La saga The Legend of Zelda es uno de los principales estandartes de Nintendo. Desde que el primer título saliera en 1986, estos juegos de aventuras han encarnado el sello de calidad con el que la compañía de Kyoto salvó a la industria de los videojuegos en los años ochenta. Otras franquicias la superan en ventas o popularidad, pero pocas han podido mantener tan altísimo nivel durante más de treinta años, una consistencia que desafía toda lógica. Link’s Awakening se lanzó originalmente para la Game Boy en 1993 y fue el primer título de la franquicia para consolas portátiles, aunque el cuarto en líneas generales. Para entonces, los diseñadores de Nintendo, respaldados por el legendario Shigeru Miyamoto (premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades 2012), ya tenían la fórmula de la saga bien definida. Este remake que ahora nos ocupa, 26 años después, renueva por completo el aspecto gráfico y sonoro para dar esplendor a un esquema de diseño asombroso, un gigantesco rompecabezas que va desvelando sus secretos poco a poco hasta llegar a maravillar con la perfección del conjunto.

Una tormenta sorprende a Link en plena travesía marítima, y a pesar de todos sus esfuerzos por agarrarse al mástil, un rayo destroza la endeble embarcación. Cuando vuelve en sí, se da cuenta de que ha naufragado en la isla de Koholint, donde una misteriosa deidad duerme y sueña en la cumbre más alta. La única manera de escapar de la isla implica despertarla con la ayuda de ocho instrumentos guarecidos en mazmorras laberínticas. Como suele ser habitual en la saga, la trama es más bien rudimentaria, pero cumple con su propósito de presentar el escenario y una temática subyacente de melancolía existencial que resuena con cierta fuerza en los compases finales. Pero el protagonismo indiscutido se lo lleva el apabullante diseño de niveles del juego.

The Legend of Zelda: Link’s Awakening

La fórmula Zelda, antes de que Breath of the Wild la deconstruyera por completo, consistía en un esquema muy sencillo: exploración, recolectar diferentes objetos (el arco, el gancho, las bombas…) y resolver puzles de lógica con la ayuda de esos mismos objetos. Sin embargo, no deja de sorprender una y otra vez la cantidad de enfoques diferentes que los inspirados diseñadores de Nintendo consiguieron aportar a un número limitado de elementos. Lo que empieza siendo un periplo sencillo, que parece ir muy acorde con el estilo infantil de la animación y el aspecto de juguete de los personajes, se va complicando paulatinamente hasta convertirse en un verdadero desafío mental en las últimas mazmorras, con un diseño tan intrincado que exige una gran visión espacial y dosis de pensamiento lateral para superarlas. Las más inspiradas se asemejan a un cubo de Rubik, en el sentido de que hay que seguir un orden concreto y ser capaz de ver todo desde diferentes puntos de vista. Y aunque es posible atascarse momentáneamente, el juego da pistas más que suficientes para ofrecer unas mínimas garantías. Al final, simplemente, todo encaja.

The Legend of Zelda: Link’s Awakening para Switch es la oportunidad perfecta para disfrutar de un juego clásico que mantiene intacta toda la ingenuidad de su diseño mientras al mismo tiempo actualiza con primor sus aspectos estéticos. No es un juego muy largo ni se desarrolla a lo largo de un mapa muy extenso, pero su reducido mundo está a rebosar de secretos que premian cada impulso de curiosidad. Al mismo tiempo, es un gran ejemplo de la mejor forma de abordar la preservación de los videojuegos, y cómo los estudios pueden volver la mirada atrás para presentar a nuevas generaciones joyas del pasado. Aunque ciertos elementos puedan considerarse anticuados, en su propuesta básica, pocos juegos pueden siquiera llegar a la altura de un buen Zelda. Y Link’s Awakening, a pesar de haber sido lanzado en un hardware tan limitado como la Game Boy original, es, ante todo, un buen Zelda.

The Legend of Zelda: Link’s Awakening - Announcement Trailer - Nintendo Switch