El Casals, el primero cuarteto español en situarse en la primera fila internacional, ha cumplido 25 años. Lo ha querido celebrar volviendo al lugar donde nació, la Escuela Reina Sofía, y tocando allí un adelanto de su próximo proyecto: la interpretación completa de El arte de la fuga de Johann Sebastian Bach. La grabación está ya hecha y aparecerá pronto.

El cuarteto de cuerda, al nivel que lo practican el Casals y algunos otros, bordea lo inexplicable. Son cuatro individuos, cuatro especies musicales bien distintas (un violín, otro, una viola, un violonchelo), pero también son uno, porque su forma como obra de arte es única o, más bien, unificada.

A cualquier cuarteto le pasa esto, dirá alguno, y es verdad, pero a partir de determinado grado de refinamiento, cuando se consigue llevar al extremo el empaste, la cuestión de si son uno o cuatro pasa de lo banal a lo trascendente y acaba en misterio insondable, como el de la trinidad, el dios que es a la vez uno y trino. El Casals nos pone ante el misterio de la cuaternidad.

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Creo que me estoy pasando de místico, pero así me hicieron sentir los Casals con su Arte de la fuga. ¿Estoy oyendo el violín de Abel Tomàs, que protagoniza este momento concreto, o al cuarteto entero, que lo incluye y le da contexto y sentido? El cuartetista vive instalado en este dilema. Habita la contradicción, porque su oficio consiste en salirse del grupo sin dejar de estar dentro y en hacerse oír simultáneamente de dos maneras opuestas: directo de su instrumento al oído del oyente o empastado con el sonido de sus tres colegas.

Resolver esta oposición con la máxima exigencia musical requiere un grado de compenetración casi imposible, que va más allá de los conciertos y los ensayos y abarca todo un proyecto de vida. Una música como la del Cuarteto Casals solo se explica como expresión de amor, no tanto al colega cuanto al sonido conjunto y a la partitura. Para que de verdad vuele alto, el cuarteto tiene que ser un "amoroso lance", apasionado e incierto.

Un concierto de un cuarteto de cuerda es una tertulia representada e increíblemente refinada

Otra forma bien conocida —y menos pedante— de verlo: el cuarteto es una conversación entre cuatro personas, pero hay dos matices que lo cambian todo: a diferencia de la otra, la conversación camerística es con público y está concertada. Además de a ellos mismos, los cuartetistas tienen que dirigirse a otras personas, lo que les pone en el trance de representar, y la pulsión de progreso y el amor por la música de cámara someten a esa representación a un perfeccionamiento técnico y creativo incesante y próximo a la obsesión. Un concierto de un cuarteto de cuerda es una tertulia representada e increíblemente refinada.

El Cuarteto Casals venía de tocar por todo el mundo durante tres años la integral de los cuartetos de Beethoven y ¿qué puede hacer uno después de eso? "Volver a la esencia del cuarteto de cuerda: diálogo entre cuatro personas", dice Jonathan Brown, viola del grupo, y añade: "No hay en la historia de la música una obra que muestre mejor la tensión entre ser individuo y formar parte de una colectividad que El arte de la fuga".

Al final de su cumpleaños, hicieron sonar esta tensión tocando los contrapuntos 1, 4, 6 y 9. Son fugas aéreas, sin aterrizar en instrumentos concretos, exploraciones laicas del Bach más técnico y abstracto que, por lo mismo, pueden alcanzar la emoción más alta. Pura cuaternidad.