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José Luis Cuerda: "Me niego a hacer películas maniqueas"

31 julio, 2008 02:00

Explica José Luis Cuerda que se lleva bien con los niños y lo atribuye a ese aspecto suyo como de abuelito. Una suerte de Papá Noel, eso sí, algo enfurruñado de larga barba blanca, mirada castaña y enjuta. Lo cuenta a raíz de lo bien que ha ido su relación con el actor Roger Príncep, un chaval de cinco años que tras triunfar con El Orfanato dejará a todos de piedra en Los girasoles ciegos, nuevo filme del veterano director de Amanece que no es poco, El bosque animado y tantos otros. Según Cuerda, Los girasoles ciegos es el mejor de su filmografía. O, cuando menos, del que más satisfecho se ha quedado. Y Príncep es el eje de una trama de oscuras pasiones, represiones impuestas, miedo y paranoia en una sociedad temible como la de la posguerra franquista.

Los girasoles ciegos es la historia de quienes siguieron peleando cuando la guerra había terminado y ya no había nada que ganar salvo la propia supervivencia. Zombies en un cementerio de muertos en vida donde sólo el exilio se vislumbra para algunos como única esperanza. Y en medio, ese Roger Príncep transmutado en Lorenzo, la mirada infantil sobre un mundo de infamias en el que su padre (Javier Cámara) vive encerrado detrás de un armario para que no lo maten por intelectual y comunista mientras su madre (Maribel Verdú) se esconde detrás de un silencio enigmático para ocultar su sufrimiento: “Mi madre llora cuando piensa que no la estoy mirando”, dice el niño.

El círculo se cierra con la aparición del diácono Salvador (Raúl Arévalo), oscuro maestro de Lorenzo, quien se acabará enamorando de la madre de sinuosas caderas a fuerza de verla cuando lleva y recoge al niño de un colegio en el que le obligan a cantar todas las mañanas el Cara al sol aunque no tenga ningunas ganas. De fondo, una España tenebrosa que transita desde una guerra espantosa hasta un miedo sepulcral. Un país en el que no ha habido tiempo ni para el dolor ni para el consuelo, como dice Carlos Piera en la frase que da inicio a ese conjunto de relatos de Alberto Méndez que le dio la gloria después de muerto. La novela, pues eso es en cuanto a su unidad conceptual y sensitiva, vendió 100.000 ejemplares y consagró a Méndez como un maestro de una sola obra. Cuerda aspira a que corone la suya.

Entre la tragedia y el drama

Todo comenzó cuando los amigos de Cuerda le recomendaron que leyese a Méndez porque ahí veían una de sus películas. Pero Cuerda, que tiene pinta de ser más terco que una mula, se negaba a hacerlo pensando en imágenes de celuloide. Le pasa lo contrario que a Steven Spielberg, quien confesó que le había costado años leer ficción sin imaginar cómo haría la película: “Es que Spielberg y yo no tenemos nada que ver”, corta tajante. Después, volverá al director de E.T., aunque por distintos motivos, igualmente poco amistosos. Cuerda se leyó los relatos de todos modos, disfrutando del placer de la lectura, hasta que un productor, Fernando Bovaira, se puso tan terco como él y no tuvo más remedio que ponerse manos a la obra.

Para escribir el guión de una película llamada a ser “grande”, Cuerda recurrió a Rafael Azcona tras su colaboración en El bosque animado y La lengua de las mariposas. El director podría tirarse horas hablando de Azcona, quien firma con Los girasoles ciegos su testamento:

- Le echo de menos en todo. Teníamos unas conversaciones estupendas. Contaba unas cosas fantásticas. Y Azcona está en la película aunque hayamos sido fieles al original literario. Por ejemplo, cuando la vecina le pide el dinero del alquiler a Maribel Verdú y añade que si fuera por ella no habría “caso”. Eso es Azcona en estado puro.

- Planea la idea de Méndez según la cual no hubo ni vencedores ni vencidos ya que todos perdieron.

- Algunos perdieron más que otros. En términos económicos y sociales, sí hubo claramente quienes se llevaron la mejor parte. Los vencedores de la guerra hicieron valer su condición de una forma implacable. Incluso hoy hay quienes sustentan muchos de sus privilegios sobre esa victoria. Desde un punto de vista moral, está claro que los principales canallas fueron esos ganadores. éticamente no salió ganando nadie.

- La película es más trágica que dramática. Los personajes se ven arrastrados por un contexto contra el que no pueden hacer nada.

- Son personajes con muchas capas en unas circunstancias en las que nadie puede manifestar sus verdades ya que está en juego la propia vida. Yo creo que es un drama con un desenlace trágico. Al principio, vemos pasiones reprimidas, las heridas que se provocan unas personas a otras, y a mí lo que me interesa es cómo reaccionan y se mueven esos personajes complejos y cercanos. Viven con una presión a punto de estallar, aunque aparentan que no pasa nada. Después, el contexto es el que se impone y surge la tragedia.

- Por una parte, los vencidos, representados por Javier Cámara. Por la otra, los vencedores, como ese diácono que es el protagonista.

- El personaje de Cámara es esencialmente atormentado, con un gran sentido de culpa por haber metido a su familia en un callejón sin salida con unas derivaciones que ni él suponía. Ignora que esa vida no puede ser para él. El diácono es un joven que vive con perplejidad sus propias elecciones. Cuando le confiesa sus inclinaciones eróticas al rector éste reacciona con astucia al decirle que son cosas normales de su edad. Es un personaje en crisis y el agente provocador del drama.

- La ambigöedad es la tónica, no hay buenos ni malos. Inevitablemente, el espectador quiere lo mejor para el protagonista, del bando de los vencedores, aunque luego se comporte como un monstruo.

- Pero ese comportamiento no surge de la ideología o la maldad sino de los celos. El ejemplo del rector es claro. Habla con autoridad y la ventaja de estos personajes es que nos los creemos aunque tienen sus propios intereses y no hagan otra cosa que defenderlos. En el caso del diácono no es tan fácil concluir que es un villano. Hay un momento en el que está dispuesto a todo por la mujer a la que desea. En la lógica de esa época, la oferta que le hace no es desdeñable. él acaba actuando por instinto cuando se le descubre una realidad que desconocía.

Un héroe religioso

- La Iglesia no sale bien parada. Se la presenta como brazo moral de un sistema político perverso.

- La Iglesia abusa de una autoridad supuestamente divina para conquistar espacios de poder. Sucede cuando una institución se reserva el derecho a condenar o absolver para toda la eternidad. El mensaje es, si estás conmigo, yo te perdono en la confesión y te vas al cielo tan limpio. Para mí, eso es incomprensible en términos humanos.

- Sin embargo, el héroe del filme es un religioso.

- No he hecho una película progre ni en contra de la Iglesia o los militares. Esto tiene que quedar muy claro. A mí lo que me interesaban eran las pasiones de estos personajes y cómo interactuaban. Parto de la base de que el espectador es lo suficientemente inteligente como para no caer en la trampa de los buenos y los malos. Me niego a hacer películas maniqueas aunque así fuera a ganar público.

¿Qué es el cine español?

En este punto, Cuerda sorprende con un análisis muy duro sobre la sociedad actual, que no cree mejor que la España de la película: “Antes la presión social era inaguantable. Ahora sucede lo contrario, a nadie le interesa nadie. Tu problema es tu problema y punto. Vivimos en la época de la celeridad y no se es consciente de que no estamos solos. La gente se pone a gritar y no se le ocurre que pueda estar molestando. Sólo hemos avanzado en confort material. La diversión consiste en estar delante de una pantalla. Antes, los niños crecían conviviendo con otros. Ahora conviven con la Play Station. Aún no he logrado que nadie me explique por qué los chavales ponen los pies en el asiento de delante en el metro”.

- ¿Eso no pasaba antes?

- No, no pasaba.

Incluso el sectarismo de la época se mantendría, sólo que se ha visto reducido a inconfesos intereses económicos: “La campaña contra el cine español, sin ir más lejos, es claramente interesada. ¿Qué es el cine español? ¿Almodóvar, Aménabar o Manuel Gutiérrez Aragón? No se parecen en nada. Me sorprende que la gente se apunte a las guerras supuestamente ideológicas de los medios porque lo único que hay detrás son intereses corporativos”.

No lo tenía fácil Cuerda para adaptar al cine una novela que han amado miles de lectores. Una novela, además, de gran complejidad narrativa aunque el director y su guionista hayan querido ser fieles al texto: “Hay muy pocos cambios. Quizá el más significativo es que en el relato original el diácono es un joven feo y desagradable y en la película eso no hubiera funcionado. Yo creo que Alberto Méndez habría estado de acuerdo”. En cualquier caso, como toda adaptación la película es una interpretación. Donde en el texto el niño es protagonista, en la película ocupa ese lugar un Raúl Arévalo que se impone como metáfora sobre el precio que los vencedores también tuvieron que pagar por su victoria.

Un director “sin estilo”

El libro aún deja material virgen. De los cuatro relatos, quedan dos intactos con gran fuerza expresiva. De hecho, el filme se centra en el que cierra el ciclo ya que la aventura del poeta comunista y su joven esposa en los montes apenas queda esbozada como un nuevo rostro de la derrota a la que dan cuerpo Martín Rivas e Irene Escolar.

La intención era mostrar una sociedad opresiva. Para ello, Cuerda utiliza el plano corto que refleja los sentimientos y simboliza su aislamiento; una estructura clásica con planteamiento, nudo y desenlace e imágenes poderosas, como ese retablo barroco de la Virgen María que abre y cierra el filme (“un retablo adornado por formas que parecen vísceras”, enfatiza Cuerda). El director también tiene ocasión de lucirse haciendo lo que mejor sabe, como cuando filma de manera insuperable el día de caza en el campo, el entorno en el que quizá el cineasta ha rodado sus mejores secuencias.

- Yo hago películas para que se vean las historias, no para que se me vea a mí. Mi personalidad como director consiste en no lucirme. Lo que me gusta de esta película es que es muy clásica, me recuerda a las novelas de Galdós o al cine de Buñuel, sobre todo a él o Viridriana. Se muestra la depredación moral de unas personas sobre otras, pero sin tenebrismo. No me gusta recrearme en las cosas dolorosas. Abro las heridas, pero con pudor.

- Sí hay metáforas crueles, como esa imagen de la vaca a la que los buitres le arrancan los ojos.

- Para un director de cine los ojos adquieren un significado muy profundo. Podría hablar durante mucho rato de ello... De todos modos, no he cargado las tintas. Por ejemplo, cuando la policía entra en casa de Maribel Verdú de madrugada y se encuentra con el pajarillo del niño. Allí podría haber utilizado algo que me contaron y es la historia de unos falangistas que visitaban un burdel y maltrataban a las prostitutas. Un día, finalmente éstas se rebelaron cuando un soldado le arrancó de un bocado la cabeza a un canario. Salieron todas con un machete. Es un buen recurso y lo podría haber utilizado. Tampoco lo hice por no cargar las tintas en uno de los dos bandos, ese tipo de crueldad hubiera decantado la balanza de forma obvia.

Miedo y cobardía

- Los planos cortos o escenas como esa en la que Verdú y Arévalo pasean bajo los arcos, también sugieren la claustrofobia de la época.

- Hay otro ejemplo muy claro y es la importancia que cobra el pasillo del piso. En la escena de los arcos también vemos un juego de luces y sombras. ésa es mi aportación de estilo y no mover la cámara como si estuviera nervioso. Insisto, lo esencial son los personajes. Hay un momento de La lista de Schindler en el que Ralph Fiennes recita un monólogo brutal. Pero Spielberg no se fía de la capacidad de atención de sus espectadores y pone por detrás una fila de judíos deportados. Eso es un insulto a la inteligencia.

Cuerda regresa con Los girasoles ciegos a la Guerra Civil nueve años después de obtener un gran éxito con El lápiz del carpintero, donde adaptaba a Manuel Rivas. Entonces, indagaba en cómo el miedo nos vuelve cobardes a partir de la historia de un profesor republicano (Fernán Gómez) y su conmovedora relación con un niño en Galicia. Ahora, el franquismo se representa en bruto y sólo llegamos a intuir la vida de los personajes antes de la guerra. Aunque en realidad, el miedo y la cobardía sean también los dos ejes que mueven la trama.

- Hay mucha gente que dirá aquello de “¡otra película sobre la Guerra Civil!”. ¿Le fastidia?

- Eso es cosa de los periodistas. La taquilla demuestra que a la gente le interesa el tema. Ahí están Las 13 rosas o El laberinto del fauno.

- ¿Hasta qué punto es realmente posible no decantarse por un bando?

- Bueno, empezaron los falangistas. Eso hay que tenerlo en cuenta. Pero insisto, son los personajes. No es una película política.