Cindy Sherman: Untitled (Lucy), 1975-2001. Foto: Sammlung Verbund, Viena

Círculo de Bellas Artes. Alcalá, 42. Madrid. Hasta el 1 de septiembre.





Es la exposición estrella de PHotoEspaña este año. Y también es la primera vez que se muestra en Madrid una colectiva de arte feminista de los años setenta con 21 artistas europeas y estadounidenses. Una panorámica, a la fuerza incompleta, de las entonces numerosas y muy jóvenes artistas en la irrupción y radicalidad de un movimiento que surgió desde la corriente del womenlib difundido por los medios de masas en Occidente al final de los sesenta hasta convertirse en una de las vanguardias más germinadora y resistente en el arte contemporáneo. Cuatro décadas después, las ya maestras y otras muchas jóvenes en todo el planeta continúan renovándola.



La mayoría rechazaron los medios tradicionales, pintura y escultura, porque además de ser técnicas lastradas por la objetualidad exigida por el mercado y ajenas a la desmaterialización propuesta en el giro conceptual, durante siglos, y las décadas anteriores, se habían constatado como terrenos masculinos y de exclusión para las artistas, fuera cual fuera su nivel de excelencia. Abrazaron la fotografía e irrumpieron como pioneras del vídeo, protagonizados casi siempre por ellas mismas, al dictado del lema activista de la época: "lo personal es político". Exhibicionismo, o extimidad como se dice ahora, que en el caso de las artistas trastocó una de las reglas de la historia del arte, pues las mujeres pasaron de ser objeto, a sujeto y a la vez objeto de sus propias creaciones. La cuestión de la identidad de la mujer, moldeada según los estereotipos naturalizados bajo la cultura patriarcal para pasar a desgranar la pluralidad de formas de entenderse y vivir como mujeres, se convirtió en el principal campo de batalla para la liberación.



Sarcasmo, rabia y un buen grado de empoderamiento y complejidad encontramos en este abanico de propuestas, en el origen de una tendencia que surgió, en el caso de Estados Unidos, en el seno de los movimientos en defensa de los derechos civiles, y en Europa entre los marginales y muy combativos grupos feministas, pero que, al cabo, siempre respondió a una toma de postura individual. Es absolutamente excepcional encontrarlas reunidas aquí, gracias a la colección Verbund AG, la compañía eléctrica líder en Áustria y una de las hidroeléctricas más importantes de Europa, fundada en 2004, y que tiene el arte feminista como uno de sus focos principales, gracias a un consejo de adquisiciones formado por Gabriele Schor, directora de la fundación, junto a Jessica Morgan y CamilleMorineau, respectivas comisarias en la Tate Modern de Londres y el Centre Pompidou de París. Y hay que agradecer también a la Fundación Banco Santander su patrocinio para traerla a PHotoEspaña. Sin embargo, es una lástima que esta mediación no haya logrado plasmarse en la traducción al castellano del catálogo de esta selección, ya mostrada en la Galleria nazionale d'arte moderna de Roma en 2010. Un pequeño detalle, pero desafortunadamente demasiado habitual en el ámbito del todavía a menudo sojuzgado, ninguneado ¿y temido? arte feminista.



Expresiones de la opresión bajo la dominación masculina; rechazo al reduccionismo de la mujer como sólo cuerpo -objeto de deseo o máquina meramente reproductiva-; burla de los estereotipos asignados como madre y sirvienta (cocinera o secretaria oficinista) y deconstrucción de los patrones educativos impuestos, de la violencia machista y la liberación sexual, son las temáticas hasta entonces inéditas en el arte que pusieron sobre la mesa con extraordinaria capacidad de formalización.



Muchas de ellas, hoy en los manuales de arte contemporáneo, ya habían encontrado sus propias estrategias y es un placer descubrir aquí piezas tempranas y poco vistas junto a otras consideradas clásicas de Helena Almeida, Eleanor Antin, VALIE EXPORT, Esther Ferrer, Suzanne Lacy, Ana Mendieta, Martha Rosler, Cindy Sherman, Hanna Wilke y Francesca Woodman.



Todavía, quizás, puedan suscitar más interés las piezas de las casi recién recuperadas (en la última década) para la mainstream Sanja Ivekovic, aquí con fotografías de su acción Inauguración en la galería Tommaseo de Trieste, en 1977, donde la artista rebelde contra la Yugoslavia de Tito recibió con la boca sellada con cinta aislante a los visitantes de uno en uno mientras se escuchaba los latidos de su corazón, para denunciar la violencia blanda contra los derechos de las mujeres. Así como el vídeo La mujer sin cabeza o la danza del vientre de la egipcia afincada en París Nil Yalter, que ya planteaba los handicaps étnicos sobrevenidos a la discriminación sexista.



Y, definitivamente, destacan las piezas de artistas menos conocidas aquí, estadounidenses como Rita Meyers y Martha Wilson; y europeas: la feminista radical inglesa Alexis Hunter, la italiana Ketty La Rocca y la alemana Annegret Soltau. Por último, lógicamente, es muy sustancial la presencia de las artistas austríacas: Renate Bertlmann, con las estupendas series Tiernos contactos, Tierna pantomima, Tiernas manos, en las que utiliza tetinas y condones con anticipatorio estilo punk; y Birgit Jürgenssen, a cuya irónica deconstrucción de los estereotipos ya ha dedicado una monográfica la Fundación Sammlung Verbund.