Vista de la exposición

Fudnación Joan Miró. Parque de Montjüic s/n. Barcelona. Hasta el 2 de diciembre.

Esta exposición supone un ensayo expositivo basado en la combinación de tres elementos: las prácticas del outsider art, los rituales de la cultura popular y la escultura catalana del siglo xx. Jordi Mitjà toma como punto de partida la reciente demolición del parque de Can Sis Rals de Argelaguer (en la comarca de la Garrotxa) a manos de Josep Pujiula, su constructor durante más de treinta años y claro exponente del arte marginal en Catalunya.

La propuesta de Jordi Mitjà (Figueras, Gerona, 1970) para el nuevo diclo de exposiciones del Espai 13 de la Fundación Miró, Perplejidad, comisariado por David Armengol, es ambiciosa y madura, de un artista que siempre ha encontrado un difícil encaje en la generación que le es propia y, sin embargo -y es un mérito-, se relaciona mejor con trabajos de artistas más jóvenes. Mucha de esa idiosincrasia está en la propuesta que ahora presenta, un trabajo que, además de ambicioso y maduro, destaca por su peculiaridad, por la distancia frente a una tradición de propuestas actuales ancladas en la revisión del conceptual y la autorefencialidad del arte. Dicho de otro modo: más que con Muntadas, su obra tiene que ver con la estela de Àngels Ribé; y más que con Hans Haacke o Chris Burden, tiene que ver con Joseph Beuys y el Povera.



Jordi Mitjà se ha fijado en un personaje también peculiar que vive en la zona de los volcanes de Olot. Josep Pujiula lleva desde hace años realizando extrañas construcciones con cuerdas, trapos y hierros en el bosque de Can Sis Rals. Son construcciones efímeras a medio camino entre lo arquitectónico y lo escultórico. Se trata de un artista marginal de los que aparecían en el estudio de Juan Antonio Ramírez sobre Escultecturas margivagantes. La arquitectura fantástica en España. A partir de ahí, la exposición está a medio camino entre el homenaje a Josep Pujiula y su identificación con este artista marginal, subrayando la propia peculiaridad del artista Mitjà.



Vista de la exposición

La instalación es contundente. Jordi Mitjà ha reproducido una especie de laboratorio, espacio de exposición dentro de la exposición o taller dentro del Espai 13. Además de algún vídeo documental sobre las esculturas de Josep Pujiula en el bosque, una gran tarima de madera de factura tosca domina el espacio. Sobre ella se acumulan esculturas que dan réplica a las obras del artista del bosque y que el propio Mitjà realiza en un rincón del espacio. El conjunto ofrece un aspecto telúrico, natural o pretecnológico.



En la fijación de Jordi Mitjà por la práctica de un artista ultra local no hay una revisión irónica o cínica, como tantas veces nos tiene acostumbrado el arte contemporáneo, sino una auténtica reivindicación del trabajo de un artista peculiar. Tampoco es una simple reivindicación snob por lo auténtico, sino que ese retorno a cierta naturalidad, esa especie de retroceso, muy en la línea de algunas películas de Gus Van Sant y otros artistas jóvenes del contexto barcelonés, implica una fe en la creatividad en la que aparece el referente de Joseph Beuys y su famoso "todo el mundo es un artista".