Femme Couteau, 2002

La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Hasta el 13 de enero.

La Casa Encendida celebra su décimo aniversario con una gran exposición que reúne los 10 últimos años de trabajo de una de las artistas más imporantes del siglo XX, Louise Bourgeois. Prometen trabajos inéditos, nunca antes vistos en España, y un buen elenco de obsesiones. En esta muestra no hay puntada sin hilo.

En el mundo de las artes han abundado, relativamente, los jóvenes genios. Pronto veremos en el Museo del Prado la exposición dedicada al joven Van Dyck, uno de tantos ejemplos de brillante precocidad. Mucho más difícil y -siempre lo he pensado- mucho más admirable es encontrar viejos genios. Es duro llegar pero lo es aún más mantenerse. Y producir, en las décadas finales, las mejores obras de una trayectoria o, al menos, un trabajo que no sólo esté vinculado a la actualidad artística sino que incluso tenga incidencia sobre ella.



Tiziano, Goya, Monet, Matisse... en ellos, el deterioro físico no impidió el brote de creatividad final, abonado por esa libertad última de quienes ya no tienen nada que demostrar. A la Historia del Arte le ha gustado clasificar a los artistas en movimientos e incluso en décadas. Pero estos artistas longevos que continúan trabajando en su ancianidad hacen imposibles tales clasificaciones, porque no sólo atraviesan las décadas sino también las eras históricas y culturales: del Renacimiento al Barroco, del Absolutismo a la Europa revolucionaria, de las primeras vanguardias al siglo XXI.



Cell (Black Days), 2006 (detalle)

Este último es el caso de Louise Bourgeois, fallecida en mayo de 2010 a los 98 años, que presenta algunas particularidades. Ella no tuvo, como los citados artistas -nótese: todos hombres-, éxito en su juventud, a pesar de que conoció los lenguajes artísticos más avanzados, nunca dejó de perfeccionarse técnicamente y llegó a obtener cierto reconocimiento, sobre todo desde que en 1966 Lucy Lippard la incluyera en la colectiva Eccentric Abstraction, en la Fischbach Gallery de Nueva York... La historia es conocida: su exposición en el MoMA en 1982, con 72 años, marcó el despegue de su carrera tanto en Estados Unidos, donde recibió multitud de distinciones, como a nivel internacional. En realidad, Bourgeois floreció como artista cuando las condiciones ambientales -ideológicas e infraestructurales- fueron idóneas.



Ella había estado siempre ahí, trabajando unas veces a mayor ritmo que otras. ¿Y cuáles fueron esas condiciones? Por una parte, la creciente reivindicación y valoración del arte producido por mujeres y la superación del formalismo que había dominado hasta entonces en la escultura estadounidense -el componente existencialista y emocionalmente terapéutico en la obra del Bourgeois venía al pelo-; por otra, el traslado a principios de los 80 de su lugar de trabajo desde el sótano de su casa en Chelsea a una nave industrial en Brooklyn, en la que empezaría poco después a trabajar en obras de gran formato: primero las Celdas y después las Maman, sus célebres arañas.



Lady in Waiting, 2003 (detalle)

La Casa Encendida cumple el 3 de diciembre diez años, y lo celebra con esta muestra que recorre los últimos diez de Louise Bourgeois. ¿Por qué esa última década? Quizá porque en 1999 pudimos ver en Madrid una completa retrospectiva suya en el Museo Reina Sofía, que dirigía entonces José Guirao, con la misma comisaria, Daniela Tilkin, y estructurada en torno a dos ejes fundamentales en su obra: memoria y arquitectura. La última producción de la artista no es desconocida en España: en 2001 el Guggenheim Bilbao mostró las piezas pertenecientes a las colecciones Guggenheim con ocasión de la instalación de la gran araña en su exterior; en 1996, 2002 y 2011 la Galería Soledad Lorenzo hizo exposiciones a ella dedicadas -la última junto a Tàpies, otro corredor de fondo- y, en 2004, el CAC de Málaga organizó la muestra Louise Bourgeois. Tejiendo el tiempo. Pero es que en estos últimos diez años ha sido muy prolífica y ha dado a la luz obras nuevas y diferentes que tenemos que conocer.



El problema es que se ha distribuido prácticamente todo lo que ha salido de sus manos, por dos razones: una es que ella daba casi todo por bueno, apenas seleccionaba, y otra es que la demanda de sus obras en el mercado favorecía esa actitud. Las galerías que gestionan su legado artístico, Hauser & Wirth y Cheim & Read, son de las más potentes en la escena internacional y han puesto en circulación no sólo las obras escultóricas sino una gran cantidad de dibujos, grabados y composiciones de telas y tapices.



Self portrait, 2007 (detalle)

El siglo arrancó para Bourgeois con su gran instalación en la Sala de Turbinas con motivo de la inauguración de la Tate Modern. I Do, I Undo, I Redo (Hago, deshago, rehago), tres grandes torres que, en el contexto de la fijación con el mundo de la costura y la tapicería, aludían al mito de Penélope. Aunque no de una manera radical, señalaron el final de la etapa de las grandes instalaciones escultóricas. Es posible que los últimos diez años no sean los mejores de la artista: creo que en los noventa su obra es más contundente y ambiciosa. Después ha continuado haciendo celdas pero, con excepciones como la de 2006 que se incluye en la muestra, se podría decir que funcionan menos como "arquitecturas" que como "vitrinas", como un dispositivo expositivo.



Hay también vitrinas en sentido estricto, y algunas series escultóricas, como las espirales en aluminio -no representadas aquí-, las acumulaciones totémicas de piezas forradas en telas o los Echo, bronces hechos con moldes de sus propias ropas y pintados en blanco, de los que veremos varios ejemplos y que enlazan, en cierta medida, con los "personajes" de los años 40 y 50. Pero las obras que más abundan en esta década, además de los dibujos o los cuadros de telas estampadas combinadas en composiciones geométricas, son las figuras realizadas con telas cosidas, presentadas habitualmente en urnas o colgadas. Estas muñecas de trapo son de nuevo expresión de miedos y traumas, y no tienen nada de amable. Frente a otras artistas de la aguja que hacen un arte blando y obvio, Bourgeois supo mantener en buena parte de estas piezas una capacidad de provocar inquietud e incluso repulsión. Una nueva vuelta al motivo del cuerpo y de las mutilaciones que están en el origen de su pulsión escultórica.



Unas palabras finales sobre el aniversario de La Casa Encendida. Ésta de Bourgeois es la última exposición programada. Nada sabemos del futuro de un centro cultural que pende de las decisiones derivadas del plan de rescate de Bankia. Señores banqueros, señores políticos: Madrid no puede permitirse prescindir de la institución más dinámica de la ciudad, todo un éxito en su implantación social, que ha funcionado estupendamente gracias a un equipo entregado. Nuevas y regresivas leyes han acabado con la obligación de la "obra social" pero, ¿qué hay de la responsabilidad social corporativa? Si quieren, pueden.