Colección Conchas, 2013

Galería Max Estrella. Santo Tomé, 6. Madrid. Hasta el 2 de noviembre. De 2.900 a 29.000 €.

Quizás el proceso más fascinante experimentado por el arte del siglo XX sea el de la autoconciencia de su especificidad. He de confesar mi atracción por aquellos artistas que han hecho del análisis de los medios artísticos y su cuestionamiento, de las circunstancias y la recepción de los argumentos que esgrime la imagen, su ámbito mental de trabajo. Ese es, desde hace ya casi un cuarto de siglo, el campo de José Ramón Amondarain (San Sebastián, 1964), que mucho ha indagado en la reflexión conceptual que parte del pensar las distintas posibilidades de la pintura, y que extiende también a la fotografía y la escultura.



La primera pieza suya que me impresionó fue Cercanorexia (2001), una impactante alfombra pollockiana hecha de acrílico y puesta sobre el suelo, invirtiendo así la posición habitual que le corresponde a un cuadro. Luego la ha emprendido con un ambicioso programa que mezcla una vertiente singular del apropiacionismo con métodos de racionalización o con paradójicos descubrimientos respecto a la obra o el artista. Así, ha copiado a los copistas de museo reuniendo en un mismo cuadro el original (el suyo), el del copista (copia) y el del autor en su espacio (copia de la copia). Ha coloreado los stills en blanco y negro de Cindy Sherman y los ha fotografiado de nuevo desenfocados y se ha atrevido, incluso, con el brutal Guernica en una serie que reproduce a tamaño del original (más de dos metros por casi ocho) la serie de fotografías hechas por Dora Maar y el cuadro final.



Vista de la exposición

Para esta exposición en Max Estrella, su nueva galería madrileña, ha seleccionado obras correspondientes a cuatro proyectos diferentes, que establecen una profunda relación entre sí. Nada más entrar, realizadas mediante impresión digital sobre aluminio, nos recibe una decena de "diapositivas" de gran tamaño con una selección escogida de nombres de artistas célebres identificados con caracoles de mar y moluscos, cuya conformación o color remite a un rasgo distintivo del autor. Por ejemplo, un mejillón y sus barbas a Anselm Kiefer, o una caracola bellamente coloreada a Sonia Delaunay. Las ideas que sugieren dialogarán con la serie vecina de lápidas parietales de poliéster con otros nombres y algunos repetidos con los que Amondarain ha compuesto anagramas de varios sentidos, así Dora Maar / Dar o Amar, Andy Warhol / Hold any War o Marcel Duchamp / Clad Preach Mum.



Las otras obras consisten en dos lienzos enormes pintados al óleo que representan literalmente un grumo de pintura y varias pinceladas sobre una superficie lisa, recortada la imagen y realizada con tal precisión que se finge fotografía, y una sucesión de esculturas en las que el papel protagonista corresponde al pedestal. Esa pesquisa que inició hacia 2003 y que sigue vigente, reproduce en su superficie una vista cenital del Museo Reina Sofía. Sobre la imagen del patio del museo reposa una piedra cúbica hecha de óleo negro amasado. El patio de un museo para un pringoso baño de óleo. Susurros de imágenes que subvierten el pensamiento establecido sobre las instituciones del arte.