Una escena de Inteligencia Artificial de Steven Spielberg

Del ajedrez a los móviles, de los robots domésticos al transporte, de la medicina al Big Data, de la poesía al arte pasando por la música, el cine y la investigación... La Inteligencia Artificial lo filtra todo. El desarrollo tecnológico y sus algoritmos nos sitúan en el futuro preconizado por Asimov o Philip K. Dick. José Manuel Sánchez Ron, Pedro Meseguer, Carme Torras y Lorena Jaume-Palasí reflexionan sobre su presente y su futuro, sobre el aprendizaje profundo de los robots, sobre su relación con el ser humano y sobre la encrucijada ética de su implantación.

Hace medio siglo se instalaron los primeros robots industriales en cadenas de producción del sector automovilístico para realizar tareas repetitivas o peligrosas, a menudo enjaulados por razones de seguridad tras ser programados por personal experto. Actualmente, la necesidad de mano de obra se ha desplazado de las fábricas a los sectores de salud y de servicios. Se están diseñando robots capaces de realizar tareas variadas en entornos humanos. Hay prototipos de robots para asistencia a discapacitados y personas mayores, otros que hacen de recepcionistas o dependientes en centros comerciales, de guías en ferias y museos, que actúan como compañeros de juegos de jóvenes y adultos, e incluso ejercen de niñeras y maestros de refuerzo.



Este desplazamiento de la robótica hacia el sector asistencial y de servicios se alinea con el auge de las tecnologías para ciudades inteligentes (smart cities). Aplicaciones tan diversas como la recogida de basura, el reciclaje, la limpieza de grandes superficies, la logística, la vigilancia y la seguridad vial, requieren combinar inteligencia ambiental con robots autónomos. Están en marcha proyectos muy ambiciosos en este sentido, como el desarrollo de una red (web of robots), donde los robots podrán compartir datos y procedimientos, es decir, mapas de los edificios visitados, habilidades de manipulación adquiridas, y otros conocimientos aprendidos, en un formato común e independiente del hardware de cada uno. Esta red estará conectada a la ‘internet de las cosas' (internet of things), en la que los robots podrán obtener modelos de objetos e instrucciones de uso para todo tipo de productos comerciales.



La Federación Internacional de Robótica (IFR) ha publicado datos estadísticos sobre el impresionante crecimiento del parque de robots de servicios y asistentes personales en el último año. La venta de robots domésticos para los clientes privados se incrementó un 28%, hasta tres millones de unidades, mientras que las ventas de robots de servicios profesionales registraron un sólido crecimiento del 11,5%. Se prevé que en este año las ventas mundiales de robots de servicio de uso privado aumente hasta alrededor de 35 millones de unidades, de las cuales alrededor de nueve millones serán robots de entretenimiento.



Estos robots, calificados genéricamente como "sociales", son producto de una serie de avances en mecánica, procesado visual y acústico, control adaptativo, computación e Inteligencia Artificial, que posibilitan su interacción amigable y segura con personas, un aspecto crítico y de considerable dificultad técnica cuando dicha interacción requiere contacto físico, como en el caso de los robots que ayudan a vestirse a personas con movilidad reducida (objetivo de los proyectos europeos I-dress y Clothilde). Un reto adicional que abordan estos proyectos es la percepción e interacción con objetos deformables (tanto prendas de vestir como las propias personas), tareas mucho más complejas que sus equivalentes para piezas industriales rígidas, cuyo estado puede definirse con solo seis valores (tres de posición y tres de orientación).



Uno de los mayores desafíos es proveer a dichos robots de capacidad de aprendizaje, para que puedan adaptarse a usuarios diversos y entornos cambiantes y hacer frente a situaciones imprevistas. Los avances en esta dirección sin duda darán lugar a robots más útiles y versátiles, pero a su vez intensificarán el debate sobre si se debe dotar a los robots de más autonomía y capacidad para tomar decisiones, no solo en contextos críticos como el militar y el médico, sino también en los ámbitos asistencial y educativo. Por ejemplo, un anciano con un leve deterioro cognitivo podría creer que el robot que lo cuida se preocupa realmente por su bienestar y delegarle todas las decisiones. O un niño demasiado apegado a su compañero robótico podría no desarrollar capacidad de empatía alguna.



Estas cuestiones han propiciado un acercamiento de la comunidad robótica a las humanidades y, en particular, a la ética. Asociaciones tan prestigiosas como el Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE) y la Association for Computing Machinery (ACM) incluyen en sus planes de estudio para las carreras de ingeniería e informática una asignatura de ética aplicada a la tecnología, donde cada vez más se tratan temas de ética en la robótica (materia que se ha bautizado como ‘roboética'). La Universidad de Oxford acaba incluso de abrir una titulación en Informática y Filosofía, visibilizando la necesidad de establecer puentes entre la formación tecnológica y humanística. La actual aceleración del desarrollo tecnológico hace difícil prever a pocos años vista cómo la creciente interrelación con máquinas afectará a la evolución de la sociedad, la economía y la vida de las personas. Por eso, cuando se intenta establecer un debate ético o impartir un curso como los mencionados más arriba, a menudo se recurre a la ciencia ficción. Si no se dispone de modelos científicos que permitan hacer predicciones fiables, una opción razonable es imaginar diferentes escenarios futuros posibles. Algunos de los temas abordados en las obras clásicas de Asimov, Dick o Bradbury, como las tres leyes de la robótica, las niñeras mecánicas o las réplicas humanoides han cobrado actualidad con el desarrollo de los ‘robots sociales'.



También películas y series recientes tratan temas éticos con acierto. Quisiera destacar las series Real Humans y Black Mirror, las películas Un amigo para Frank, Los sustitutos y Eva, así como las novelas La chica mecánica, El ciclo de vida de los objetos de software y Lágrimas en la lluvia. Yo también quise contribuir al debate con la novela La mutación sentimental (Milenio) sobre una sociedad futura en la que cada persona tiene su asistente robótico y en la que recobra la vida una adolescente de nuestra época a quien criogenizaron porque padecía una enfermedad incurable. El conflicto con los humanos futuros que han sido criados por niñeras artificiales, que han aprendido de maestros robóticos y que comparten trabajo y ocio con humanoides está servido.



En definitiva, la robótica social está dando un gran impulso a la investigación tecnocientífica en áreas fronterizas con la IA mientras plantea cuestiones decisivas que están propiciando un emocionante debate social y ético.




Carme Torras es investigadora del Instituto de Robótica e Informática Industrial (CSIC-UPC).