Jia Zhang-ke

Por un lado, es una poderosa radiografía de la indignación que corroe a la sociedad china; por el otro, es un vibrante y violento filme de artes marciales. Con Un toque de violencia, Jia Zhang-ke, quizá el cineasta chino más importante del siglo, obtuvo la Palma al Mejor Guion en Cannes y encontró un nuevo rumbo para su filmografía, desafiando a la censura.

Integrante de la llamada Sexta Generación del cine chino, la que surgió con mirada crítica tras las revueltas de Tiananmen, Jia Zhang-ke (Shanxi, 1970) ha construido una filmografía donde se ha empeñado en reflejar las abismales transformaciones de su país en los últimos años. Considerado por el crítico de Le Monde como "el más grande cineasta chino de todos los tiempos", lo cierto es que películas como Placeres desconocidos (1997), The World (2004) o Naturaleza muerta (2006, León de Oro en Venecia), conforman un poderoso mosaico emocional de la realidad social y política en la China del siglo XXI -echando la mirada atrás a los años ochenta en Platform (2000)- que ha ido evolucionando desde las producciones clandestinas hasta los documentales nostálgicos, siempre cosechando prestigio en festivales de autor.



Con Un toque de violencia, presentada hace un año en Cannes, donde obtuvo la Palma al Mejor Guión, y todavía pendiente de estreno en su propio país (los designios de la censura), el director chino retuerce su discurso y emprende un nuevo camino estético. Ahora que la censura también es económica, obligado a encontrar su lugar bajo el sol, Jia Zhang-ke sorprende con un filme-tributo al wuxia, género de artes marciales, pero que al mismo tiempo mantiene esa encendida, urgente radiografía de una sociedad presa de un sistema político esquizofrénico y opresor. A partir de cuatro historias reales, determinadas por la eclosión de lo violento, Un toque de violencia emerge como su película más rabiosa, en la que la indignación del ciudadano encuentra su fuga en el asesinato.



Esta película no hubiera pasado la censura en el pasado, hubiera sido imposible"

-¿Reflejan la rabia y el pesimismo del filme su sentimiento interno respecto al nuevo orden en China?

-Tanto la rabia como el pesimismo son emociones personales que tenemos que tratar de entender. El cine me ayuda a racionalizar ese proceso y volcar mis emociones con la distancia necesaria. La violencia no es una solución para resolver nada. Creo que la sociedad debe trabajar conjuntamente para construir un mecanismo que pueda neutralizar la violencia como forma de expresión social.



-¿Alguna vez ha experimentado la violencia en su vida?

-Como ciudadano chino, he visto mucha violencia en mi vida. Está en todas partes. Hoy en día, si ves una pelea en la calle, probablemente no haya un motivo de peso, simplemente no están de buen humor. La mayoría de los ciudadanos están tan oprimidos a un nivel elemental en sus vidas que se manifiestan con agresividad.



Ficción y realidad chinas



Una imagen de Un toque de violencia

-¿Hasta qué punto hay que estar familiarizado con los hechos reales del filme para comprender su alcance?

-Todos estos acontecimientos violentos han ocupado mucho espacio en plataformas mediáticas chinas. Son casos que transcurrieron tanto al sur como al norte de China, que se dieron en distintos estratos sociales, en zonas rurales, mineras y en grandes ciudades, con lo que trazan una geografía social y emocional del país. Partiendo de esta base, todo en la película está ficcionalizado, así que no hay ningún problema en que el espectador internacional no sepa de dónde vienen los hechos.



-Cualquiera que conozca su cine, se sorprenderá con el giro que ha dado...

-Sí, hasta me han comparado con Quentin Tarantino... Pero lo cierto es que mi mayor influencia viene de King Hu y las películas que hizo en los setenta. [Entre ellas la obra maestra Touch of Zen, de la que Touch of Violence es una variación fonética]. En las películas de Ho se trata en abundancia la opresión política y las reacciones violentas de los individuos. Quería tratar el tema de la violencia, pero no encontraba el lenguaje cinematográfico para hacerlo con el que estuviera contento, hasta que pensé en las películas de artes marciales porque estaba trabajando en un proyecto que tuve que aparcar. Me hizo pensar en cómo las mismas cosas ocurrían en el pasado. La sociedad china es tradicionalmente muy violenta.



-¿Cuáles cree que son las razones fundamentales?

-Quería tratar la violencia como la manifestación de un germen que está en el entorno, en la atmósfera, y cuyo virus puede atacar a cualquier persona. Además no es un monopolio del hombre, quería que esa violencia estuviera presente en ambos sexos. Creo que ahora el problema principal es que la reforma económica ha desatado un desequilibrio social enorme, y esa falta de equidad es la base de todo. Las restricciones a la gente joven son terribles. Yo creo que las reformas deberían resolver estos problemas, en lugar de acentuarlos.



-En la película están muy delimitadas las diferencias sociales de China. ¿Es un tema que se puede tratar libremente en su país?

-Estos temas se han tratado en medios, pero en el pasado no era posible incluirlo en las películas, ni el tratamiento de la violencia ni la enorme distancia entre ricos y pobres. Por eso tenía que hacerlo. Porque si solo hablamos de ello en las noticias, pero no en el arte, sería una lástima.



-Al haber hecho un filme así, ¿significa que ahora en China se puede tratar cualquier cuestión en el cine?

-Algunos directores especulan con qué películas pueden pasar el sello de la censura, y algunos proyectos se abandonan a mitad de camino por esas circunstancias. Y es una verdadera lástima. Creo que si queremos forzar la apertura, tenemos que presionar para transmitir nuestras convicciones y conseguir libertad en nuestro trabajo. Un toque de violencia no hubiera pasado la censura en el pasado, hubiera sido imposible, pero aún así pusimos el proyecto en marcha y salió adelante. [Aunque, al año de su producción, aún no se ha estrenado en China]. El mensaje que envío a las autoridades censoras es que en mi mundo todo es posible.



-¿Pero cree que ocurre en su caso por su estatus como director internacional?, ¿podría provocar un escándalo? -Es posible que así sea, pero creo que la razón principal es que el Gobierno está empezando a darse cuenta de que ya no podemos ignorar los problemas de la calle, que tenemos que hablar de ellos.



Cuchillos, víctimas...

-Este es su filme más cercano al género, ¿qué desafío ha sido el más difícil?

-Sin duda las secuencias de acción. Eran algo nuevo para mí. Cómo debe moverse el personaje, cómo debe sujetar el cuchillo, cómo deben caer las víctimas... son cuestiones que nunca antes había tenido que plantearme. En todo caso, he colaborado con profesionales, y he tenido mucha ayuda. Otro de los grandes problemas es que contaba con una media hora de narrativa para cada una de las cuatro historias.



-¿Cree que disfrutaría trabajando fuera de China?

-Tengo intereses muy amplios en lo que respecta al mundo del cine y desde luego quiero plantearme nuevos retos y desafíos. Si me interesara un proyecto, sin duda que lo haré.