Image: En el país de Jauja

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Cine

En el país de Jauja

El cine del continente americano desembarca en el festival capitaneado por David Cronenberg; Bennet Miller entretiene pero no convence; un western de Tommy Lee Jones deja buen sabor de boca y el argentino Lisandro Alonso nos deja la primera obra maestra.

19 mayo, 2014 02:00

Viggo Mortensen en Jauja

Empecemos hablando de Jauja. Ese país mitológico de abundancia y felicidad, esa utopía de los sueños del conquistador, pero también esa película de Lisandro Alonso que justifica un festival. El quinto largometraje del argentino, que incomprensiblemente se ha proyectado en 'Un certain regard', es la clase de filme que bien amortiza diez días de exploración cinéfila sin garantías de satisfacción. Jauja es de hecho varias películas en una. Es la desesperada búsqueda de un hombre en la conquista del desierto, planteada bajo unos códigos de western radicalmente renovados, pero también es un viaje a un lugar más allá del tiempo y la lógica narrativa, una exploración mágica en torno a las pasiones de amor y destrucción que mueven al hombre y se perpetúan a través de generaciones.

Viggo Mortensen es el capitán danés Gunnar, que en su trabajo en la Patagonia junto al ejército argentino liderando la campaña genocida de los indios nativos a finales del siglo XIX, emprende en solitario la búsqueda de su hija de quince años que se ha fugado con un soldado. La presencia fantasmal de Centauros del desierto es obvia (subrayada con la intermitente aparición de un muñeco), pero el clasicismo es apenas el pretexto desde el cual el relato se propulsa hacia confines misteriosos, de una originalidad y potencia evocadora apabullantes. Filmada por el operador de Aki Kaurismäki (Micaela Buye), en formato cuadrado de apariencia postal (con las esquinas recortadas), y en su práctica totalidad en exteriores, la arrolladora belleza de Jauja parece efectivamente pertenecer a un sueño en el que lo físico y lo fantástico, lo real y lo onírico, se materializan en un solo cuerpo.

La crónica de la búsqueda y su agotamiento y destrucción psicológica, con un entorno que adquiere un protagonismo físico extraordinario en relación con el hombre (pensamos en Anthony Mann y en Monte Hellman sobre todo), se ve en determinado momento desplazada por dos impactantes fugas espacio-temporales de absoluto genio, destinadas a reventar las expectativas y dividir al espectador. Este cronista, maravillado por la visión del autor de Los muertos y la entrega sin condiciones de Mortensen; rendido también a la inteligente, casi sobrenatural resolución del filme (capaz de aglutinar todos sus significados y ecos con la historia), se posiciona obviamente del lado de los entusiastas. La película merecedora de la Palma de Oro, alcanzado casi el ecuador del festival, ni siquiera puede optar al premio. Paradojas de Cannes.

The Homesman, de Tommy Lee Jones


Tommy Lee Jones dirige y protagoniza The Honesman

El western de Tommy Lee Jones, que sí fue a concurso, mostró la vertiente más familiar del género, resonando en películas como Las puertas del cielo, Caravana de paz o Valor de ley. El actor y director, responsable de la notable Los tres entierros de Melquiades Estrada, apunta directamente a las raíces de la mitología americana y los cimientos de su fundación. Situada en el corazón del oeste americano, allí donde la civilización aún no se ha instalado, The Homesman relata un viaje al fin de la locura en la frontera americana que, a pesar de su inconfundible aroma a cine de calidad, desaprovecha la ocasión de entregar una obra más grande y trascendente. En todo caso, se trata de un buen western especialmente memorable por lo que cuenta que por cómo lo hace.

El protagonismo pertenece a las mujeres, con Hilary Swank dando lo mejor de sí misma como pionera que reafirma la fuerza femenina en la conquista del Oeste, y que junto a otras mujeres que han perdido la razón atraviesan el estado de Nebraska para llegar a la supuesta civilización, una Iglesia en Iowa. La línea fronteriza que separa la cordura de la locura, la barbarie de la civilización, es la columna vertebral de un filme demasiado correcto en el que la inspiración se ausenta más de lo necesario. Tommy Lee Jones, que en la matizada interpretación de un desertor misógino da vida al hombre que acompaña a las pasajeras de la diligencia (verdadero nutriente del alma del filme), exhibe con talento su oficio de actor y con profesionalidad su labor detrás de la cámara. El sueño americano por el que dieron la vida miles de emigrantes se transforma en pesadilla en un viaje de espectacular belleza paisajística, que como todos los grandes westerns transforma los horizontes naturales en radiografías emocionales. A la postre, The Homesman glosa las tragedias secretas y los ignorados actos de heroísmo enterrados en las fundación del oeste americano.

Maps to the Stars, de David Cronenberg


Julianne Moore y Robert Pattinson en Maps to the Stars de David Cronenberg

David Cronenberg se vistió con el disfraz de enfant terrible de Hollywood y el traje no le sentó del todo bien, si bien la radicalidad de su desatado y cruel retrato de Hollywood lleva la vocación de generar divisiones inscrita en su piel. Sátira alocada, incendiaria y excesiva de la celebridad y la idiocracia en la meca del cine, retratada como un nido de perturbaciones mentales, la irreverente Maps to the Stars se ofrece a su modo como una versión superficial, trazada con brocha gorda, de Mulholland Drive. El venerado autor canadiense parte de la transparente convicción de reírse (y hacernos reír) de la fauna hollywoodense ensañándose sobre todo con la arrogancia de un actor infantil de éxito, una especie de Macaulay Culkin de última hornada (Evan Bird), y una actriz célebre en horas bajas determinada a recuperar su prestigio y popularidad (Julianne Moore) mientras trata de superar su traumática infancia. La pieza que engarza ambos retratos es una joven con medio cuerpo quemado (Mia Wasikowska) que aterriza en Hollywood Boulevard con un plan secreto.

La risa se congela una y otra vez con un humor macabro destilado desde la crueldad y la abismal distancia que Cronenberg establece respecto a sus personajes, retratados como estúpidos títeres de un mundo de hipocresía, apariencias y estulticia absolutos. No es exactamente una farsa, aunque no debamos tomarnos demasiado en serio las historias y retratos que entrelaza Maps to the Stars, llevadas al exceso con la no siempre lograda intención de provocar incomodidad. Un ejemplo: tras el trágico capítulo de la muerte de un niño (la infancia usurpada emerge como el cultivo de las patologías más destructivas del filme), Havana Segrand, la actriz interpretada por una Julianne Moore en permamente histeria, celebra cantando y saltando su alegría por las consecuencias profesionales que ese fallecimiento depara a su carrera profesional. Lo único que queda es trascender el desprecio hacia los personajes con el humor y la distancia.

La película se "disfruta" así desde la atalaya de la incomprensión y el más extremo de los cinismos y la comedia negra, pues a esa zona de extrema deshumanización es a la que quiere conducirnos Cronenberg, buscando una complicidad que en este cronista al menos no ha encontrado del todo, sobre todo por la gratuidad de un guion escrito por el novelista Bruce Wagner, especializado en ficciones hollywodenses. Uno no recuerda en la valiosa filmografía del autor de Videodrome, que con este filme se coloca en el opuesto del sutil ensayo sobre la decadencia capitalista que era Cosmopolis, semejante convicción para destruir mitos a partir de la búsqueda desesperada de la fama y los fantasmas del pasado, que hacen aparición en forma de alucinaciones. Sería también irónico que Cronenbeg cazara la Palma con su película menos cronenbergiana y más perezosa. Pero aquí, en el país de Jauja, todo es posible.

Foxcatcher, de Bennet Miller


Steve Carrel caracterizado como John du Pont en Foxcatcher

Del autor de las interesantes Capote y Moneyball podíamos esperar algo muy parecido a lo que nos depara Foxcatcher: un relato basado en hechos reales contado con corrección y actores de lujo que acaba emergiendo como fiel alegoría de las patologías de la historia americana reciente. La película se centra en la fascinante, trágica relación que mantuvo el filántropo millonario John du Pont (Steve Carrel), último eslabón de una dinastía americana, con los hermanos Schultz (Channing Tatum y Mark Ruffalo), altetas de lucha libre a los que patrocinó en su pelea por la medalla olímpica a finales de los años ochenta. Bajo la presidencia de Reagan, y con el horizonte de los juegos de Seúl en mente, el siniestro Du Pont se hace cargo de los atletas tras haber triunfado en Los Ángeles y cuando pasan por cierta decadencia en sus carreras deportivas.

En todo caso, lo que realmente seduce de la película no es el camino hacia la gloria o el fracaso, sino el modo en que pone en escena las entrañas del liberalismo económico, encarnado en la figura de John "Águila" du Pont (excelente composición de un Carrel en su primer papel dramático, con prótesis en la nariz), un ser para quien todo está en venta, incluso el afecto familiar y la paternidad putativa. La idea de Du Pont, siempre bajo la sombra de su madre, pasa por mantener vivo el honor de su país trasladando las batallas del pasado a los combates en el tatami. Las reglas del capitalismo y los anhelos patrióticos se imponen a la lógica humana y las leyes del deporte: "Estoy dando esperanza a América", dice el siniestro filántropo que oculta su miseria humana bajo el misterio. A pesar de una realización plana y de un ritmo que nunca termina de acomodarse del todo a lo que pide esta oscura tragedia, Foxcatcher logra caer con buen pie gracias sobre todo a la semblanza del oscuro millonario, un personaje bigger tan life, que carga con todas las patologías depredadoras y el canibalismo del ideario neoconservador. Los premios en Cannes se antojan demasiado grandes para el filme, pero siempre queda el camino a los Oscar.