Ritón ático en forma de cabeza de león, ca. 480-470 a.c.

Centro de Exposiciones Arte Canal. Paseo de la Castellana, 214. Madrid. Hasta el 3 de mayo.

¿Pueden el marketing y el montaje transformar una exposición en lo que no es? No, pero sí modifican su percepción. El carísimo montaje, las animaciones, el sonido ambiente de relinchos y batalla, la carpa de cine y la tienda con armaduras, cascos y espadas -491,30 euros la más cara- atraen engañosamente al gran público a lo que es, en realidad, una árida exposición de arqueología. Muy interesante, eso sí, para quienes aman la historia. Alejandro Magno no es Colin Farrell sino polvo entre el polvo de las ruinas de Babilonia, y las piezas expuestas no constituyen, en su mayor parte, fascinantes tesoros; son vestigios, a veces modestos, de su época y, sobre todo, de los diferentes núcleos culturales generados a partir de sus conquistas en Oriente Medio y en Asia. Una exposición más propia del Museo Arqueológico Nacional -que ya debería finalizar las obras que padece- que para el populista Canal de Isabel II.



La muestra viene de los Museos Reiss-Engelhorn de Mannheim, financiados por una fundación creada por el magnate farmaceútico Curt Engelhorn (Boehringer), que también costeó la excavación germano-uzbeka de Kurgansol, uno de los fuertes alejandrinos en Bactria, camino a Samarkanda, de la que proceden algunas de las piezas. El recorrido sigue un orden geográfico-cronológico, desde Pella, capital de Macedonia y lugar de nacimiento de Alejandro -educado para seguir los pasos de sus míticos antecesores Herakles y Aquiles-, hasta India. La hazaña de Alejandro fue militar, pero lo que a la larga logró fue mantener abiertas determinantes vías de comunicación económica y cultural entre algunas de las más desarrolladas civilizaciones del mundo: Persia, India, Egipto. Por cierto que ésta última, aunque protagoniza la película en 3D que se proyecta en la carpa, apenas es tocada en la exposición.



La sección dedicada a Persia existe pero es bastante pobre en cuanto a la importancia artística de lo reunido. Tiene bastante más peso el conjunto no espectacular pero valioso de esculturas greco-budistas de Gandhara, que comprendía entre el sureste de Afganistán, el norte de Pakistán y noroeste de India; en este apartado sobresalen las naturalistas terracotas del Museo Estatal de Arte Oriental de Moscú y el Museo Guimet de París. Además, entre las obras más destacadas encontramos uno de los leones de la avenida de las procesiones de Babilonia, joyas aqueménidas, un ritón en forma de cabeza de león...



Hay más reproducciones de la cuenta, en fotografía, yeso o facsímil, y muchos objetos menores con gran valor histórico pero menos relieve artístico: ladrillos, figuritas de barro, pequeñas vasijas de cristal, abundantes monedas, tablillas con escritura... Un más bien pálido reflejo de la prolongada huella del helenismo en Oriente -entre los siglos IV a.C. y III d.C.- que, con menos pretensiones escenográficas, haría tal vez notar mejor sus cualidades científicas. Para las visitas familiares: cuidado que son 6 euros por cabeza -gratuito para menores de seis años-, más 3,50 euros si se pide la audioguía.