Image: Jordi Cadena y Escalante, cara a cara con el miedo

Image: Jordi Cadena y Escalante, cara a cara con el miedo

Cine

Jordi Cadena y Escalante, cara a cara con el miedo

22 noviembre, 2013 01:00

Heli de Amat Escalante

Traumáticas, secas, crudas. 'Heli' y 'La por (El miedo)', que se estrenan hoy en salas, exploran las raíces del miedo con distintas estrategias. Amat Escalante, Palma de Oro al Mejor Director en Cannes, apuesta por un realismo sin cortapisas. Jordi Cadena prefiere sugerir a mostrar. Ambos trabajos, extroardinarios, retratan climas irrespirables de violencia, sea en la frontera mexicana o en un hogar barcelonés.

Dos arranques, dos formas bien distintas de imponer el miedo en la pantalla. En Heli, Amat Escalante muestra en plano fijo cómo una camioneta se detiene en una carretera de Guanajuato, de la que bajan unos tipos cargando con unos cuerpos sin vida, ensangrentados, y los cuelgan en lo alto de un puente. Escalofriante. El comienzo de La por (El miedo), de Jordi Cadena, no lo es menos. Suena un despertador, el padre se levanta y la mujer y los hijos permanecen en la cama, alertas, esperando a que el padre se vista y salga de casa. Solo entonces la familia sale al pasillo, y el padre vuelve a entrar, coge las llaves que había olvidado y suelta una blasfemia. La madre y los hijos tiemblan cuando el monstruo cierra la puerta. Sea apelando a lo visible o a lo invisible, mostrando o sugiriendo, ambas películas, que llegan hoy a nuestras salas, se proponen desde el primer minuto transmitir al espectador un entorno irrespirable, de absoluta congoja. Las estrategias fílmicas son variadas.

El miedo que percibimos en ambos casos es en verdad la antesala de la violencia. Al fin y al cabo, tanto la película de Escalante (Palma de Oro al Mejor Director en Cannes) como la de Cadena (que compitió en la Seminci) versan sobre eso tan complejo y tan controvertido de representar en la pantalla, sobre la fabricación del shock. Y ahí entra en juego la necesidad de imponer la ansiedad. Heli aborda la violencia en México, convertida en un asunto cotidiano, en la guerra abierta del narcotráfico y la corrupción policial. La por (El miedo), basada en la novela M de Lolita Bosch, retrata un trágico episodio de violencia de género en una familia catalana. Ambas películas son secas y cortantes, no se desvían de su cometido y golpean con la furia inesperada de la violencia más irracional. Retratan un universo sin certezas, oscuro, en máxima tensión. "Lo que busco es entrar al mundo que me estoy imaginando de manera directa y cruda, sin titubeos, para tratar de acercarme a una verdad más allá del cine", explica Escalante a El Cultural. Por su parte, Cadena prefiere "explorar un estilo minimalista, riguroso, buscando el fuera de campo y la ausencia por encima de la presencia".

Una secuencia de tortura de Heli generó unos cuantos trastornos en Cannes, donde Escalante ya había presentado sus dos largometrajes anteriores: Sangre (2005) y Los bastardos (2008). La escena muestra con detalle un repulsivo método de tortura que no se había visto antes en una sala de cine. "Realmente no pienso que fuera para tanto -explica el director mexicano-. Pensé que nadie lo había mostrado antes porque es difícil de recrear con verdadero realismo. Filmo la violencia de manera anticinemática, alejándome de artificios y manipulaciones estilísticas". El artificio es en todo caso digital, el que desarrolló la empresa madrileña Twin Pines para mostrar de frente y sin cortes un pene en llamas. "Quiero que el espectador también sienta que la violencia se ceba con su cuerpo, que las imágenes le duelen".

El dolor en La por (El miedo) es el sonido de los golpes y los gritos en la oscuridad. Fuera del campo de visión. "La riqueza auditiva ayuda mucho a comprender la historia, pero sobre todo a hacernos habitar una atmósfera", dice el director catalán. La brutalidad se muestra en los efectos, más allá de un rostro ensangrentado o de un cuerpo amoratado, más allá de una familia deshecha, en permanente pánico. El hábito estilístico de Michael Haneke parece colarse: "Sí, Haneke está ahí, por supuesto", reconoce Cadena, "sobre todo el retrato familiar de El séptimo continente, pero el minimalismo está más cerca de Bresson y Dreyer, por su forma de trabajar el fuera de campo, el sonido, la dirección de actores tan contenida, la narrativa entrelíneas, etc.". Un detalle simbólico: la niña tapa los ojos de su muñeco para que no contemple el espectáculo de la violencia en su hogar. Es también el gesto del director tapando nuestros ojos, no dejándonos ver. "Es una decisión moral y también cinematográfica: la violencia no mostrada es mucho más violenta", asegura Cadena, "el impacto en el espectador es mucho mayor".

"Yo no creo que hacer una película merece traumatizar a un ser humano", explica Escalante. Se refiere no tanto al espectador como a la actriz de 12 años Andrea Vergara, cuyo personaje, la hija menor de la familia Silva -que se ve envuelta "por accidente" en una cadena de represalias-, sufre una violación. "Puedo mostrar la tortura porque plantea un desafío cinematográfico y tiene un peso narrativo, pero no la violación de la niña. Aparte de que no se puede recrear digitalmente, ya todos sabemos cómo es una violación, se han filmado muy buenas escenas de ese tipo en grandes películas como Irreversible y Perros de Paja". Los filtros que anula Heli no responden a un ejercicio de sadismo, sino a la necesidad de transmitir una cultura de la violencia convertida en normalidad. "Lamentablemente, todo lo que cuento ocurre en México con frecuencia. Creo que por eso muchos mexicanos se han identificado y conectado con la película". No en vano, en 13 semanas en cines de México ya ha convocado a más de 100.000 espectadores.

Aunque sus decisiones formales se contradigan, hay más puntos en común que diferencias entre Heli y La por (El miedo). El primitivismo de los personajes en la cinta mexicana, retratados como oficiantes de una liturgia sangrienta y amoral, emerge destilado en La por (El miedo) a través de la perturbadora figura del padre. "Es un enfermo que actúa y piensa bajo la patología de un psicópata", concluye Cadena. Ambas propuestas muestran los implacables contagios de la violencia, que se extiende como una metástasis en los escenarios desérticos y polvorientos de Heli, donde ni siquiera una familia obrera y decente está libre de ella, pero también en el hogar burgués de La por (El miedo), donde una niña reproduce instintivamente en el colegio lo que ve en su casa. En mundos y familias tan distantes, son las infancias rotas, perturbadas, las que anidan y generan el terror que más nos asusta. Sin cambiar el plano, en un espacio de segundos, Escalante filma cómo un niño suelta el mando de la consola y lo sustituye por un garrote con el que golpea sin variar el gesto a un hombre desnudo, colgando en el salón de su casa. La inocencia usurpada. He ahí el horror.