Serge Lasvignes, Presidente del Centre Pompidou, uno de los nombramientos más recientes en Francia

El Gobierno francés firmó hace una semana, a propuesta de Fleur Pellerin, ministra de Cultura y Comunicación, un decreto (Décret n° 2015-1331 du 22 octobre 2015) con “diversas disposiciones relativas a ciertos establecimientos públicos culturales” que tiene como finalidad principal limitar, a partir de ahora, la duración de los mandatos de dirección de los principales museos, teatros, organismos y escuelas estatales cuya gestión depende de ese ministerio.

La motivación oficial que lo guía es la de “armonizar” la duración de los contratos de dirección que, en la mayoría de los casos, se hacían ya por tres o por cinco años, renovables en dos ocasiones y, quizá, el detonante ha sido el revuelo levantado por el despido este verano de Nicolas Bourriaud como director de la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts, que tenía un contrato indefinido.

A la vez, el texto cambia las reglas de designación de algunos miembros de los consejos de administración de los establecimientos para obedecer la Ley de democratización del sector público, que limita su permanencia en la silla a cinco años. Son muchas y muy importantes las instituciones culturales afectadas por el decreto. Los directores de Le Louvre, el Centre Pompidou (tanto el Presidente como los titulares de los departamentos), el Musée d’Orsay, la Bibliothèque Nationale de France, el Château de Versailles y RMN-Grand Palais tendrán que dejar el cargo transcurridos once años de su nombramiento: primer contrato de cinco años y dos posibles renovaciones de tres.

Tendrán “sólo” nueve para desarrollar sus programas los del Musée du Quai Branly, el Musée Guimet, el Musée Rodin, el Musée Picasso, el MUCEM, el Château de Fontainebleau, el Centre des Monuments Nationaux, el Institut National du Patrimoine, el Institute National de l’Histoire de l’Art, la Cité de l’Architecture et du Patrimoine, la Cité de la Céramique Sèvres et Limoges, el Parc et Grande Halle de La Villette o las Escuelas del Louvre, de Bellas Artes, de Artes Decorativas y de Arquitectura: contrato inicial de tres años renovable dos veces.

Como el decreto no tiene efectos retroactivos, algún director en activo sobrepasará los límites. Así, explica Le Journal des Arts, Stépnahe Martin podría seguir hasta 2017 a la cabeza del Quai Branly (un total de 19 años). 

Mikhail Piotrovsky, heredero del Hermitage de San Petersburgo

Como es sabido, los museos públicos están en Francia muy controlados desde las Administraciones, lejos del modelo del arm’s length que predomina en el ámbito británico y estadounidense. En éste, el gobierno de los museos está en manos de patronatos que hacen contratos de dirección de tipo laboral, no dependientes de la “confianza política”.

En tales condiciones, los largos mandatos son relativamente habituales, siempre que haya estabilidad en el patronato, la misión del museo esté claramente definida (algo que es más frecuente en los museos históricos) y el contratado desarrolle adecuadamente las líneas de actuación marcadas.

Un mandato largo deja una impronta personal en un museo, para bien o para mal. Podemos hablar de el Metropolitan “de” Phillipe de Montebello (1977-2008), el MoMA de Glenn Lowry (desde 1995), el Guggenheim de Thomas Krens (1988-2005), el Stedelijk de Edy de Wilde (1963-1985),  la Tate de Nick Serota (desde 1988), la National Gallery de Neil McGregor (1987-2002), los Uffizi de Annamaria Petrioli (1987-2005)…. o el Hermitage de la “dinastía” Piotrovsky: Mikhail se hizo director en 1992, sucediendo a su padre, Boris, que había ocupado el cargo durante 26 años. 

El ministro Franceschini, ante la Galleria Nazionale d'Arte Moderna

En Italia todavía escuece la iniciativa sin precedentes puesta en marcha el año pasado por el ministro de Bienes y Actividades Culturales y de Turismo, Dario Franceschini, después de reorganizar el sistema de museos estatales para  instituir 20 museos autónomos (antes mucho más burocratizados) y 17 “polos regionales”. Este año publicó una convocatoria internacional para cubrir de golpe la dirección de esos 20 museos mediante respectivos concursos, que se pretendían muy exigentes.

No era para menos; se trataba de Galleria Borghese, Gallerie degli Uffizi, Galleria Nazionale d’Arte Moderna e Contemporanea, Gallerie dell’Accademia (Venecia), Museo di Capodimonte, Pinacoteca di Brera y Reggia di Caserta en el primer nivel y, trece museos más en el segundo, entre ellos algunos tan relevantes como el Museo Nazionale del Bargello o el Palazzo Ducale de Mantua.

Los sueldos están a la altura: 145.000 euros para la primera categoría y 78.000 para la segunda, a los que se pueden sumar generosos extras por consecución de objetivos. Bastante más elevados que en España. Se recibieron ¡1.222 candidaturas! Aquí pueden consultar el resultado, con una pequeña biografía de cada uno de los elegidos. Decía que allí ha escocido porque siete de ellos son extranjeros, por lo que muchos historiadores y gestores italianos se sienten despreciados.

Pero lo que nos interesa ahora es la modalidad de contrato que se ofreció: la duración es de cuatro años, y no se menciona la posibilidad de renovación (tampoco se excluye). El consejero jurídico del ministro ha declarado que se está considerando la posibilidad de una sola extensión del mandato, supeditada a una evaluación positiva.

En España, la adopción parcial (sólo en algunas administraciones y no para todos los museos) del sistema de concursos, englobado en unas “buenas prácticas” que deberían acercar los museos a los principios de transparencia, igualdad de oportunidades, despolitización y autonomía, ha tenido efectos, entre otras cosas, en la duración de los contratos de dirección.

Siempre que hay un concurso, se firma por un determinado número de años. No son contratos indefinidos. Algunas veces se renuevan, otras no. Son las reglas del juego que hemos aceptado para evitar las injerencias partidistas y promover la profesionalidad e idoneidad de los directores.

Si el contrato no es renovable, adiós. Si es renovable, el órgano de gobierno del museo (patronato, consejo rector…) o el responsable político directo debe exponer públicamente y de manera clara los motivos de su insatisfacción con la gestión del director saliente. Y esto casi nunca se produce.

Además, ¿cómo podemos valorar el “éxito” de un mandato en museos sin misión y sin planes estratégicos?, ¿cómo evaluar la consecución de objetivos cuando los proyectos con los que los directores ganan los concursos casi nunca se difunden? Sigue habiendo designaciones políticas, aunque casi siempre se trate de profesionales preparados e incluso de miembros del Cuerpo Facultativo de Conservadores.

Hace unos años, en 2010, la ministra Ángeles González-Sinde nombró “a la italiana” (de un golpe), cuatro directores de museos estatales: el Arqueológico Nacional (Andrés Carretero), el Sefardí de Toledo (Santiago Palomero), el Sorolla (Consuelo Luca de Tena) y el Lázaro Galdiano (Elena Hernando) de Madrid, y confirmó el cargo en el Nacional de Escultura de Valladolid (María Bolaños, desde 2008). El procedimiento seguido fue el de “convocatoria para la provisión, por el procedimiento de libre designación”, restringida a funcionarios. Estos sí son contratos indefinidos pero sujetos a decisiones políticas. Curiosamente, todos sobrevivieron al cambio del partido en el poder. 

Rosa María Malet, ¿la más veterana de los directores españoles?

En los últimos meses hemos visto diversos “estilos de despedida”. La no renovación de Miguel von Hafe en el CGAC, por decisión propia, no planteó mayor problema… salvo que el posterior concurso en el que fue elegido Santiago Olmo ha sido controvertido. Por cierto: en las bases se ofrece un contrato por cinco años y no se menciona la renovación.

La dimisión Bartomeu Marí en el MACBA, forzada por la insostenible tensión tras el episodio censor, ha desembocado pacíficamente en la elección mediante concurso de Ferran Barenblit (que deja en CA2M vacante para la que, a su vez, habrá concurso), con un contrato de cinco años, renovable.

Ha habido un suave mar de fondo por la no renovación, insuficientemente justificada, del contrato de Omar Pascual Castillo en el CAAM, y expresión de simpatías en las redes sociales hacia el director, que no ha tenido más remedio que acatar la decisión.

Más belicoso fue Javier Fuentes Feo, despedido del CENDEAC (improcedentemente, según sentenció en junio un juez) cuando su contrato llegaba a su fin a pesar de que existía un “acuerdo tácito” para prorrogarlo unos meses más. Éste es quizá el caso más complejo pues se trató de un nombramiento por designación (y “quien a dedo es puesto a dedo es depuesto”) pero contó con el aval de una buena gestión fuertemente respaldada por la comunidad artística y con las bazas que le dio la Consejería: serias sospechas de motivaciones políticas y ausencia total de proyecto alternativo.

José Tono Martínez, que se declara partidario de los concursos pero asume que su nombramiento fue político, sí entendió que el nuevo equipo municipal madrileño le despidiera de CentroCentro, aunque se quejó de las formas (24 horas para dejar el despacho).

El reciente decreto en Francia me ha hecho preguntarme si hay muchos directores en nuestro país que sobrepasen esos nueve u once años de límite en el cargo, o que estén cerca de cumplirlos. Y, sí, aún limitándome a los museos más importantes, he encontrado bastantes (incluyendo algunas instituciones privadas).

El récord absoluto lo tuvo Antoni Pixot, que fue director del Teatro-Museo Dalí en Figueres desde la apertura de éste, en 1975, a su fallecimiento en 2015: ¡40 años! Esta modalidad de fundación-museo monográfico se presta mucho a los mandatos largos, pues se entiende bien en ellos la necesidad de respetar un proyecto personal y la elección de directores tiene mucho de gesto de confianza (tipo Fernando Gómez Aguilera).

También abundan los perfiles “técnicos”: funcionarios con mucha experiencia en la gestión y la administración que evitan los protagonismos y mantienen líneas estables (tipo Ana Salaberria).

Un prolongado mandato no equivale necesariamente a un trabajo impecable. Algunos de estos casos son percibidos en las respectivas áreas culturales como un problema, un lastre que impide la renovación de los museos o centros. Unos han permanecido por su buen hacer, otros por su habilidad para bandearse en política, otros por desinterés de los responsables últimos…

Considérenlo ustedes. Y, si saben de otros, compartan.  

director

museo

permanencia

Rosa María Malet Fundació Joan Miró, Barcelona 1980 / 35 años
José María Álvarez Martínez Museo Nacional de Arte Romano, Mérida 1985 / 30 años
Salvador Carretero Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander 1989 / 26 años
Elena Ruiz Sastre Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza 1990 / 25 años
Pablo Jiménez Burillo Fundación Mapfre, Madrid 1991 / 24 años
Ana Salaberria Koldo Mitxelena Kulturunea, San Sebastián 1993 / 22 años
Fernando Gómez Aguilera Fundación César Manrique, Lanzarote 1994 / 21 años
Jesús Navarro Museu Jaume Morera, Lleida 1994 / 21 años
Antonio Franco MEIAC, Badajoz 1995 / 20 años
Ángeles Penas Museo de Belas Artes da Coruña 1995 / 20 años
Juan Ignacio Vidarte Museo Guggenheim Bilbao 1996 / 19 años
Lurdes Vaquero Museo Cerralbo, Madrid 2000 / 15 años
Eduardo Alaminos Museo de Arte Contemporáneo, Madrid 2001 / 14 años
Miguel Zugaza Museo del Prado, Madrid 2002 / 13 años
Fernando Francés CAC Málaga 2002 / 13 años
Javier Viar Museo de Bellas Artes de Bilbao 2002 / 13 años
Pepe Font de Mora Fundación Foto Colectania, Barcelona 2002 / 13 años
Guillermo Solana Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid 2005 / 10 años
Iñaki Martínez Antelo MARCO, Vigo 2005 / 10 años
Carmen Fernández Rivera Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa, A Coruña 2005 / 10 años
Manuel Fontán del Junco Fundación Juan March (exposiciones y museos) 2006 / 9 años
Cristina Fontaneda Museo Patio Herreriano, Valladolid 2006 / 9 años
Pablo Juliá Centro Andaluz de la Fotografía, Almería 2007 / 8 años
Lorenza Barboni EACC, Castellón 2007 / 8 años
Emilio Navarro Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) 2008 / 7 años
Daniel Castillejo Artium, Vitoria 2008 / 7 años
Manuel Borja Villel Museo Reina Sofía, Madrid 2008 / 7 años
Gregorio Díaz Ereño Fundación Jorge Oteiza, Alzuza 2008 / 7 años
María Bolaños Museo Nacional de Escultura de Valladolid 2008 / 7 años