Image: La kermesse antiheroica

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Exposiciones

La kermesse antiheroica

El paisaje holandés

10 febrero, 2012 01:00

Vista de la exposición

Comisario: Javier Hontoria. La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Hasta el 8 de abril.

Es una de las exposiciones enmarcadas en el programa paralelo a ARCO que presenta cierto paisaje holandés lleno de sutiles conexiones y repentinas emociones. Una orquesta que agrupa varias generaciones de artistas conceptuales que, en su fusión, dejan entrever ecos que van y vuelven.

Miramos la realidad a través de nuestros particulares e intransferibles filtros mentales: perceptivos, culturales y vivenciales. Y esto sucede, de manera aún más acusada, con las obras de arte de cualquier clase, pues a ese tamiz personal se suma la esencia de toda obra como ente abierto. El comisario de una exposición nos propone una lectura de unas obras, o de un episodio de la historia del arte, según su filtro personal. Y el espectador la transforma de nuevo al hacerla suya. Yo había imaginado, antes de visitar esta exposición y condicionada por el título, que tomaría como hilo para plantear la relación entre las dos generaciones de artistas que presenta el género pictórico del paisaje autónomo que se desarrolla en el siglo XVII en los Países Bajos y que constituye un hito histórico en la representación artística de la naturaleza. No era esa la intención de Javier Hontoria que, aunque alude muy lateralmente a esa tradición pictórica, utiliza la palabra "paisaje" en el sentido de panorámica que abraza, según él explica, un escenario concreto, el de cierto arte realizado en Holanda a finales de los años 60 y principios de los 70 y la relación que traza con los jóvenes nacidos poco después. Pero, claro, no he podido evitar recorrer la exposición con esa idea-filtro en la cabeza, y creo que tiene algún sentido y que arroja cierta luz -una entre tantas posibles- sobre la propuesta.

Es apasionante: no sólo tenemos esa capacidad de dar personalmente sentido a las creaciones de grandes artistas sino que también éstas condicionan de manera muy activa el entendimiento de otras obras artísticas y hasta de la observación del mundo. Así lo subraya la muestra que se acaba de inaugurar en el Museo Thyssen, Mondrian, De Stijl y la tradición artística holandesa, que provocará "interferencias" entre los neoplasticistas y -aquí sí- el Siglo de Oro holandés, así como esta interesantísima y atípica exposición en La Casa Encendida, enmarcada como la anterior en el programa paralelo a ARCO, donde Holanda es el país invitado este año. Hontoria ha elegido un pequeño corpus de obras seminales del conceptual neerladés -Bas Jan Ader, Marinus Boezem, Stanley Brouwn, Jan Dibbets y Ger van Elk- y las ha intercalado, atendiendo a parentescos en las formas y, sobre todo, en las actitudes, con las de un grupo de jóvenes creadores -Feiko Beckers, Gwenneth Boelens, Sharon Houkema, Martijn In't Veld, Katja Mater, Navid Nuur y Marijn van Kreij- que comparten a través del salto generacional una serie de características: desmaterialización, serialidad, "modestia" en la expresión plástica, antiheroicidad en la postura...

A pesar de que Ámsterdam fue en aquellos años -y sigue siéndolo hoy- un lugar de encuentros internacionales, y de que unos y otros artistas no trabajaron o no trabajan en una situación de marginalidad en el sistema del arte, se revela en ellos una condición de excentricidad: respecto a los discursos artísticos dominantes -los mayores, como bien dice Hontoria, deslizaron matices "biográficos, poéticos e incluso románticos" en la ortodoxia conceptual y los jóvenes responden a las ambiciones escenográficas y a las grandes producciones de una parte del arte actual-, respecto a los focos más activos del mercado y respecto al tono, excéntrico en cuanto alejado de la solemnidad y proclive al absurdo, incluso a la payasada.

La exposición se estructura de manera muy adecuada en dos ámbitos: interiores -el estudio- y exteriores -el paisaje, en un sentido amplio-. Y aquí vuelven a la cabeza la vieja "pintura de género" holandesa, que tenía como escenarios los espacios domésticos o las tabernas, y la pintura de paisaje que, con excepciones, mostraba también un entorno cotidiano, cercano. Hay algo muy propio del arte neerlandés: la traslación de una experiencia intensa del espacio y del tiempo. Está también en estos artistas contemporáneos, que exploran, miden y experimentan el lugar. Hay una atención particular a la luz, a sus variaciones temporales, a sus intensidades -y sombras- e incluso a sus propiedades físicas, y un protagonismo, en los exteriores, de la naturaleza elemental: sobre todo del agua pero también de los celajes. Constatamos, en general, esa tendencia a la soledad y el ensimismamiento que destaca el comisario y que confiere profundidad y emoción a muchas de las obras. Encuentro, sin embargo, que no todos los jóvenes dan la talla: Feiko Beckers, Martijn In't Veld y Marijn van Kreij carecen en mi opinión de ese aliento poético que se desborda en Bas Jan Ader o Jan Dibbets. La excesiva "ligereza" de las cosas puede hacer que se las lleve el aire.