Una voz para Erauso. Epílogo para un tiempo trans

Azkuna Zentroa. Bilbao. Comisario: Paul B. Preciado. Hasta el 25 de septiembre



Una película sin ninguna intención. Después de Chantal Akerman

Galería Elba Benítez. Madrid. Hasta el 7 de mayo. De 4.000 a 35.000 euros

Hace más de diez años, Cabello/Carceller presentaron en el CAAC de Sevilla una película que recuperaba la memoria de un personaje que había sido borrado de la historia, esa que a veces se escribe con mayúscula aunque ya se sabe que no es la única. Este personaje era Céspedes, que podría haber sido considerado la primera mujer con el título de cirujano de Occidente; sin embargo, era un “sujeto imprevisto”, como Cabello/Carceller califican a las personas que protagonizan sus proyectos citando a la feminista Carla Lonzi. Su identidad no era estable, ni se atenía a las normas. Era muy difícil de aprehender, más aún desde un pensamiento binario que no distingue los grises que hay entre el blanco y el negro.

Céspedes fue mujer, mulata, esclava, libre, esposa, sastre, soldado, morisco, cirujano, castrado, hombre, esposo, hermafrodita, sodomita, hereje, bruja, burladora… según las actas de los procesos inquisitoriales que se celebraron en su contra a finales del XVI y que terminaron con su escarnio público, la imposición de llevar hábito femenino y la reclusión en un hospital para continuar atendiendo enfermos. Céspedes no sólo desapareció de la historia, sino que también lo hizo de la representación. No se conserva ningún retrato suyo y, por eso, Álex, protagonista del vídeo que presentaron en Sevilla, solo puede imaginar a Céspedes.

El dúo de artistas recupera la memoria de Erauso, un “sujeto

imprevisto” para la historia

Sin embargo, sí ha llegado un retrato de otro “sujeto imprevisto” casi contemporáneo, el que Juan Van der Hamen hizo de Erauso cerca de 1626, en torno al que Cabello/Carceller han articulado la exposición en Azkuna Zentroa que comisaría el filósofo Paul B. Preciado. Vuelven a recuperar la memoria de un personaje que, aunque no fue excluido de la historia, sí entró en ella de una forma que quizás no le correspondía. Erauso fue Catalina, la monja alférez, como se nos has dicho, pero se olvida que también era Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán y Antonio de Erauso. Nombres e identidades que fue asumiendo a lo largo de su vida y que era mejor eliminar, como sucedió en la placa de la calle que tiene dedicada en San Sebastián en la que solo aparece como Catalina.

Erauso resultaba tan difícil de aprehender para un tipo de relato histórico, el mismo que excluyó a Céspedes, que se tuvo que fijar su identidad, se obligó a que encajara en la norma. Por eso ahora, artistas y comisario han solicitado al Ayuntamiento de San Sebastián, que modifique la placa y añada a Catalina, la barra /, ese símbolo frontera en el que cabe la multiplicidad, y el nombre de Antonio, el único masculino que hizo coincidir con su apellido.

'Una voz para Erauso, epílogo para un tiempo trans', 2021, en Azkuna Zentroa

Pero Erauso ha tardado, como Paul B. Preciado reconoce, en inscribirse en una genealogía trans, una de las historias posibles, porque provoca incomodidad por su implicación activa en la colonización española de América y en la destrucción del pueblo mapuche. Algo que Erauso confiesa en el vídeo proyectado en una pantalla doble que ocupa, junto al retrato de Van der Hamen y su copia, el centro de la exposición y le da título, Una voz para Erauso: epílogo para un tiempo trans. En él, otros tres sujetos imprevistos, que parecen estar en el ensayo de una obra de teatro, hablan con el retrato de Erauso: se comparan, se enfrentan, se reflejan en él, para dejar que en el capítulo final sea el propio retrato el que tome la palabra y cante su vida para presentarse como alguien al que es imposible etiquetar. No cabe en ninguna categoría. Escapa de ellas.

La oscuridad del fondo del cuadro tiñe el resto de la exposición. Son una excepción las salas que sirven de prólogo, en las que se muestra la performance Bailando el género en disputa que Cabello/ Carceller organizaron a partir del conocido texto de Judith Butler, y de epílogo, en la que se encuentra la carta al Ayuntamiento de San Sebastián y un autorretrato doble del dúo de artistas.

En los otros espacios, se han incluido dos proyectos en los que Cabello/Carceller han trabajado sobre el retrato: Archivo: Drag Modelos, en el que se evidencia la capacidad que tiene el cine para establecer modelos en la construcción de las masculinidades, y la videoinstalación Lost in transition, que toma la escalera como ese espacio límite en el que se puede ser quien se quiera. Esta escalera se hace cortina en la exposición que se celebra simultáneamente en Elba Benítez, su galería de Madrid. En este homenaje a la directora Chantal Akerman, la protagonista corre y descorre continuamente una cortina, la misma que está instalada en el acceso a la proyección, para quedarse siempre allí, en ese lugar que como el signo de la barra / se encuentra entre medias, ni aquí, ni allí, y que tan difícil resulta aprender a habitar.