Fernando González Molina. Foto: Globomedia



Fernando González Molina (Pamplona, 1976), el director más taquillero de España, este fin de semana hacía récord de apertura por encima de Los vengadores, recaudando en su primer día de estreno 1,7 millones de euros. Según los datos de Rentrak, Tengo ganas de ti no solo ha sido la película más vista en España, como ya se esperaba, sino que es la undécima película más vista este fin de semana en todo el mundo. A pesar del partido del sábado que sin duda le quitó un buen monto de espectadores, el fin de semana lo cerró con una recaudación de 3.438.211 euros (4.300.000 dólares). Tras los éxitos de Fuga de cerebros y A tres metros sobre el cielo, regresa a las pantallas con la secuela de esta última, Tengo ganas de ti, junto a su muso Mario Casas, que sigue con sus desvelos amorosos con María Valverde, y la nueva chica en liza, Clara Lago. De nuevo, Molina nos propone una épica de las emociones juveniles en una película que está poco menos que llamada a rescatar al cine español en taquilla. Adaptación de la propia secuela de Federico Moccia, la película cuenta la historia de un chico (Hache) que regresa a su Barcelona natal para enfrentarse con las heridas abiertas en la primera parte: su tormentosa historia de amor con María Valverde (Babi), el conflicto con su madre enferma y su afición a jugarse la vida con carreras de motos clandestinas. González Molina es ese director que quiere hacer películas comerciales "más grandes que la vida" y le salen bien. Su futuro como cineasta (¿ganará su talento o le devorará industria?) es una de las incógnitas más apasionantes del cine español.



- Algunos entienden sus películas como productos comerciales, ¿usted se considera un autor?

- Si por autor entendemos una mirada personal, desde luego me considero un autor. Podrá gustar o no gustar, pero esa mirada existe. Otra cosa es que también entienda el cine como una industria. Me siento identificado con la forma en que lo ven en Estados Unidos cuando hablan de industria del entretenimiento. Eso quizá no es lo más habitual en España, pero no tiene nada que ver con que tenga una mirada.



- ¿Le dolieron las críticas a la anterior película? - Creo que se equivocaban a la hora de valorarla. Tú no puedes juzgar de la misma manera a Tarkovski que a Los Cazafantasmas porque no pretenden ni mucho menos lo mismo. Me dio la impresión de que muchos no entendían el tipo de película que queríamos hacer. Esta vez hemos notado un clima distinto, de mucho más respeto. Creo que ese millón de espectadores que tuvimos ha hecho que se comenzara a valorar de otra manera.



- Una de las críticas más habituales, la profusión de product placement.

- Siento decirlo, pero si muchas películas españolas no tienen product placement es porque nadie está dispuesto a pagar. Creo que es mi responsabilidad, cuando haces una película tan cara, cuando quieres tres unidades para las escenas de la moto o más de dos meses de rodaje, permitir que la productora ingrese el máximo de dinero posible. Y en la vida las marcas están por todas partes.



- Su cine afronta de una manera directa las emociones, no hay pudor.

- Es lo que te pide la historia. La primera película trataba sobre el primer amor, o sobre la primera decepción amorosa, según se mire. El primer amor no tiene nada de contenido. Recuerdo en mi clase que la gente se escribía en el brazo el nombre del novio o se marcaban con grapas la inicial. ¿Son eso emociones "contenidas"? Quizá lo que sorprende o confunde es que en el cine español no es habitual crear un espectáculo de las emociones a través del melodrama.



- Contar historias, ese siempre ha sido su principal lema.

- Es que es lo que creo que debe de hacer el cine. Hablábamos del director como autor y estoy de acuerdo. Pero uno debe saber cómo contar, cómo narrar.



- ¿Qué opina de las novelas de Moccia?

- (Sonríe) Con el guionista, Ramón Salazar, tuvimos muchas dificultades para adaptar las novelas. Creo que Moccia se maneja muy bien en esa épica de las emociones de la juventud. Él conecta con eso y ahí está el enorme éxito de sus libros. Son libros, además, que se adaptan muy bien al cine porque te permiten crear esas historias "más grandes que la vida".



- Tengo ganas de ti a veces parece un espejo que devuelve la imagen contraria que la anterior película.

- Yo siempre lo vi así. La secuela es un reflejo de la primera en la que nos encontramos los mismos temas pero con una respuesta que es la contraria. Lo vemos por ejemplo en la relación con la madre o las escenas de sexo, que se miran unas a otras de la primera parte a la secuela. Donde antes había odio ahora hay amor, donde violencia, paz...



- Su universo no es realista. Recuerda un poco a esas películas de Batman de Tim Burton en las que había una mezcla entre tecnología punta y elementos vintage.

- Me gusta mucho crear un mundo aparte con sus propios códigos. El universo de estas películas no tiene nada que ver conmigo ni con mi entorno, menos mal. Por ejemplo, en la primera película, en las escenas de Mario llamando desde la cabina de teléfonos me criticaron mucho porque ponía "phone" y era poco realista. ¿Alguien pensaba que no me había dado cuenta? Para mí el cine consiste en la creación de un mito y eso lo lleva a cabo mediante los iconos. Nunca he tenido la intención de reflejar España. Lo que sí procuro es que los sentimientos, aunque llevados al paroxismo, sí sean reales y se perciban como auténticos.



- El mito más claro es el de Mario Casas elevado a la categoría de eterno rebelde. La chupa y la moto, son los elementos clásicos. ¿Cómo se construye el héroe contemporáneo?

Hay esos elementos clásicos inspirados en Marlon Brando o en la película Rebeldes de Coppola. Después está esa manera seductora de mirar a cámara por parte del actor que en el cine americano es muy frecuente pero en el cine español casi no se ha visto. La diferencia es que el héroe moderno destaca por su vulnerabilidad. También es importante el personaje femenino. Antes eran pasivas y sumisas y ahora tienen que ser proactivas y fuertes. Mucha gente ha criticado la película por machista y nunca he entendido esa crítica porque de verdad que no lo veo. El clasicismo vuelve a la hora de plantear el conflicto de fondo, la historia de amor con María Valverde. El tema del amor imposible está fijado por Romeo y Julieta y en este sentido, lo planteamos como una tragedia clásica.



- ¿El principal tema de Tengo ganas de ti es el paso del tiempo?

Cuando estaba rodando A tres metros sobre el cielo se murió uno de mis mejores amigos. Nunca había vivido la muerte de un ser tan cercano de mi edad. De repente, sentí que dejaba de estar más cerca del nacimiento que de la muerte y eso me marcó. A determinada edad, llega un momento en el que te das cuenta de que has vivido media vida sin darte cuenta y te preguntas en qué la has utilizado. Con el director de fotografía (Xavi Giménez) hablamos muchas veces del concepto "óxido". Quienes vivimos en una ciudad que no es la nuestra, conocemos muy bien esa sensación de nostalgia cuando volvemos como le sucede al protagonista.



- Da la impresión de que su formación surge del cine americano.

Mi formación ha estado en el videoclub. Soy un cinéfilo compulsivo. Me gusta todo tipo de cine, desde los grandes autores a disfrutar con un blockbuster. De todos modos, siempre me preguntan cuáles son mis referentes para la película y no se me ocurre ninguno. No vi ninguna película en especial para prepararla ni tampoco les indiqué ninguna a los actores y de hecho prefiero que no lo hagan.



- ¿Por qué no funciona el cine español?

Hombre, hay cosas que sí funcionan. Creo que muchas veces esa concepción del director como autor es muy peligrosa. No se trata de soltar tu discurso y tu visión personal sin pensar en el público. Y cuando hablo de público, me refiero a ti mismo. Durante los ensayos los actores se sorprendían mucho porque me emocionaba, lloraba, reía... y es porque trataba de ver la película como espectador. Hay algunos directores que son capaces de hacer películas desde dentro y que les salgan bien. Pedro Almodóvar, por ejemplo, porque es un genio, pero hay pocos genios.