Varias obras de la exposición

Galería Travesía Cuatro. San Mateo, 10. Madrid. Hasta el 10 de febrero. De 1.400 a 37.800 €

"Estoy muerta de sueño": es lo que dice la estatua asesinada, rescatada de un espejo inundado de sombría sangre, al poeta Xavier Villaurrutia (Ciudad de México, 1903 - 1950) en el Nocturno de la estatua. Ya los primeros análisis de su obra, cercana al Surrealismo, subrayaron la relación de sus atmósferas poéticas con la obra pictórica de Giorgio de Chirico. Pero hay otras referencias visuales, artísticas, en su obra, entre ellas la recordada por Octavio Paz: "Alguna vez, para recoger un manuscrito o un libro, pasé por el estudio que tenía Xavier por el centro. Me sorprendió la atmósfera de aquella habitación: parecía el set de una película de Cocteau (La sangre del poeta)". Villaurrutia formó parte del grupo Contemporáneos y fue cofundador de la revista homónima, en cuyo tercer número se publicó un artículo de Cocteau sobre De Chirico, posiblemente traducido por este poeta mexicano que, además, dibujaba en tono metafísico.



Los intensos Nocturnos que Villaurrutia compuso en los años treinta son la base de un proyecto multiforme y redondo de Jorge Méndez Blake (Guadalajara, México, 1974) en el que se dan cita los dos mundos que más le gusta transitar: la literatura y la arquitectura. El artista ha descompuesto los diecisiete poemas en sus elementos constructivos, palabras y signos de puntuación, y los ha recombinado en tres diferentes ejercicios de poesía concreta. Uno de ellos adopta dimensiones pictóricas: son cuatro grandes lienzos en los que reparte la totalidad de esas palabras y signos, flotando sobre un negro vacío. Había ensayado anteriormente la fórmula en unos cuadros en los que concentraba todos los guiones que aparecen en los poemas de Emily Dickinson pero la inclusión aquí de las palabras supone un paso desde lo plástico a lo textual e invita al espectador-lector a asociarlas libremente. En el segundo ejercicio escoge una serie de vocablos que se repiten en los Nocturnos y dibuja con ellos, mecanografiados sobre papel claro, al estilo de la poesía concreta más geométrica (un poco en la línea de la que practicó Elena Asins, entre otros); en el tercero, usa una sola de ellas, "silencio", para trazar formas con golpes secos de la máquina de escribir sobre papel negro.



La asociación de Villaurrutia con De Chirico es escenificada en una escultura de mesa, a modo de maqueta urbanística, en la que recrea libremente las arquitecturas de sus plazas crepusculares, aquí completamente negras. Hay arquerías, torres y, cómo no, estatuas, similares a las de los cuadros pero con rasgos diferenciados (un monje ¿chino? y una escultura ecuestre ¿de Mussolini?) cuyo significado no aclara, al igual que los de la taza de café, compañera de insomnes, y de la lima fresca depositadas sobre la mesa.



La noche, el sueño y la muerte (personificada, amada) van de la mano en el poeta pero Méndez Blake evita el dramatismo para trabajar de una manera quizá excesivamente fría, dado el turbulento material de partida, pero muy sensible y desde luego poética, sobre la arquitectura de las palabras, sobre su potencial para ocupar y transformar el espacio. Este proyecto se suma a otros anteriores con los que ha ido buceando en libros y bibliotecas, con homenajes a autores clásicos como William Shakespeare, Julio Verne, Franz Kafka, Samuel Beckett o Jorge Luis Borges. No obstante, creo que nunca antes había tenido tanto peso el contenido, el lenguaje, en sus creaciones, más volcadas hasta ahora hacia lo escultórico o lo edilicio. Es también novedoso su ensayo en el campo de la pintura, que no había frecuentado hasta ahora, a pesar de que es un excelente dibujante. Aquí, no dibuja sino que recorta cada letra, cada signo, sobre el negro más profundo, en lo más silencioso de la noche.



@ElenaVozmediano