Image: Un caro y arriesgado experimento

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Exposiciones

Un caro y arriesgado experimento

Copiado por el sol

29 julio, 2016 02:00

Enrique Blanco: Retrato que se supone de la mujer de la mujer de Velázquez (detalle) y Diego Velázquez: Retrato ecuestre del príncipe Baltasar Carlos (detalle)

Museo del Prado. Paseo del Prado s/n. Madrid. Hasta el 4 de septiembre.

Hace unas semanas les conminaba a visitar la exposición de Ceán Bermúdez en la Biblioteca Nacional y señalaba su feliz coincidencia con ésta en el Museo del Prado, ambas de gran relevancia para el estudio de la historia del arte español. El Prado posee una notable biblioteca (con unos 4.500 volúmenes anteriores a 1900) que es de acceso público y tiene su sala de lectura en el Salón de Luca Giordano del Casón del Buen Retiro, donde se mostró durante años el Guernica. En ella se conserva una joya de la historiografía del arte español: los cuatro volúmenes de los Annals of the Artists of Spain de William Stirling Maxwell, que no solo es la primera historia completa (o con esa ambición) de nuestro arte sino también el primer libro de arte en el mundo que se acompañó de ilustraciones fotográficas. Del cuarto tomo, que contiene los 66 talbotipos que el autor encargó a Nicolaas Henneman, asistente del propio William Fox Talbot, se han localizado hasta hoy solo 25 ejemplares de la edición no venal de 50, que Stirling regaló a amigos, familiares, colaboradores y bibliotecas escogidas.

Pequeña pero gran exposición, una rareza que nos habla de los orígenes de la ilustración fotográfica

Vayan al museo abrigados (la conservación exige frío) y den su tiempo a esta pequeña gran exposición a la que, a pesar de los esfuerzos para que la condensación de información visual y textual no apelotone el montaje, le habría venido bien el doble de espacio. Es una rareza que nos habla de los orígenes de la ilustración fotográfica cuando, hoy, se acerca el fin del libro impreso, y resulta de la colaboración con el Centro de Estudios Europa Hispánica (que apoya también la muestra de Ceán y lleva a cabo un programa más amplio sobre Stirling, detallado en su web) y la Universidad de Glasgow.

José Manuel Matilla y Hilary Macartney han destripado el volumen de evanescentes fotografías, analizando 23 de los ejemplares (se exponen siete), los negativos y las copias no utilizadas en la edición, que se conservan en el National Media Museum de Bradford, y rastreando las fuentes icónicas del proyecto, que en pocos casos eran las obras originales que se comentaban en los Anales. Sin espacio aquí para mencionar siquiera los principales hallazgos, les remito a los vídeos de las conferencias de los comisarios, en la web del museo y, claro, a la muestra.

Vista del establecimiento fotográfico de Reading (Benjamin Cowderoy o Calvert R. Jones) (detalle)

Se trata de un capítulo artístico hasta cierto punto marginal que apela fuertemente, sin embargo, a diversas inquietudes actuales. En primer lugar porque esclarece la circulación de las imágenes, demostrando hasta qué punto el arte español era desconocido en Europa incluso después de que las rapiñas y saldos asociados a la ocupación francesa y a la desamortización de Mendizábal dieran lugar allí a importantes colecciones entre las que destacó la Galería Española de Luis Felipe en el Louvre, de cuya subasta en 1853, por cierto, se nutrió en buena parte la colección con la que Stirling (inmensamente rico tras heredar) materializó sus apreciaciones sobre el arte español.

Hasta entonces, las obras se difundían a través de grabados y los españoles no eran muy buenos ni abundantes. Henneman fotografiaba casi siempre grabados o dibujos, no los originales (esto nos sorprende tanto hoy), debido a que debían sacarse a la calle para poder ser "copiados por el sol", algo impensable para obras guardadas en museos e iglesias. Así que cuando ni Stirling ni su amigo Richard Ford, otro viajero romántico convertido en hispanista, tenían en sus colecciones originales, dibujos o grabados de la obra que quería ilustrar, tenía que mandar a alguien a hacer un dibujo o una acuarela in situ para poder fotografiar esa "representación intermedia". Así de complicado era.

Otra de las cualidades hoy seductoras de este proyecto es su falibilidad. Todo él fue un caro y arriesgado experimento. Talbot acababa de inventar los negativos en papel y Stirling, que utilizó la habitual ilustración con estampas en los tres volúmenes de texto de los Anales, pensó que la fotografía podía inaugurar otra era en la edición. Invirtió mucho dinero y mucho esfuerzo en la empresa pero las copias empezaron a desvanecerse casi de inmediato. Hoy son fantasmales. Por ello, el Prado ha "reintegrado" digitalmente las imágenes y las ha publicado en un facsímil, a la venta (85,50€) junto al catálogo, editado sólo en inglés. Habrá una justificación económica, supongo, pero no me parece de recibo. By the way: los Annals nunca han sido traducidos al castellano.

@ElenaVozmediano