El científico es un curioso metódico. Son varias las acepciones de la voz "curiosidad", pero mis preferidas son dos que ya aparecían en el venerable y maravilloso Diccionario de Autoridades, aquel que compusieron con sorprendente rapidez, habilidad y gusto en la primera mitad del siglo XVIII los fundadores de la Real Academia Española: "Curiosidad: Deseo, gusto, apetencia de ver, saber y averiguar las cosas, como son, suceden, o han pasado. Se llama también el cuidado y diligencia que se pone para hacer alguna cosa con perfección y hermosura".
Es esta clase de curiosidad la que se plasma, mejor que en cualquier otro lugar, en la ciencia, aunque es obvio que no se limita al ámbito científico.
Sin curiosidad por conocer y explicar de alguna manera —puede ser simplemente ordenando— lo que vemos alrededor nuestro, en la naturaleza al igual que en el Universo, no existiría la ciencia; de hecho, esa curiosidad se manifestó muy pronto en la historia de nuestra especie —y seguramente de otras ya desaparecidas—, cuando, por ejemplo, comenzaron a preguntarse qué serían esas lucecitas que brillaban sobre ellos por las noches, y si habría alguna regularidad en esos movimientos que observaban.
Sin desdeñar lo que han significado algunas novedades sociopolíticas, incluyendo en ellas los derechos civiles o la racionalización en la planificación de las ciudades, por mencionar dos avances diferentes, si comparamos, por ejemplo, cómo era la vida en el siglo XVII, cuando Isaac Newton compuso su seminal libro Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687), con cómo es en la actualidad, es fácil preguntarnos a qué se deben las diferencias existentes.
¿Por qué en nuestro siglo —en el que, desgraciadamente, aún no han desaparecido la pobreza, la incultura, el desamparo, y otras múltiples injusticias— se vive más y mejor, se puede viajar (demasiado) y comunicarse casi instantáneamente con otros, independientemente de dónde estén? ¿Por la extensión de la democracia y de los derechos civiles? No, aunque esto ha ayudado y mucho.
Pero en la base de esas diferencias se encuentra la ciencia y su pariente, la tecnología. Y no se trata solo de utilidad, de avances que nos facilitan la existencia, ha cambiado también nuestra cultura, nuestra mirada al mundo y a nosotros mismos (pensemos en lo que nos enseñó Darwin).
Vivimos rodeados de una serie de fenómenos naturales que, si lo pensamos bien, no podemos sino calificar de enigmáticos, casi podría decirse que "milagrosos". El Universo, el conjunto de todo, el hogar de innumerables galaxias formadas a su vez por millones y millones de estrellas, planetas, así como de otros elementos (meteoritos, asteroides, polvo interestelar, púlsares, agujeros negros...), sobresale por encima de cualquier otro objeto en lo que a capacidad de maravillarnos y sorprendernos se refiere.
No es verdad que la esencia del conocimiento que suministra la ciencia se encuentra fuera de las posibilidades de un ciudadano no experto
¡Es tanta la curiosidad que suscita y, por consiguiente, las preguntas que promueve! La primera, evidentemente, la de cómo surgió. Y casi inmediatamente otras muchas. ¿Cuál es su estructura, su historia y su futuro? ¿De qué está compuesto?, porque cada vez está más claro que hay más de lo que hasta hace pocos años se pensaba, porque ¿qué son la materia y la
energía oscura?
¿Y nuestro planeta, la Tierra? ¿Y el Sistema Solar? Ambos nos plantean todo tipo de preguntas. ¿De qué está formada la Tierra y cuál es su estructura? ¿Por qué los cuerpos caen (gravedad) y por qué se mueven los planetas en torno al Sol? ¿Qué movimientos describen los cuerpos celestes (esto es, qué caminos siguen y cuánto tardan en recorrerlo, ya se trate de grandes objetos cósmicos como las estrellas o los planetas, o de otros más humildes como proyectiles, peonzas, bolas de billar o péndulos)?
¿A qué se deben los terremotos, o las mareas? ¿Por qué el cielo que vemos desde la Tierra durante el día es azul y no amarillo, por ejemplo?, ¿qué explica las diferencias que existen entre elementos químicos como el carbono y el plomo, por mencionar un par de ellos? ¿A dónde va la materia que engullen los agujeros negros?
Y, por supuesto, ¿qué es la vida?, ¿cómo surgió?, ¿cómo es que hay tantas formas diferentes? Es absolutamente maravilloso detenerse a contemplar, aunque sea mediante la ayuda de los libros, la inmensa variedad de formas de vida que existen y que existieron. ¿Es la muerte una característica inevitable de la vida, o solo de algunos tipos de vida?
¿Es la solución del ADN la única estructura química capaz de transmitir herencia, y por consiguiente dar lugar a formas avanzadas de vida? Y si pensamos en nuestros cerebros, ¿cómo son posibles facultades como el pensamiento, o el ser conscientes de que pensamos? ¿Qué es la inteligencia?
Me gustaría transmitirles a todos ustedes, queridos lectores, que la ciencia no solo es importante, sino que también es interesante, fascinante. Y que se detengan un momento a pensar si no están siendo estafados —o se están equivocando— al dedicar parte de su tiempo a seguir esas noticias baratas que constantemente llegan a sus ojos y oídos a través de los medios de comunicación, un tipo de "información" que conforma un mundo estúpido, además de aburrido, lo que no significa que no deban de ser ciudadanos bien informados y responsables, que cumplan con sus obligaciones, con sus "deberes", y reclamen sus "derechos".
Y no es verdad que la esencia del conocimiento que suministra la ciencia se encuentra fuera de las posibilidades de un ciudadano no experto. Lo único que se precisa es ser curioso y algo persistente. Preguntarse "¿por qué esto, por qué aquello?". No dar nada por sentado.
De bastantes de las preguntas que acabo de plantear hoy sabemos las respuestas. Si no las conocen, indaguen. Merece la pena. Y ahora que muchos de ustedes disfrutarán de unos días de vacaciones, aprovechen para mirar en torno suyo, en especial a esa naturaleza cercana que tanto maltratamos, con una mirada curiosa e inquisitiva.
No acepten respuestas que no responden nada. Y, por favor, enseñen a sus hijos a compartir esas inquietudes y conocimientos. Suyo es el futuro, ese futuro que tanto estamos perjudicando.
Seguro que no serán capaces de responder a todas las preguntas que se planteen. Nadie lo es aún; y si no existiesen preguntas sin respuesta, o preguntas esperando ser formuladas, no existiría la ciencia como actividad. Dicho lo cual, que pasen un feliz agosto. Nos vemos, espero, en septiembre.
