Vista de sala con la obra Columna I, 2012-2015

CGAC. Valle Inclán, 2. Santiago de Compostela. Comisario: David Barro. Hasta el 4 de febrero

Mientras escribo este texto Álvaro Negro (Lalín, 1973) se encuentra trabajando en la Real Academia de España en Roma, en una de las becas de producción artística más prestigiosas del sector. Su proyecto, que investiga la presencia pictórica como motivo, pretende tomar prestado para su pintura los colores de Giotto, la penumbra de Masaccio o la perspectiva de Fra Angelico traduciendo estos aspectos en expresión contemporánea del quattrocento italiano. Durante sus más de veinte años de trayectoria, la obra de Negro se ha colado discretamente entre los márgenes de la historia del arte, creando una honesta gramática de mínimos siempre en consonancia con los espacios que habita.



Es emocionante pensar en esta retrospectiva de media carrera como un ejercicio de retorno a un centro de arte, el CGAC, que tanto ha significado para el artista, tanto por su admiración por la arquitectura de Álvaro Siza, como por haberle acompañado, a través de sus exposiciones y actividades, en sus diferentes etapas. El diseño expositivo -uno de los grandes aciertos del proyecto- responde a esta sintonía de Negro con el edificio, pero también con el comisario, David Barro; modelando entre ambos un espacio ágil e íntimo, declinando los falsos muros en ángulos de 21° que se superponen a los del propio museo, afilando, así, las perspectivas de las salas, creando nuevos itinerarios para el visitante, modulando la luz natural que penetra por los lucernarios. La obra de Negro se expande y se enreda en la de Siza.



El título de la exposición, Y, supone no sólo un ideograma, sino la conjunción copulativa de lo que aún está por venir; un axis o un umbral sobre el que se pliega la acción pictórica mediante líneas que evocan redes, horizontes, puertas entreabiertas, tótems. Así es el trabajo de Negro, una cosmogonía de aparente sencillez, pero que esconde capas de estratos significantes que laten entre lo figurativo, el minimal y lo abstracto. Pintura sísmica que sale del soporte bidimensional, de la tela, el acero, la arpillera, el aluminio o el espejo para pintarse también en vídeo o en lápiz, recordándonos que el pintor piensa en pintura siempre, al margen del medio que utilice. La videoinstalación llega como una alternativa al taller en su etapa londinense en la que estudia en la prestigiosa Saint Martins College of Art de Londres. Sus paisajes se convierten en relatos fenomenológicos como en Monteagudo. Natureza! Estás soa? (2009-2011) en la que prima la experiencia del paisaje, su percepción y duración, sobre la tentativa meramente estética o documental.



Cada abstracción es una pintura de paisaje, como afirma el pintor Helmut Federle -uno de sus referentes contemporáneos, al igual que los expresionistas abstractos como Barnett Newman, Rothko o Still-, y así entendemos las atmósferas en penumbra que transmiten sus lienzos como naturalezas alejadas de lo efímero, fruto de pensamientos, procesos y pinceladas lentas. Tanto las obras de mediados de los noventa Item perspectiva, o Cuadro abandonado (de la serie Luzpin), como sus trabajos más recientes Cadro-Tumba (2014), pintura negra sobre espejo, todas comparten esa recurrente obsesión por encontrar y esconder la luz; como metáfora de la pintura en sí misma, pero también como experiencia perceptiva del espectador, dejando que la imagen se revele lentamente y por sí misma en nuestros ojos.



@mariamarco_