Alexandre Desplat

Alexandre Desplat, doble nominado y favorito por El gran hotel Budapest

Quizá ha llegado su ocasión, y a la séptima va la vencida. Alexandre Desplat (París, 1951) ha estado seis veces en nueve años muy cerca de la dorada estatuilla del Oscar a la mejor música, pero nunca ha subido al escenario a recoger el premio. En esta campaña ha trabajado a destajo, en varias películas, aunque su trabajo más ambicioso, Godzilla, para orquesta monumental, coro y electrónica nunca llegó a las nominaciones finales. Pero el artista galo ha colocado en la lista final dos propuestas, lo cual nunca es signo de victoria, más bien de todo lo contario, pero acaso logre romper esa peculiar tradición. La más reciente es The Imitation Game (Descifrando Enigma), el relato de Morten Tyldum sobre la trágica existencia de Alan Turing: aquí la música de Desplat bordea el minimalismo y es, en ocasiones, repetitiva, aunque su casi letárgico balanceo se ajusta como un guante a la narración. Pero mucho más inteligente y divertida es su otra nominación, El Gran Hotel Budapest de Wes Anderson, para la que Desplat crea una columna sonora cargada de humor, sensibilidad, elegancia cuando se requiere y fuerza rítmica contagiosa, con un conjunto orquestal multifacético y poliestilístico, y en donde no falta de nada: coros rusos con balalaikas, cantores de ‘Yodel' alpinos y hasta conjunto de mandolinas con grabaciones antiguas recuperadas. Desplat ha cuajado aquí uno de sus más inefables trabajos, superior incluso al de nominaciones previas como The Queen o Argo.



Nuevos en esta plaza son el británico Gary Yershon (Londres, 1954) y el islandés Johann Johansson (Reykjavik, 1969). Ninguno es un jovencito -60 años el inglés, 45 el islandés-, y mientras que el nórdico tiene ya amplia experiencia en el terreno fílmico, el londinense sólo ha trabajado tres veces para el cine, siempre de la mano del director Mike Leigh.



De turing a hawking

La música de Johansson, que desde el 2000 hasta hoy ha colaborado en 20 filmes, es un excelente complemento a las imágenes del biopic de James Marsh sobre otro científico inglés -el célebre Stephen Hawking-, La teoría del todo, con un tratamiento orquestal que se apoya en el piano y el arpa como solistas. Más críptica es la partitura de Yershon para la extensa historia del pintor William Turner, con una alternancia de semitonos en la cuerda que se erige en tema recurrente de todo el filme.



El último nombre en la lista es otro de los grandes de la banda sonora, el germano-americano Hans Zimmer (Frankfurt, 1957), toda una leyenda en la materia, aunque Hollywood sólo lo haya premiado una vez, en 1994 por El rey león. Su trabajo para la tampoco concisa (170 minutos) y fascinante película de Christopher Nolan, Interstellar, es puro Zimmer en todas sus facetas: gran orquesta sinfónica, empleo conjunto de los sintetizadores, y hasta un órgano catedralicio, atronador, por cierto, en algunos pasajes del filme. Es, sin duda, una de las grandes propuestas sonoras de la temporada.



Y, como casi siempre, tan atractiva como la lista final es la de los que se quedaron en el camino. Howard Shore, que cerró con La batalla de los cinco ejércitos la trilogía de El Hobbit, esta vez tampoco pasó de la preselección de 114 bandas sonoras que se anuncia a comienzo de año. En esa prelista figuraron dos españoles que habrían merecido mejor destino en sus cometidos bíblico y mitológico respectivamente, Alberto Iglesias con su labor para Éxodo: dioses y reyes de Ridley Scott y el joven Fernando Velázquez por su Hércules, las guerras de Tracia para Brett Ratner. Parigual destino tuvieron Ramin Djawadi con su excelente música para una mediana película, Dracula Untold de Gary Shore, el eterno candidato Thomas Newman con El juez de David Dobkin, Éric Serra -otro francés- con su trepidante Lucy para Luc Besson, el director de orquesta Gustavo Dudamel en su debut como compositor para el medio con Libertador de Alberto Arvelo, nada menos que Philip Glass en su vuelta al cine con Visitors de su viejo amigo Godfrey Reggio, y hasta el ganador del año pasado, Steven Price, con su nueva propuesta en Fury (Corazones de acero) de David Ayer. Pero recordemos que este puede ser el año de Alexandre Desplat: su carrera y su tenacidad lo justificarían con creces, y Gustave, el inefable recepcionista encarnado por Ralph Fiennes en el Hotel Budapest, aplaudiría desde alguna angélica cumbre de la república de Zubrowka.