Forest Whitaker en Two Men In Town, de Rachid Bouchareb.

El festival de Berlín impulsa este año en su sección oficial a numerosos autores desconocidos y en la primera jornada tras los fastos de la inauguración ha hecho buena su arriesgada apuesta programando dos películas sobre las que se cernía el misterio: '71, un thriller británico ambientado en los años más duros del conflicto de Irlanda del Norte, y Jack, un drama alemán protagonizado por un niño abandonado, y de momento el experimento ha salido bien porque son dos películas poderosas.



La estrella del día era Rachid Bouchareb, cineasta francés de origen argelino conocido en nuestro país por aquella Indigènes (2006), sobre la colonización gala del país de sus ancestros y London River (2009), en la que abordaba los atentados de Al Qaeda en Londres, quien ha presentado Two Men in Town. Casualidad o no, son tres películas protagonizadas por supervivientes en las que vemos el poder de la voluntad humana incluso en las circunstancias más atroces.



Aficionado a narrar los conflictos del mundo, la nueva película de Boucahreb, Two Men in Town, está ambientada en la frontera de Estados Unidos con México y cuenta con un reparto estelar encabezado por el inmenso Forest Whitaker con Harvey Keitel y Brenda Blethyn en importantes papeles secundarios. El filme cuenta la historia de un hombre (Whitaker) que sale de la cárcel, después de 18 años, convertido al islam y dispuesto a empezar una nueva vida alejada del crimen en la que formar una familia. Sobre sus espaldas carga un ominoso crimen y en su camino se cruzarán dos hombres dispuestos a que no consiga su objetivo, un siniestro mafioso mexicano (Luis Guzmán) y el sheriff (Keitel), que no ha olvidado el asesinato por el que fue condenado y quiere verlo de nuevo entre rejas.



La frontera de Estados Unidos es un lugar recurrente del cine contemporáneo y hace poco veíamos aquella excelente La jaula de oro, en la que se nos contaba la historia desde el punto de vista de tres jóvenes suramericanos que parten hacia el norte. La masacre diaria de los miles de muertos que acumula uno de los lugares más terribles y penosos del mundo es el escenario y sutil contexto de una película que trata el eterno dilema sobre la redención. Whitaker, un actor con un rostro que expresa en todo momento una humanidad apabullante, logra que desde el primer momento nos identifiquemos con las ganas de salir adelante de ese hombre que siente que el tiempo se le acaba y que la vida se le ha escapado de las manos. Su romance con una bella mexicana será quizá el principio de una segunda oportunidad que el filme quiere decirnos que todo el mundo merece.



Bouchareb no solo ofrece un magnífico retrato de las llanuras de Nuevo México (excelente trabajo del operador Yves Cap, al que admiramos por Holy Motors) también una película sencilla y emotiva que no cae en el error de contar una historia de buenos y malos ni tratar con desprecio las costumbres y valores de esos nacionalistas americanos que rezan con la bandera y aclaman a su ejército. Es una película humanista en el sentido amplio de la palabra que nos propone el perdón como derecho irrenunciable de los seres humanos cuando hemos aprendido y pagado por nuestros errores.



El cine alemán presenta cuatro títulos en sección oficial y a primera hora abría fuego Jack, de Edward Berger, una película que cuenta una historia durísima y lo hace con un espíritu parecido al del filme de Bouchareb, ya que la película es una oda a la supervivencia. Jack es un niño de unos once años que cuida de su hermano Manuel, de unos cuatro, mientras su díscola madre se acuesta con hombres y desaparece durante días. El argumento de la película, unos niños abandonados, recuerda al de Nadie sabe, la obra maestra de Kore-eda y la comparación es odiosa porque Jack no alcanza el nivel de sensibilidad de aquélla pero es una buena película. La odisea del joven Jack por las calles de Berlín buscando a la idiota de su madre es conmovedora pero nunca grotesca ni sentimental. Es una película bien escrita, dirigida de una forma un tanto académica, en la que el niño protagonista (Ivo Pietzcker) brilla con intensidad por su mezcla entre vulnerabilidad y fortaleza.





Fotograma de Jack, de Edward Berger.



'71, del debutante británico Yann Demange, sigue una estrategia parecida a la de aquella Tropa de elite que ganó precisamente en Berlín iniciando una fulgurante carrera internacional al contarnos un drama social y político, en aquel caso las favelas de Río, en este el conflicto entre irlandeses y británicos en Belfast, como un thriller policial rugoso y seco que no desdeña los placeres del cine de acción puro y duro. En '71 vemos a un joven oficial del ejército recién destacado al Ulster que vive una terrorífica odisea una noche en la que deambula herido por el barrio católico tras una fallida redada en la que ha caído su compañero. Demange crea una película oscura y densa en la que el sinsentido, las mentiras y la violencia brutal del conflicto estallan ante nuestros ojos sin darnos un respiro. El de ese soldado británico dispuesto a no morir (interpretado por Jack O'Connell) ha sido el tercer rostro de supervivencia que nos ha brindado una jornada notable de una Berlinale que va cogiendo fuerza.





Fotograma de '71, de Yann Demange.