Jeremy Deller: So Many Ways to Hurt You (The Life and Times of Adrian Street), 2010

MACBA. Plaza dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 31 de agosto.

La realidad invocable pretende ser, dice el texto de sala, una reflexión sobre posibles perspectivas de la realidad desde las prácticas artísticas. Ambicioso y atractivo proyecto, pero también difícil. Porque la palabra "realidad" posee infinitas acepciones y, además, a la luz de los trabajos expuestos, parece inútil encontrar un hilo conductor que articule la muestra. La misma comisaria, Montse Badia, reconocía que acaso no había argumento y que cada espectador podía crearse su propia exposición, su itinerario, desde su concepto de "realidad". La imagen que me inspira la selección es la de un calidoscopio o puzle, esto es, una amalgama de fragmentos que podría ampliarse hasta el infinito en un océano de islas.



La muestra reúne piezas e intervenciones de naturaleza diversa y de creadores tan distintos que el epígrafe bajo el que se aglutina el conjunto no alcanza a ligar. Éste, el título, tiene, simplemente, una dimensión retórica. No obstante, quien preste atención y conozca el contexto de los artistas y de la comisaria, puede reconocer unas constantes e inquietudes coherentes. Como comisaria, Montse Badia se ha interesado por el Reality Show, género que posee una contundente presencia en la exposición con piezas como las de Lutz Mommartz, Jeremy Deller -en colaboración con Mikel Pascal y Javier Murillo- o Phil Collins, las cuales, directa o indirectamente, aluden a esta fórmula. Recuerdo, por ejemplo, un proyecto que Badia comisarió en 2004 en el Espacio 13 de la Fundación Joan Miró y que tenía como protagonista a Yola Berrocal, célebre estrella del medio. Con la incorporación de la baja cultura a la institución artística, el artista Antonio Ortega colocaba, metafóricamente, una bomba, precisamente en el subsuelo de la Fundación, destinada a socavar desde los cimientos el sistema artístico.

Uno de los proyectos más radicales es la iniciativa combativa de Núria Güell

Significativamente, en aquel entonces se presentaba en el mismo centro la obra de Joseph Beuys, de manera que entre el artista alemán y Yola Berrocal, la reina del cutrerío, se establecía una asociación. Y es que estos guiños irónicos precisan de un marco institucional para ser interpretados como algo más que cultura basura. Igualmente, en 2007, la misma comisaria se hizo cargo de un proyecto en el Centre d'Art Santa Mònica realizado por Jill Magid, que también está presente en la exposición con la obra Auto Portrait Pending (2005). Efectivamente, existen en la muestra del MACBA ciertas sintonías.



Falta saber en qué consisten estas afinidades o sintonías. Me resulta difícil definir esa sensibilidad: un poco de ironía; otro tanto de problemática de la representación; algo de compromiso social; un gusto por épater y la crítica al sistema del arte... En fin, una serie de conceptos en los que se reconocen ciertos tics de la creación contemporánea. Se argumentará que son aspectos de un mismo mundo y que entrelazados forman una unidad. Personalmente, no lo podría asegurar.



Mireia Sallarès Exposición Le camion de Zahïa, conversations après le paradis perdu, Espai Zero 1, Museu Comarcal de la Garotxa, Olot, 2005. Fotografía de Lisbeth Salas



No son equivalentes, por ejemplo, el gesto irónico de Antonio Ortega, que incorpora un zócalo en el cubo blanco del museo, y uno de los proyectos más radicales de la muestra, la iniciativa de la combativa Núria Güell Negro sobre blanco. Un simple cartel en la pared dice: "Hemos creado la Cooperativa Ca l'Àfrica, cuyo consejo rector está formado por inmigrantes procedentes de territorios donde negreros catalanes y españoles buscaban la mano de obra esclava para trabajar en sus colonias. La Cooperativa Ca l'Àfrica es un marco legal que permite legalizar aquellas personas que la ley de extranjería ilegaliza. El Museu de Arte Contemporáneo de Barcelona es su primer cliente".



Detrás de este cartel hay una cooperativa promovida por la artista con la finalidad de dar cobertura legal a unos inmigrantes sin papeles que habían sido desalojados de unas naves del barrio de Pueblo Nuevo. La "Cooperativa Ca l'Àfrica", financiada por el MACBA como un proyecto específico para la exposición, es, según Güell, "un instrumento legal que permitirá legalizar lo que la ley ilegaliza". Esto es, permitirá la regularización de los "sin papeles" mediante un permiso de trabajo en labores de catering, guardarropía o guías de la exposición. Esta iniciativa responde a la idea del museo como plataforma de confrontación de conflictos y espacio de resistencia. Puede ser discutible. Más aún, ha de ser necesariamente polémica, si no, la propuesta no resultaría creíble. Sobre esta cuestión no entraré, pero me interesa subrayar que entre el significado de este proyecto y el de Ortega que comentábamos antes existe una diferencia.



Hay un aspecto colateral que sobrevuela la exposición, pero que ahora posee una especial significación. Bartomeu Marí, el director del museo, ha hablado de "resetear" o reorientar la institución. La incorporación de Valentí Roma y Beatriz Preciado al MACBA no es ajena a esta ambición. En todo caso, es significativo que el museo acoja, como es el presente caso, a una comisaria como Montse Badia y que anuncie otro proyecto bajo la responsabilidad de Frederic Montornés. El museo, además de tener una vocación internacional, se aproxima al entorno local. Montse Badia y Frederic Montornés representan a una generación de comisarios independientes que ha realizado su trayectoria en espacios nacionales e internacionales. De alguna manera, sus respectivos proyectos para el MACBA representan el reconocimiento institucional de una creatividad y de un tejido cultural que se ha construido en la ciudad en sintonía con la escena internacional.