Calixto Bieito sigue picando en el filón que descubrió hace treinta años, el de maltratar a Shakespeare tragedia por tragedia y, lo peor, a los actores con los que trabaja. Este Ricardo III es una impostura de principio a fin, de una estética fea y costosa, pero su verdadera tragedia es la de arruinar la presentación ante el público madrileño de un actor de la categoría de Joaquín Furriel.
Bien mirado, quizá me equivoque, pues que el argentino Furriel logre salir victorioso del desafío de protagonizar una obra que le tira al escenario como si fuera un dado tiene su mérito. Y Furriel, aunque en la primera hora resulta déjà vu con sus gracietas bufonescas, en la segunda te atrapa como gato a ratón y ya no te suelta, cuando se pasa por el arco del triunfo el hiperrealismo del director para disparar con su apabullante arsenal interpretativo.
Son los momentos en que el actor, convertido en un diablo encantador, embauca al público con lo del asesinato como una de las bellas artes y todas las maldades que el pensamiento de Ricardo ha pergeñado. Es una demostración teatral de cómo se camufla el mal entre los humanos, en línea con la idea teológica de la serpiente astuta que engañó a Eva en el jardín del Edén.
Difícil también lo tiene el resto del elenco del Teatro San Martín de Buenos Aires, con buenos actores como Luis Ziembrowki, Marcos Montes y Belén Blanco, pues andan en escena más solos que un pastor con sus ovejas y algunas como María Figueras (a la que hemos visto en Madrid en obras de Veronese) haciendo cosas raras como si su lady Ana fuera epiléptica.
Bieito ha titulado La verdadera historia de Ricardo III a la obra y nos cuenta que es una investigación sobre la maldad humana, nada nuevo bajo el sol pues es esta justamente la especialidad de Shakespeare. El director siempre nos presenta como una innovación sus actualizaciones de títulos clásicos, es un decir, pues consisten en apropiarse de la fábula para reconstruirlos a su bola, pero ahora ya sin épater le bourgeois porque conocemos sus ocurrencias. Aquí la dramaturgia la firma Adrià Reixach.
Director y dramaturgista escogen una anécdota de la actualidad reciente, el hallazgo del supuesto cadáver del rey Ricardo III que apareció en un aparcamiento de Leicester en 2012. Y transforman el dramatis personae de la corte de Ricardo en un grupo de científicos que analizan los huesos encontrados y a los que visten con batas blancas. Y así conviven el pasado y el presente.
El montaje abraza las tesis de los ricardistas (los que andaban buscando los huesos del monarca inglés para enterrarlo como su título merecía) y es que nuestro jorobado no era tal, solo tenía escoliosis, y lo de presentar a Ricardo como aborto físico es fruto de que la Historia la escriben escribidores al servicio del poder (idea que nos sintetiza un presentador locuaz, Marcos Montes, al inicio del espectáculo). La otra idea, y esta sí que es actualísima, es que Ricardo es malo porque de niño fue víctima del acoso escolar de sus compis del cole.
Un apunte más, la escenografía en tonos grises y negros es indescriptiblemente deslavazada, pero no han reparado en gastos. Me pregunto cuánto habrá costado la escena en la que baja del peine un coche para que los esbirros de Ricardo cometan uno de sus asesinatos dentro de él. Una escena que apenas dura diez minutos. ¿Habrán traído el coche desde Argentina o les habrá bastado con uno de un desguace madrileño?
Oportunidad perdida de disfrutar con la escuela de intérpretes argentinos, tan distinta a la española, como ya nos demostró el año pasado en este mismo teatro La gran ilusión, el estupendo montaje dirigido por Lluís Pasqual para el Teatro San Martín. Esperemos que haya más suerte con las dos producciones de la programación Canal Hispanidad que se verán en este mismo teatro en los próximos días: Sansón de las islas, del autor Gonzalo de María, y un Medida por medida en clave clown de Gabriel Chamé.
La verdadera historia de Ricardo III
Teatros del Canal, Madrid. Hasta el 9 de octubre
Producción: Teatro San Martín-Complejo Teatral de Buenos Aires
Dirección general: Calixto Bieito
Traducción: Lautaro Vilo
Dramaturgia: Adrià Reixach
Reparto: Joaquín Furriel, Luis Ziembrowski, Ingrid Pelicori, Belén Blanco, María Figueras, Marcos Montes, Luciano Suardi, Ivan Moschner, Luis "Luisón" Herrera y Silvina Sabater.
Diseño de escenografía: Barbora Horáková Joly
Diseño de vestuario: Paula Klein
Diseño de iluminación: Calixto Bieito, Omar San Cristóbal
Música original: Janiv Oron
Diseño de vídeo: Adrià Reixach
Sonido: Miguel Álvarez
