Antonio del Castillo: detalle de Estudio de siete cabezas, 1659 - 60

Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcalá, 13. Madrid. Hasta el 24 de julio

Cuando la Galería de los Uffizi abrió al público en 1765 ya contaba con una importante colección de dibujos, iniciada por los Médicis en el siglo XV. Hoy, el Gabinetto Disegni e Stampe es un departamento de peso en el museo y está a punto de inaugurar nuevas salas que facilitarán el trabajo a los 1.200 estudiosos que lo visitan cada año. Los Uffizi viven, como todo el sistema museístico itialiano, grandes transformaciones: su nuevo director, Eike Schmidt, hace frente estos días a jornadas de huelga y asamblea de sus trabajadores al tiempo que recibe del Estado 40 millones para terminar la ampliación (Nuovi Uffizi). El museo ha pasado penurias y, como tantos, ha usado su colección para tapar agujeros, aunque con parquedad; recuerden que Caixaforum trajo aquí una pequeña selección de sus fondos. El alquiler de colecciones es una práctica contestada pero, para ser justos, reconozcamos que está en este caso (alquiler "en especie") mucho mejor justificada que de costumbre.



La Academia de San Fernando, que expone las obras en virtud de un compromiso estable de patrocinio por parte de la Fundación Mapfre, posee una importantísima colección de dibujo español que, digámoslo de paso, podría haberse puesto ahora en valor de alguna forma. La fundación se ha caracterizado por su atención al dibujo (en premios, exposiciones, líneas de apoyo) y ya en 2002 financió la catalogación de la valiosa colección Rodríguez Moñino, legada a la Academia; el acuerdo entre los Uffizi y Mapfre tiene su origen en la exposición de dibujos de Pontormo que hizo ésta en 2014. A cambio del importante préstamo, pagaría un estudio de la extraordinaria colección de dibujos españoles que posee el museo florentino. Y falta debía hacer, a juzgar por los resultados de la investigación llevada a cabo por Benito Navarrete, que ha modificado la atribución de nada menos que 77 de ellos y, además, ha explicado la procedencia del conjunto a través de las adquisiciones en Madrid de un comerciante florentino a mediados del XVIII.



Alonso Berruguete: detalle deCristo Salvador, 1955

Conocer bien esta colección es fundamental pues es la más grande de dibujo español fuera del país y comparable en importancia a la de la Biblioteca Nacional. Aquí apenas hubo dibujo autónomo, con entidad propia como obra artística. Eso determinaría la dificultad de catalogación de lo que nos ha llegado gracias a los tempranos coleccionistas (a menudo artistas) de dibujos y grabados; sepan, por ejemplo, que de los 939 dibujos españoles del XVII que tiene el Museo del Prado, 410 son de autor anónimo. Benito Navarrete lo ha hecho situándose en la línea historiográfica de Diego Angulo y Alfonso Pérez Sánchez, que ya estudiaron esta colección (en 1927 y 1972), y ha contado con un equipo de catorce especialistas para redactar las fichas del riguroso catálogo.



Hasta aquí, todo parabienes. Pero una exposición no es un catálogo. Y ésta se ha concebido como una mera sucesión de escuelas (escurialense, madrileña, andaluza, valenciana) y autores, fórmula pretérita y nada adecuada para explicar los usos del dibujo y poner de relieve los aspectos más interesantes para el público, más allá de la proporción de lápiz, sanguina o albayalde: el dibujo como copia en la enseñanza y la asimilación de innovaciones, como paso previo al grabado, como ideación de pinturas, frescos, tapices y esculturas, como diseño de arquitecturas y decoraciones efímeras... ¿Quiénes los veían? ¿Cómo circulaban? Los textos en las paredes y las cartelas no ayudan nada pues ni siquiera subrayan la relevancia de las empresas artística a la que condujeron muchos de estos dibujos pero sí se adjuntan fotografías de obras relacionadas.



Para el historiador todo lo mostrado es de enorme valor y el visitante también encontrará en cada sala motivos para detenerse. Los bellos retratos de Carreño de Miranda, Herrera Barnuevo, Pacheco y Meléndez; el alegre engalanamiento de la Puerta de Guadalajara para la entrada de Mariana de Neoburgo; todo lo de Carducho y todo lo de Ribera... El ojo más contemporáneo se sentirá atraído por los collages y recortes de Berrugete, la "máscara" del Cristo de Cajés, el estilo gráfico de Blas de Prado, algunas "apariciones" como la de ese rostro que asoma en la axila del buen ladrón de Becerra o todo ese mundo de las manchas, los bordes, los desgarros, las perforaciones y las "señales del tiempo" en los viejos papeles.



@ElenaVozmediano