Image: Un mapa geomorfológico ilustra cómo se formó la Sierra de Atapuerca

Image: Un mapa geomorfológico ilustra cómo se formó la Sierra de Atapuerca

Ciencia

Un mapa geomorfológico ilustra cómo se formó la Sierra de Atapuerca

Hallados nuevos restos de cráneo en la campaña veraniega del yacimiento

29 julio, 2015 02:00

Homo heidelbergensis en la Sierra de Atapuerca hace unos 400.000 años. Ilustración: José Antonio Peñas.

Valles, terrenos al aire libre y llanos, y sobre todo las cuevas hacen de la Sierra de Atapuerca (Burgos) un lugar único, en el que habitaron al menos cuatro especies de homínidos y otros animales como el ciervo gigante, el jaguar europeo o el oso de las cavernas. Para entender cómo se creó este hábitat de gran valor paleontológico, un equipo del CENIEH ha logrado mapear la evolución del paisaje, informa la agencia Sinc.

Situada al noreste de la cuenca del Duero en la provincia de Burgos, la Sierra de Atapuerca está compuesta por una pequeña colina con una cota máxima de 1.085 metros sobre el nivel del mar y está formada por arenas, calizas y areniscas de origen marino que datan de hace entre 80 y 100 millones de años. La zona, cuyo complejo arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2000, se caracteriza por una serie de cavidades que se alternan con zonas al aire libre. Su formación se remonta a hace más de dos millones de años.

Para caracterizar en detalle esta área, donde se han encontrado numerosos restos humanos de Homo sp. (especie aún por identificar), Homo antecessor, Homo heidelbergensis y Homo sapiens, y animales como el tigre dientes de sable y el rinoceronte etrusco que datan de hace miles de años, dos investigadores del Centro Nacional de la Evolución Humana (CENIEH) han creado un mapa geomorfológico.

"El mapa engloba la Sierra de Atapuerca y su entorno, con el fin de ilustrar la formación de los yacimientos arqueológicos de esta zona y el sistema de cavidades donde se encuentra", detalla a Sinc Alfonso Benito-Calvo, autor principal de un estudio publicado en el último número de Journal of Maps.

Mapa geomorfológico de Atapuerca realizado por Benito-Calvo et al. [Ampliar]

El plano, que cubre 207 km2, contiene información sobre el sustrato geológico, pero especialmente sobre las formas del terreno que han definido la evolución del relieve en la Sierra de Atapuerca durante el periodo Cuaternario, hace unos dos millones de años.

Las terrazas fluviales que influyeron en el paisaje

Según el estudio, estas formas características de este terreno burgalés corresponden principalmente a niveles de erosión formados durante el Neógeno (hace entre 23 y 2,5 millones de años), cuando la cuenca del Duero estaba cerrada y no desembocaba en el océano Atlántico.

Durante el Cuaternario, se formaron terrazas fluviales cuando la cuenca del Duero se abrió al océano Atlántico y que también influyeron en el paisaje actual. De hecho, es en ese momento cuando "empezaron a formarse los valles fluviales que conocemos en la actualidad, como el valle del río Arlanzón", dice Benito-Calvo.

El mapa recoge la formación de los valles, que se desarrolló en 14 etapas (14 terrazas fluviales que indican los niveles freáticos). "Los ríos de las etapas más antiguas fueron los responsables de la disolución de las calizas en la Sierra de Atapuerca y la formación de las cavidades donde se encuentran los yacimientos", apunta el experto.

Las cuevas, que pueden alcanzar decenas de metros de profundidad y que están -la mayoría- abiertas al exterior, se crearon por los niveles freáticos antiguos que el río Arlanzón generaba en las calizas de la Sierra. "Al cartografiar las terrazas fluviales se puede definir el número de niveles freáticos y relacionarlos con la formación de los sistemas de cuevas", puntualiza el investigador.

El mapa ha sido elaborado a partir de Modelos Digitales de Elevaciones LiDAR (disponibles en el Centro Nacional de Información Geográfica y la Infraestructura de Datos Espaciales de Castilla y León) y programas informáticos llamados Sistemas de Información Geográfica (SIG).

Una provechosa campaña veraniega

La excavación de este verano en los yacimientos de Atapuerca, que ha durado 40 días y ha contado con el trabajo de 200 investigadores, ha dado frutos vistosos. Concretamente, se han hallado en la Sima de los Huesos varios restos de cráneo de homínido con una antigüedad estimada de unos 430.000 años. Entre ellos destaca un fragmento del frontal de un cráneo, que será sometido a estudio en laboratorio junto a las demás piezas. Según informa Juan Luis Arsuaga, codirector del yacimiento y director científico del Museo de la Evolución Humana, este fragmento "no pertenece a ninguno de los 17 cráneos identificados anteriormente". Otros servirán, explica, para completar algunos de los ya conocidos.

Fragmento de cráneo hallado en Atapuerca en la campaña de verano que acaba de concluir.

En la Sima de los Huesos, donde se excava de forma sistemática desde 1984, se han recuperado hasta ahora unos 7.000 fósiles humanos de prácticamente todas las partes del esqueleto, que pertenecieron al menos a 28 individuos de ambos sexos y distintas edades.

Atapuerca y los primeros americanos

Cristina Valdiosera y Ricardo Rodríguez Varela, miembros del equipo de Atapuerca del Centro UCM-ISCII de Evolución y Comportamiento Humano, dirigido por Arsuaga, han participado en un estudio genómico a gran escala sobre los primeros pobladores de América, publicado en la revista Science. Según las evidencias arqueológicas, la presencia del hombre en el continente americano se remonta hasta hace unos 15.000 años y este nuevo estudio revela que los nativos americanos se separaron de sus antecesores siberianos hace, como máximo, unos 23.000 años, formando una única ola mibratoria que entró en América desde Siberia entre hace 23.000 y 15.000 años.

Ya dentro de América, el acervo genético de estos pobladores se diversificó en dos ramas basales (una que se extiende por el norte y el sur de América y la otra restringida a Norteamérica) hace aproximadamente unos 13.000 años, coincidiendo con el deshielo de los glaciares y la apertura de rutas en el interior de América del Norte. Estas dos ramas configuran las diversas poblaciones nativas que vemos hoy en el continente.