Torsión angular en grupo de dos, 1930

Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Hasta el 30 de junio.

La Fundación Juan March de Madrid repite exposición de Paul Klee, aunque esta vez mostrando una de las facetas menos conocidas del artista suizo, su legado pedagógico. Elena Vozmediano explica su alcance.

Sin rodeos: extraordinaria exposición. Tiene, al menos tres grandes virtudes. Primera: es fruto de cuatro años de investigación y preparación en los que las comisarias, Fabienne Eggelhöfer y Marianne Keller Tschirren, han estudiado al detalle, desde el Zentrum Paul Klee de Berna, su actividad como profesor en la Bauhaus, basándose sobre todo en las cerca de 4.000 páginas con notas del artista para sus clases, el llamado "legado pedagógico". Parte de ellas, las 189 correspondientes a 1921-22, hasta ahora inéditas, se han traducido al español y se pueden consultar al final del recorrido en una proyección de semifacsímiles que será pronto, como el catálogo, e-book. Segunda: la selección de 137 obras de Klee, procedentes en gran parte del Zentrum Paul Klee -la colección más importante del mundo, con unas 4.000 obras suyas- pero también de otras colecciones públicas y privadas, tiene una calidad media altísima. Tercera: es muy pertinente.



La primera exposición en España de Paul Klee (Münchenbuchsee, 1879-Locarno, 1940) se hizo en el Museo Español de Arte Contemporáneo en 1972 y la segunda la organizó la propia Fundación Juan March en 1981. Después hemos tenido otras siete, tres de ellas con obras, respectivamente, de las colecciones Beyeler, Guggenheim y Berggruen. Ya en 1986 el Museo Picasso de Barcelona montó una muestra con los dibujos del período de la Bauhaus, cuando el tema carecía de la fundamentación que se le ha dado después. ¿Por qué es ahora oportuno este aún novedoso enfoque? Al margen de que constituye un ejemplo de lo que debería ser una exposición seria, muy por encima del entretenimiento fácil o del lucimiento narcisista de un comisario, arroja luz sobre dos cuestiones de gran actualidad. De un lado, la vital relevancia de la educación artística, sometida en estos momentos a derribo, no sólo para los artistas del futuro sino para la sociedad. La Bauhaus no era una escuela para artistas sino de oficios creativos, y defendía, poniéndola en práctica, una utopía en la que el arte transformaba positivamente y en muchos sentidos el entorno. De otro lado, el método y los objetivos pedagógicos de Klee ponen el acento sobre la "configuración" y la generación de la forma, lo que viene a recordarnos que el arte no es sólo concepto, proceso y actitud -que también, y es un gran logro del arte contemporáneo- sino que casi siempre se transmite a través de una formalización, aunque pueda ser efímera, que no debe primar sobre el contenido pero que debe ser valorada con igual exigencia.



El padre de Paul Klee era profesor de música. Y, como se demostraría después, él llevaba en la sangre la vocación pedagógica y el ritmo musical. Apenas tenía experiencia docente cuando llegó a la Bauhaus en 1920 con 40 años; en la década en que estuvo vinculado a la escuela, en Weimar y Dessau, desarrolló un programa propio para sus asignaturas que, como apuntan las comisarias, no era enteramente original pero sí muy coherente y en buena parte basado en su propia experiencia como artista. La exposición incluye escritos y material documental pero se centra en las obras de Klee; como decía, una maravillosa selección. Esas obras no pretenden establecer una correlación directa con las notas pedagógicas sino demostrar conexiones más genéricas entre estas y algunos principios básicos en la producción artística de Klee: naturaleza, ritmo, color, movimiento y construcción.



Sólo en algunas de las obras elegidas, en el último apartado, se aprecia cómo ponía en práctica "lúdicamente" el proceso de configuración que enseñaba a sus alumnos. Todas esos capítulos en los que se estructura la muestra son muy interesantes y permiten entender muy bien al artista, pero hay tres fascinantes: el que trata sobre la naturaleza, que incluye algunas hojas de un herbario bellísimo así como dibujos de paisaje tempranos y nos permite seguir el proceso de abstracción en su trayectoria hacia una geometría viva y habitada, y los que exploran la representación del ritmo y el movimiento, en los que se agudiza el dinamismo, calificable como "feliz", que hace que el mundo de Klee vibre y fluya. En la obra del muy prolífico Klee confluyen el rigor y el placer visual, y mucho sentido del humor. Podemos imaginarlo, trabajando, con un ánimo similar al que hacía exclamar a Paolo Uccello aquello de "O che dolce cosa è questa prospettiva!". Y podemos dar por sentado, a juzgar por sus notas y a pesar de que con el tiempo llegaron a pesarle mucho por el tiempo que le robaban a su trabajo artístico, que sus clases fueron subyugantes; un alumno incluso le comparaba con un mago, que "convertía lo irracional en racional".



Y aquí no acaba el estudio de Klee para la Fundación Juan March. Prepara, para 2015, en Cuenca y Palma, una muestra sobre su influencia en el arte de posguerra español, con comisariado de Alfonso de la Torre.