¡Vaya actorazo está hecho Juan Echanove! Empleo el sufijo apreciativo azo no para referirme al tamaño del actor —que, por cierto, ha adelgazado una barbaridad—, sino a su cualidad de intérprete: hacía tiempo que no disfrutaba tanto viéndole como en Esencia, la obra que acaba de estrenar en el Teatro Español junto a Joaquín Climent. Hay que estar formado con una aleación de metales muy compenetrados para despedir ese fulgor privativo de los primeros actores.
A favor de su lucimiento rema la obra que representa, un textazo (también merece el sufijo) que Ignacio García May publicó hace ocho años, de admirable estructura dramática y con un argumento metafísico que logra desarrollar de manera divertida y erudita sobre cómo hemos llegado a excluir el misterio y lo inefable de nuestras vidas para dar solo pábulo a lo racional.
Dos personajes, Pierre y Cecil, se reencuentran después de mucho tiempo en un restaurante y dialogan. Pierre es un maduro y elegante profesor universitario al que da vida Echanove; Cecil, un escritor de éxito de novelas de templarios y nazis al que Joaquín Climent dota de un estilo desaliñado que casa bien con la indecisión y la desconfianza que luego veremos le caracteriza. La sencillez es marca de la casa y así la preserva el director de escena, Eduardo Vasco.
El autor siembra los elementos dramáticos con técnica de novela policíaca para confundir y jugar, siguiendo un decurso calidoscópico. Es exigente con el espectador, conjuga el entretenimiento con la reflexión intelectual, primero abordando el significado que en la literatura y en la vida tiene lo “real”, término ciertamente abatido en nuestros días de tanta falsificación.
Después de un diálogo inicial sobre las grandes obras europeas que los dos personajes admiran, las que hablan de la cotidianidad, —Chéjov, Balzac…, García May introduce un tercer personaje ausente en escena físicamente: Balthazar Cromm, escritor misterioso al estilo Salinger o Pynchon del que solo se conoce su novela y del que ni siquiera se tiene una foto. Cecil confiesa a su amigo que está en el restaurante a la espera de una señal del anónimo escritor para que le conceda una entrevista.
Pierre-Echanove lanza tantas hipótesis sobre la identidad de Cromm que convierte a su interlocutor Cecil en un conspiranoico que acepta —como los espectadores— todo tipo de sospechas. Y como Cromm no llega, Pierre-Echanove le sugiere que se invente la entrevista, al modo de tantos casos reales recientes como el del periodista italiano Tommaso Debenedetti (una auténtica mina de entrevistas falsas con célebres escritores y hasta con el papa). El juego de identidades está servido.
Echanove se transforma en el escritor Cromm y la obra experimenta una vuelta de tuerca cuando el actor alcanza su monólogo final, largada de texto que nos suelta con una seguridad y naturalidad asombrosa, y un dominio de la situación que te deja petrificada en la butaca.
Echanove/Cromm nos cuenta su historia como redactor a sueldo de un superpoder global del que, junto con otros redactores, tenía la encomienda de escribir a diario la Realidad, es decir, de guionizar el presente y el futuro de la humanidad. La anécdota evoca la película El show de Truman.
En este nuevo escenario a García May no le interesa tanto jugar a la metateatralidad como profundizar en cómo trabaja el lenguaje en relación con la realidad: ¿es el lenguaje un espejo de la realidad o más bien funciona como herramienta para construirla? A estas alturas ya nos hemos dado cuenta que solo existe aquello que logramos expresar, aunque sea mentira. Por el contrario, negamos su existencia a todo lo que ocultamos.
Esencia la publicó Ignacio García May hace ya más de ocho años en una antología de siete piezas que el autor agavilló bajo el rubro Teatro de la Conspiración (Ed. Antígona). El Teatro Español representará a partir del 23 de octubre otro de sus textos contenidos en la edición: Jack el destripador (titulado en el libro como Afectuosamente suyo).
Esencia
Teatro Español, hasta el 9 de noviembre
Autor: Ignacio García May
Dirección: Eduardo Vasco
Reparto: Pierre: Juan Echanove. Cecil: Joaquín Climent
Escenografía: Carolina González
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Música y ambiente sonoro: Eduardo Vasco
Producción: Teatro Español y Entrecajas Producciones Teatrales
