Me llevé este último fin de semana a la Isla de La Palma la novela Totalidad sexual del cosmos, escrita por Juan Bonilla. No me gusta leer de un tirón una novela, ningún libro, pero esta vez el vértigo que me provocó la protagonista central, su historia, las historias laterales de su vida y la locura en la que anduvo metida en todas sus experiencias, no me permitió las pausas que intento, por costumbre reflexiva, siempre al leer. Y otra cosa tan importante como la misma demencia creativa de la protagonista: la prosa. La prosa en la que está escrita la novela: un caballo desbocado, corriendo al galope a través de una llanura interminable. Una prosa inteligentísima que se multiplica en su veloz profundidad página a página, mientras (primero) convence y (después) hipnotiza al lector. Una prosa madura, conocedora de los secretos de la narración, de los procedimientos sofisticados de la novela de hoy. Es la novela de un novelista que ha leído mucho, digerido todo lo que ha leído y que en cada instante maneja la narración sin que a esa narración se le vean las costuras ni a él, ni al autor de la novela, ni siquiera su sombra protectora. Una realidad transformada en magia que consigue una novela en la que el lector aprende una de las historias más sorprendentes de México cuando México era el mundo, el mundo que Lázaro Cárdenas puso en el mundo de una vez por todas.

Ella, la loca, se llama Nahui Olin: una belleza angelical que quiso ser libre por encima del bien y del mal; una belleza mágica que se enfrentó a la sensualidad sexual del cosmos y ganó la memoria de quienes la conocieron, la trataron o se acercaron a su leyenda. Bonilla lo consigue: cuadra el círculo de la vida de la protagonista de su novela con una perfección de artista de la palabra, entre pinturas, bailes, vida social, ansiedad intelectual y complejidad narrativa. Y consigue, seguramente con mucho esfuerzo aunque no lo parezca, domar el mito, retratar la leyenda, saquear la biografía de Nahui Olin hasta que el lector participa del ritual de la locura de aquella mujer fantástica que es el núcleo de la novela.

Nahui Olin tuvo una vida bipolar: nació en una buena cuna bajo el nombre de Carmen Mondragón y, uno de sus máximos amantes, el famoso Dr. Atl, le puso el sobrenombre con el que alcanzó la eternidad. Les confieso que a la mitad de la novela mi obsesión amorosa que había transformado en una infatuación erótica de primera dimensión y, como en el mismo acto sexual, ya no podía abandonar la lectura de la novela porque en ese acto, solitario y tenaz, yo estaba haciendo mía, en la gran metáfora de la lectura, a la gran loca. Incluso hubo un par de veces que tuve que levantarme de la cama donde leía sudando mi pasión de lector y regresaba rapidísimo a ese vicio con el que la lectura te provoca y descubre tus ganar de vivir (o ya haber vivido) una experiencia de este género, el de la loca del mundo Nahui Olin, con ella siempre. Y, después, escribirla, como hace en la novela el restaurador que se obsesiona con ella y la redescubre en matices que tal vez nadie había tenido en cuenta o en otros en los que no se había fijado nadie antes que él. Tengo la certeza de lector que esa misma sensación pasional le ha ocurrido al autor de la novela que Seix Barral publicó hace unos meses. Ya sé: para muchos lectores, Juan Bonilla es un excelente novelista a quien también hay que descubrir en cada una de sus publicaciones. Ya sé: además es un gran conversador, y un contador de historias y cuentos con los que el interlocutor, además de despejar muchas de las dudas intelectuales que lo agobian, goza del instante en que vivimos, gracias al cuento, la vida de los demás. Es decir, la curiosidad insaciable del moño que nos reclama a cada rato que elijamos entre civilización o barbarie. Nahui Olin, pues: una loca excepcional, pintora, poeta, vividora, habladora, creadora de su propio mito, sembradora de su leyenda y de la leyenda de sus amores y sus hombres, amante de los gatos (especialmente del suyo: con quien termina o no, escojan ustedes, haciendo el amor en una noche de pasión terrible e inolvidable).

En la literatura de hoy existen muchos inconvenientes que procuran, dándose cuenta o desinteresadamente, el despierte del lector. Se escribe mucho malo y, lo que es peor, se publica y publicita mucho malo. Quienes tienen que jerarquizar esta literatura no lo hacen, y los que lo hacen no lo consiguen casi nunca. Bueno, por honradez intelectual de lector tengo que decirlo para terminar: lean la novela extraordinaria de Juan Bonilla, la novela de la loca genial en una prosa increíblemente cuidada, difícil de escribir y fácil de seguir para los lectores de verdad, que saben lo que es la literatura narrativa.