Ken Russell. AFP Photo

En una impactante escena de Gothic (1986) el director británico Ken Russell convirtió los pezones de una actriz en dos ojos. Sirva este tonto ejemplo de la memoria visual para conocer en qué territorios se movía el director, fallecido este domingo a los 84 años. Genio de la imaginería psicotrópica y alucinatoria, pesadilla de la religión católica, el prolífico, tortuoso, barroco y onírico Russell murió, justamente, mientras dormía. El británico deja a la posteridad películas como Los demonios y la premiada Mujeres enamoradas, dos de los títulos más populares de su profusa e inquietante filmografía, que siempre se movió en los límites del cine de género y que también se caracterizó por el riesgo y la independencia.



Nacido en 1927 en Southampton, en el sur de Inglaterra, la asiduidad con la que acudía con su madre al cine despertó en él un precoz interés por el séptimo arte. Su carrera arrancó en la BBC y, aunque también recibió un gran reconocimiento por su trabajo en televisión, la cumbre de su trayectoria se sitúa entre las décadas de los 60 y 70, de las que su cine es profundamente representativo.



La sensual Mujeres enamoradas, una adaptación de 1969 de la novela de D. H. Lawrence, fue un auténtico hito en su época que generó enorme polémica por una escena en la que los actores Alan Bates y Oliver Reed peleaban desnudos. La película le valió a Russell una candidatura al Oscar como mejor director y la preciada estatuilla a Glenda Jackson como mejor actriz. Su fama de creador polémico se redondeó con Los Demonios (1971), un drama religioso con potentes escenas que ligan elementos del catolicismo con el sexo. Sin embargo, su mayor éxito se aleja un poco de sus propias claves: lo alcanzó con Tommy (1975), la adaptación cinematográfica de la mítica ópera rock de The Who. Basada en la historia de un joven ciego, sordo y mudo que se convierte en una estrella del pinball (interpretado por el propio cantante de la banda), la película está considerada un hito en la renovación estética de la época.



Los ochenta arrancaron con su paso a la ciencia ficción, a través de la desquiciante Viaje alucinante al fondo de la mente (1980), que protagonizó William Hurt y que le valió el favor de la crítica que anteriormente había desechado sus trabajos. Otros títulos de la década son La pasión de China Blue (1984), su última producción de Hollywood, donde regresa a los códigos sexuales de la mano de Katheleen Turner y Anthony Perkins, claves a las que vuelve en Gothic, donde se adentra de lleno en el género de horror, donde continuará con La guarida del gusano blanco, ambas irregulares.



Salvo lapsos en los que se dedicó a dirigir óperas, Russel continuó haciendo cine, aunque desde finales de los ochenta, con su fama ya menguada, se centró en producciones de televisión y documentales. Entre sus títulos postreros figura una precuela de Mujeres enamoradas, en la que volvió a trabajar con Glenda Jackson. Su última película fue La casa del terror, 2006.