S/T (2ª Idée de Peinture), 2014

Galería Luís Adelantado. Bonaire, 6. Valencia. Hasta el 14 de noviembre. De 650 a 12.000 euros.

Cuando Malevich pintó en 1915 Black Suprematic Square, su célebre cuadro negro sobre fondo blanco, llevó a la pintura a asomarse al abismo. Dos salidas fueron posibles en ese momento: desandar lo andado o saltar al vacío. Desde entonces, la pintura ha dado muchas vueltas sobre sí misma, tratando de reinventarse. Más allá de los formalismos (que ha habido muchos y muy vistosos a lo largo del siglo XX) surgieron otras alternativas que intentaron bordear y trascender el radical planteamiento de Malevich. Por otra parte, y muy a pesar de las hazañas de Duchamp y de su radical manera de enterrar la pintura, otros artistas han querido exhumarla abriendo oquedades en las movedizas arenas del arte de la segunda mitad del siglo XX, lanzado al espectador a andar a tientas entre tantas y tantas derivas del pincel y el lienzo. Así las cosas, el hecho de que irrumpan en la escena artística de los últimos años pintores en toda regla, no hace sino desafiar los límites de una pintura.



Rubén Guerrero (Utrera, 1976), en esta su tercera exposición individual en Valencia, asume riesgos y no se contenta con poco; en la abundancia de la pintura busca más. Con un notable conjunto de obras, entre las que hay algunas piezas sobresalientes, el pintor parece querer pasar por alto el oficio y lanzarse a un trapecio, debajo del que no hay más red que la que quiera situar el propio espectador que lo ve entusiasta en sus contorsiones. Y es que hay mucho de disfrute en su pintura, tanto como de avidez en el hecho de querer pintar y no morir en el intento, lo que no deja de ser sorprendente aún en el propio exceso de la pintura, en su ensimismada asfixia.



Rubén Guerrero, trascendiendo el hacer (en el que demuestra de sobra muy buenas maneras) oxigena la pintura y la ilumina dejando ver negruras. Parte del blanco, muy presente aun cuando apenas se pueda ver, para taparlo y ensuciarlo en lienzos y tableros con una libertad que en algunos momentos puede asombrar y, desde ahí, se le adivina lleno de pintura, lejos, dando saltos de alegría, pero también frunciendo el ceño.



En esta exposición (destacada con el reconocimiento de Abierto Valencia 2014 y la adquisición de obra de DKV) que lleva por título Nivel cero en un guiño a Daniel Buren, Rubén Guerrero parece querer ir más allá de las convenciones del marco de la pintura, siendo sin embargo respetuoso con ella a la manera picabiana, como se puede ver en el extraordinario díptico Sin título (Idée de peinture MB). Hay desvíos hacia dentro y hacia fuera, desplazamientos y desalojos, obstáculos y barreras, yuxtaposiciones y mixturas que colman su pintura, en modos muy diversos, de aposentos de todo tipo.



Construyendo arquitecturas imposibles y engañando al ojo, compone y vuelve a componer, para acabar bloqueando el acceso a espacios de los que finalmente no se puede salir. Y cuando resulta improbable la escapada, entonces se adivina una salida. Por otro lado, obras como Sin título (Estratégico darguiniano), Rubén Guerrero descoloca al espectador lo lleva de un lado a otro, a saltos, de un cuadro a otro, cegando la posibilidad de ver más allá. En estas otras obras, sin apenas resistencias compositivas, a base de amplias manchas de pintura e introduciendo gestos mínimos con ceras o spray, la pintura aparenta ser más ligera cuando, sin embargo, es robusta y, de nuevo, aprisionadora.