Off a Tune at the Tongue´s End , 2013

Galería Helga de Alvear. Dr. Fourquet, 12. Madrid. Hasta el 4 de enero. De 7.000 a 54.000 euros.

Marcel Dzama presenta su segunda exposición en la Galería Helga de Alvear titulada 'A Trickster Made this World'. El artista suma a sus tradicionales dibujos de tinta y lápiz, el pergamino de piano como soporte; cabezas de bufones realizadas con papel maché; marionetas de colores que flotan en el aire; y su nuevo vídeo 'Une Danse Des Bouffons', convirtiendo el espacio en un escenario místico y fastuoso.

Todo comienza con una casualidad: la de dos nombres propios que coinciden y producen eco. Podría decirse que el primero estuvo en el segundo desde el comienzo, muy temprano, siempre. Era una simple cuestión de resonancia. Después, llegó el encuentro, algo tardío, aunque quizás fuera una búsqueda que se retrasó. Fue en un viaje a Philadelphia en 2003. No estaba acostumbrado a ver trabajos como los que había hecho el primer Marcel, y empezó a estudiarlo, leyó sus biografías, coleccionó sus libros, e incluso volvió a interesarse por el ajedrez, aunque nunca había sido un buen jugador y no llegaría al nivel que alcanzó Duchamp, que afirmó que abandonaba el arte para convertirse en ajedrecista profesional y compitió en el equipo francés en las Olimpiadas de 1924.



En su visita al Museo de Philadelphia, Dzama, el joven Marcel, pudo haber experimentado lo contrario de lo que, desde Freud, se ha definido como siniestro: lo que es familiar y de repente se vuelve extraño. Habría reconocido como familiar aquello que veía por primera vez. Un reconocimiento traducido en sus dibujos y esculturas, en sus vídeos y collages.



En esta exposición, titulada como el ensayo sobre el mito de Lewis Hyde, A Trickster Made this World, presenta su última película, Une danse de bouffons. En ella todo parece girar en torno a la más misteriosa de las obras de Duchamp, Étant Donnés: 1er la chute d'eau / 2nd le gaz d'éclairage, en la que estuvo trabajando en secreto casi veinte años, de 1946 a 1966, aunque a lo mejor no consista tanto en dar vida a la pieza original del francés, como se dice, sino en construir el relato en torno a un diorama de 2008 del propio Marcel Dzama (Winnipeg, Canadá, 1974), ese con el que termina esta danza macabra y que supondría concluir con el principio.





Une Danse des Bouffons , 2013



Es un relato mágico, con algo de sueño que se recuerda y al que hay que buscar un orden para intentar comprenderlo. Una pesadilla que es un camino de iniciación, el de la protagonista decapitada de Étant Donnés, la artista brasileña Maria Martins que fue amante de Duchamp, y que aquí toma el rostro de Kim Gordon, cantante de Sonic Youth. Un cuento en el que Martins debe liberar a Duchamp, secuestrado en un monitor de televisión, superando peligrosas pruebas en las que le ayuda el bufón que le ha dado vida. Martins, resucitada, es perseguida por unos personajes que parecen sacados de Alicia en el país de las maravillas y que pronto se descubren secuaces del terrorífico juez de un concurso televisivo en el que se ve obligada a participar junto al científico transformado en mosca de la película de David Cronenberg y el artista Joseph Beuys, preparado para su performance I like America and America likes me. Es un concurso que acaba con el juez asesinado por el bufón en una escena que parece sacada de un corto de Georges Méliès y que continúa con el enfrentamiento con un hombre con cabeza de carnero extraído de una pintura de Francis Picabia y del que renace Duchamp, que pasa a formar parte de su Étant donnés, y estará junto a Martins para siempre.



Una historia surrealizante a la que acompañan algunos de los estupendos dibujos de colores apagados y rojo sangre que han caracterizado la producción de Dzama, y que están habitados por algunos de los protagonistas de Une Danse de Bouffons y llenos de referencias a los Caprichos de Goya. También pueden verse las cabezas de papel maché que se utilizan en la película y que han perdido su movimiento para ser esculturas, y unas marionetas hechas de latas recicladas que cuelgan del techo.



La exposición concluye con otro vídeo que alude, de nuevo, a Duchamp, esta vez al ajedrecista, y en el que los movimientos de una de sus partidas sirven como pauta de una coreografía que bailan unos peones escapados del ballet de Picabia, Relâche. Máscaras y disfraces que son citas y homenajes que provocan que lo que es extraño resulte familiar.