De las varias razones que hacen que la poesía de Yolanda Castaño (Santiago de Compostela, 1977) destaque por derecho propio en el matriarcado de la poesía gallega de su generación (y, por ende, de la poesía en general) me parece que la fundamental es su capacidad de caminar por el delgado cable que separa y une el poema contemporáneo y la experiencia performativa; una capacidad que emana de su asunción de que el elemento autobiográfico es tan esencial en el poema como en la performance, pues es ese elemento autobiográfico el que conecta la obra de arte con la política en general y con todos sus aspectos particulares, desde la visión feminista a cualquier otro aspecto relacionado con el hecho de ser hoy en este mundo. (A cualquier lector interesado en profundizar en este asunto le recomiendo el libro de Deirdre Heddon Autobiography and performance (Palgrave, 2008). Bien es cierto que no es posible huir de lo autobiográfico: desde el momento en que cuanto vivimos y pensamos es procesado por la máquina de vivir que somos, todo es autobiografía.



La diferencia entre asumir esto con todas sus consecuencias o hacerlo de forma superficial es esencial. Superficial es el último libro de Agustín Fernández Mallo, Antibiótico, que no deja de resultar un experimento performativo algo anticuado (Mallo se encierra en una casa de un pueblo vacío con latas de champiñones caducadas a ver qué pasa: una especie de Gran Hermano con un solo señor). Y todo lo contrario es Profundidade de campo, el último libro de Yolanda Castaño, que se deja de chorradas para entrar a fondo en el fango de la propia identidad, para hablar de ella sin tapujos, para entender cómo uno se ve y cómo lo ven y cómo ese reflejo nos condiciona. Yolanda Castaño se hace la autopsia en vida y sin anestesia; Fernández Mallo se encierra en un laberinto con un trozo de queso a ver qué pasa. Yolanda Castaño une en su herencia lo mejor de la tradición literaria y la performativa y da un paso más en esa serie de transformaciones que marcan la poesía occidental, del héroe a la víctima, al testigo; de la historia a la autobiografía; de la autobiografía a la performance. Ella es heredera de Anne Sexton y de Marina Abramovic; él, de las solapas de los libros de Borges y de Valerio Lazarov.



Muestra de la curiosidad literaria de Yolanda Castaño es su último libro, al caso del cual viene esta nota de blog. Babelia en galego (Cíes) es el resultado de un taller de traducción al que la autora fue invitada en Eslovenia y recoge, además de una selección mínima de sus propios poemas, sus versiones de los del maltés Antoine Cassar, el japonés Yasuhiro Yotsumoto (a mi juicio el más interesante del conjunto), Mamta Sagar (quien escribe en canarés, hablado en la India), el ruso Stanislav Lvovsky, la eslovena Veronika Dintinjana y el chino Xi Chuan. El prólogo de Yolanda Castaño es una meditada reflexión sobre la experiencia de esos talleres y se detiene en algunos detalles de linguística y sociología sin duda interesantes para cualquier traductor (y también para cualquier poeta). Les dejo como muestra su versión del poema de Yasuhiro Yotsumoto "Papá a Rocha":



Acordamos unha mañá para atopar o noso pai

transformado nunha rocha, enriba do seu futón,

non maior que un balón de fútbol, pero incriblemente pesada,

inamovible mesmo cando toda a familia se puxo a o empurrar.

A superficie é negra e brillante, e vemos

pequenas partículas metálicas se o esculcamos de preto.



Mamá, tal como ela é, ponse a buscar traballo á semana seguinte,

pero, á véspera do 49° día dende o funeral, é atopada no baño

convertida na Fosa das Marianas.



Hoxe, unha carretilla elevadora tira a papá en mamá.