran favorita de la noche, en las catergorias más importantes, mejor película y mejor director. Julianne Moore se ha coronado como mejor actriz por Siempre Alice y Eddie Redmayne como mejor actor por La teoría del Todo

Desde aquel rotundo debut con Amores perros (2000) el mexicano Alejandro González Iñárritu ha brillado como uno de los mejores directores de cine del mundo. Aficionado a las historias caleidoscópicas surcadas por infinitos laberintos, Iñárritu siempre ha tenido una gran capacidad para conectar los estados emocionales de sus personajes con las imágenes que vemos en pantalla. Sus películas, recordamos también aquellas 21 gramos, Babel o Biutiful, se acercan poderosamente a la psique y traducen de forma audiovisual los meandros del alma. Birdman, película que le ha dado finalmente ese Oscar al mejor director y mejor película que merece, se ha coronado como el mejor filme del año con otro retrato psicólogico, el de un actor fracasado que vivió tiempos de gloria y trata de rehacer su vida volviendo a los escenarios de Broadway y de paso lidiando con su turbulenta vida personal. Es una película algo histérica pero rodada de forma prodigiosa, con ese eterno plano secuencia, en la que Iñárritu logra un ensamblaje perfecto entre los desvelos del protagonista y lo que vemos en pantalla. Sin duda, su capacidad para encontrar un lenguaje audiovisual tan fresco como desconcertante han sido un motivo de peso para darle un Oscar con acento español.



Ha sido la noche de Birdman, que también ha ganado el premio al guión y la fotografía del gran Emmanuel Lubezki, pero también de Julianne Moore, esa actriz maravillosa que hace justicia a los enfermos de Alzheimer en Siempre Alice. En unos Oscar en los que cada estatuilla llevaba una causa asociada, si la actriz de Magnolia o Las horas se ha acordado de los enfermos de Alzheimer, el ganador como mejor actor, Eddie Redmayne, le ha dedicado su premio a los enfermos del ELA. Suya es la matizada y emocionante interpretación de Stephen Hawking en La teoría del todo, el de disminuido físico que se impone a todas las dificultades, con una larga tradición de éxitos en los Oscar. Unos Oscar que comenzaron con el chiste de Neil Patrick Harris, buen conductor de la gala, hablando de los Oscar "más blancos" y han continuado por unos derroteros de reivindicación de todo tipo de causas, muy especialmente la de los afroamericanos, que le han dado un tono social mucho más marcado que otras ediciones.



Ahí estaba Patricia Arquette, la única triunfadora de la gran perdedora, Boyhood, recogiendo su Oscar como actriz de reparto y clamando por la igualdad de sexos en Estados Unidos o el ganador al premio al mejor guión adaptado, según lo previsto, para The Imitation Game, recordando que a los 16 años quería suicidarse. El gran momento emotivo ha sido cuando Common y John Legend han cantado la canción de Selma en un número muy elaborado (tiene tela el lujo y esplendor que desprenden los Oscar) y han reivindicado los derechos de los afroamericanos. La noche ha terminado con las proclamas de Iñárritu (de quien Sean Penn ha lamentado en broma "su permiso de residencia") a favor de la legalización de los inmigrantes redondeando una noche en la que los Oscar por momentos parecían los Goya de antaño.



Dos películas más han brillado en la noche. El gran hotel Budapest, ese prodigio de imaginación y brillantez de Wes Anderson se ha llevado las estatuillas al mejor vestuario, maquillaje, diseño de producción y para la fantástica partitura de Alexandre Desplat. Whiplash, muy aplaudida toda la noche, ha abierto la fiesta con el premio, cantado, como mejor secundario para J.K. Simmons por su papel de autoritario profesor de música además del Oscar al mejor montaje y edición de sonido. Como ya anunciaban las quinielas, la película polaca Ida ha ganado el Oscar a la mejor película extranjera.



La gala ha dejado varios momentos notorios. El homenaje de Lady Gaga a Judy Andrews por el aniversario de Sonrisas y lágrimas ha alcanzado esas cimas de cursilería de la que solo son capaces los Oscar. El número musical de la película de Lego, algo así como un retropop hecho a base de Casio, ha sido visualmente sensacional. Neil Patrick Harris en calzoncillos será sin duda la estampa que reproduzcan todos los periódicos. En un año en el que ha ganado una película como Birdman sobre el mundo del espectáculo, Hollywood ha querido reivindicar, más que nunca, su condición de artistas comprometidos y libres.